Revancha

Crítica de Guillermo Monti - La Gaceta

El único campeón es Jake Gyllenhaal

La transformación a la que se sometió Jake Gyllenhall para protagonizar “Revancha” va más allá de los 10 kilos de músculo puro que luce sobre el cuadrilátero. Gyllenhaal se convirtió en un boxeador. Propinó y recibió infinidad de golpes y esas huellas le decoran el gesto durante las dos horas de película. Gyllenhaal replica en el vocabulario limitado, la cabeza gacha y la ira que lo domina las tundas que la vida le regaló a Billy Hope. Es un trabajo excepcional de Gyllenhall, devenido línea de flotación de “Revancha” cada vez que la historia se abraza a los lugares comunes, que ciertamente son demasiados.

Es que las películas de boxeo propenden a esquematizarse: chico pobre que sale del barro montado a sus puños, la gloria, la caída, la redención. En torno a ese esqueleto se engarzan los matices. Será por haber escapado a esa linealidad que “El luchador” y “Toro salvaje” son las mejores de todas. En honor a la verdad, y tomando esas elevadas referencias, el Billy Hope de Gyllenhaal homenajea con altura al Stoker Thompson de Robert Ryan y al Jake La Motta de Robert De Niro. Eso es mucho decir.

Abandonado por su manager (50 Cent) y por un entorno que huyó como bandada de cucarachas apenas se acabó el dinero, a Hope sólo lo motiva recuperar a su hija (Oona Laurence). Hay un sólo modo posible: a los golpes. El entrenador Tick Wills (Forest Whitaker) lo pone en vereda. Tal vez si hubiera estado a su lado desde un principio las cosas habrían sido diferentes.

A la carga dramática de “Revancha” la alimentan algunos golpes bajos. Rachel McAdams, espléndida, se corre de ese lugar porque es una actriz enorme. Antoine Fuqua, moderno artesano del thriller, dirige con nervio y maestría las escenas sobre el ring. Allí Billy Hope se jugará su destino contra un temible colombiano de apellido Escobar. Hablando de lugares comunes...