Revancha

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Toro salvaje

Revancha, la película de Antoine Fuqua, es una destacada pieza del subgénero pugilístico del cine.

Para transgredir las reglas de un género o un subgénero, primero hay que conocerlas y demostrar que se las conoce. Lo que hace Antoine Fuqua está basado en esa clase de respeto. Para el director de El justiciero, saber filmar un (sub) género y entenderlo es respetarlo. El respeto es su método y su originalidad reside en repetir lo que ya hicieron los grandes maestros pero introduciendo pequeñas variaciones.

Revancha, su nueva película, es un compendio del subgénero pugilístico y cuenta la historia del campeón de los semipesados Billy Hope, protagonizado por un tallado Jake Gyllenhaal, quien tuvo que someterse a un duro entrenamiento para el papel. Y ahí están la gloria y los millones de dólares y su esposa Maureen (Rachel McAdams), la mujer de fierro que lo sostiene y sin la cual nunca podría haber sido el campeón que es, y Leila (Oona Laurence), su hija.

Vienen la crisis, la caída y la pérdida fatal de su mujer, a quien matan de un disparo accidental. Y para colmo de males, la justicia determina que por su inestabilidad, su violencia, su continuo comportamiento de toro salvaje, su adicción a las drogas y su facilidad para enfurecerse, no puede vivir con su hija. El desastre se hace presente. Luego vienen la recuperación, la obligación de sentar cabeza, de pensar, de ubicarse, y la aparición del entrenador mítico, esa figura que tanto se le debe a la saga Rocky con su Mickey.

Billy tiene que empezar de cero, volver a las bases. Sólo así recuperará lo único que le queda: su hija. Para eso tendrá que ir al gimnasio del barrio en busca del mejor entrenador, Tick Wills (Forest Whitaker). Lo que sigue es el consabido entrenamiento y el trabajo desde abajo, la pelea amistosa, que sirve para que el resto del mundo vea su avance, que sigue pegando duro, y para que reaparezca su exmánager chupasangre y arregle la pelea final.

La relación que tiene Hope con su entrenador y con su hija demuestra lo talentoso que es Fuqua para dirigir actores y para narrar, para ir al hueso y resolver rápido los puntos básicos de la trama, para usar los tópicos y los lugares comunes obligatorios sin engañarse con falsos optimismos. En cuanto a la música hay que destacar dos cosas: el uso que hace de lo diegético (que sólo escuchan los personajes) y extradiegético (música añadida) y cómo los combina, y la banda sonora original compuesta por James Horner.

Fuqua vio todo lo que había que ver y lo resume con maestría. Sabe dónde y cómo hacer los cortes, las elipsis, dónde poner la cámara, cómo usar los ralentíes, siempre con un ojo puesto en el subgénero y su tradición y el otro en la historia que está contando. Revancha entra como un jab y hace llorar de la emoción, quizás porque entrega de la mejor manera y con respeto lo que el espectador va a ver.