Los malandras uruguayos Siguiendo la línea impuesta por la argentina Pizza, birra, faso (1998), la brasilera Ciudad de Dios (Cidade de Deuz, 2002) y la italiana Gomorra (2008), Reus (2011) viene a retratar a las pandillas de delincuentes marginales que habita en Montevideo, Uruguay. Luego de convertirse en un éxito de público en el país charrúa, llega a Buenos Aires esta película que describe de manera cercana la convivencia en un barrio dominado por la inseguridad. Reus es un barrio judío de Montevideo en el que, veteranos comerciantes hebreos viven desde hace añares. Hoy en día las pandillas de delincuentes manejan el barrio, hecho que se agrava cuando el tano (Camilo Parodi, actor de nacionalidad argentina) sale de la cárcel para reasumir el mando del grupo. La disputa por el control del barrio generará más de un conflicto. Lo mejor de Reus es la cotidianeidad que refleja entre los delincuentes marginales. La relación entre los integrantes de las bandas, sus códigos, su dialecto, sus familias, sus escondites y su modus operandi para realizar los atracos, son de una naturalidad sin igual. La cámara en mano deambula constantemente entre los personajes como si fuera un personaje más, haciendo de esta forma partícipe al espectador de ese mundo particular. Se aprecia un gran trabajo actoral para lograr que el costumbrismo no se vea forzado en ningún momento, y fluya de manera espontánea. La minuciosa descripción que la película realiza invita al conocimiento de una clase social no habitual en la representación del costumbrismo en el cine uruguayo. Sin embargo Reus tiene problemas en el desarrollo de su estructura dramática. La tensión generada entre ambos bandos que se disputan el control del barrio –comerciantes judíos y malandras marginales- no llega a tener el impacto planteado, puesto que el film se detiene en heterogéneas situaciones cotidianas que diversifican el curso de la historia. El eje central queda sosiegado perdiendo fuerza narrativa hacia el final. De igual modo, y partiendo de los films antes mencionados a los que Reus refiere, lo fundamental funciona y es el retrato efectivo de este grupo de marginales desde el interior de sus realidades.
En muchos países de Latinoamérica, el cine de género (y a veces, el cine en general) es escaso o nulo. Aunque hubo algunos exponentes, en Uruguay recién desde hace poco empezaron a realizarse films de ese estilo. La Casa Muda, que tuvo su remake Hollywoodense, y el corto Ataque de Pánico, de Fedrico Álvarez (quien está preparando la nueva versión de Diabólico, ópera prima de Sam Raimi), son muestras de que se está yendo por un camino interesante. Además de su calidad, tiene repercusión y triunfan en la taquilla...
Ciudad de Dios “Tu barrio… ¿te gusta cómo está quedando?” La frase resuena como un eco cercano y atemorizante al final de la película y del trailer, y es una excelente síntesis del tema, y de la forma en que fue abordado, del nuevo film uruguayo Reus. Con un pie en el cine de género (el policial) y otro en la realidad (la de un Montevideo cada vez más clasista, discriminatorio y violento), Reus, que debe su nombre al barrio marginal de la capital uruguaya, convoca a la reflexión sobre temas candentes como la inseguridad y la consiguiente problemática social. Con un elenco profesional más un ensamble de actores amateurs convocados a lo largo de dos años de castings, Reus pretende ser dos cosas, al menos: testimonio social y obra cinematográfica lograda, con suficientes méritos artísticos para destacarse y diferenciarse de otros productos sensacionalistas, más dignos de la “prensa roja” que de la denuncia. Cuando “El tano” (Camilo Parodi) regresa a su viejo barrio, el Reus, luego de cumplir una condena presuntamente instigada por un comerciante israelita (quien ya no habita en el Reus, sino en el más coqueto y gentilizado Pocitos), se encuentra con una serie de cambios contundentes. La miseria y la violencia han crecido exponencialmente, y una nueva droga, la pasta base (el residuo del “fondo de la cacerola” luego de refinar cocaína de mayor pureza) hace estragos entre los jóvenes. También han cambiado los códigos: los delictivos y los de la ley, que impone una implacable “mano dura” para combatir el crimen. La intención de Reus, en principio, es poner en foco la confrontación y la escalada de violencia por parte de emergentes sociales varios. Pero en el derrotero reivindicatorio de “El tano” y de Don Elías (Walter Etchandy), el poderoso comerciante judío que lo enviara tras las rejas, no parece haber medias tintas: de un lado las clases sociales acomodadas, y del otro los marginalizados, sumergidos en la miseria material y casi sin posibilidades de escaparle al destino. Lejanamente emparentada (por la temática, no por la calidad) con el cine de Adrián Caetano (Un oso rojo, 2002), Reus se desploma a mitad de camino por su incapacidad para resolver situaciones dramáticas de modo convincente, y también por su poco efectivo cruce de géneros. Detrás de todo testimonio de confrontación social, es sabido, se oculta una malaise mucho más profunda que la exteriorizada por las diferencias económicas y de oportunidades. En ese sentido, el mayor fallo de Reus, tal vez, radica en su confusa premisa sobre buenos y malos, sobre el bien y el mal, con una balanza que zigzaguea sin rumbo alguno. Y su mayor logro, justo es aclararlo, es el intento, no del todo logrado pero siempre válido, de producir un cine socio-realista, actual, contundente en su intención.
El choque urbano Fallido policial uruguayo centrado en un enfrentamiento entre bandas. Reus es un barrio montevideano en el que, al menos en los años que pinta la película que lleva ese título, se había tornado un sector peligroso, con bandas de delincuentes que robaban tanto a los negocios como a los transeúntes -ante la aparente impotencia de la policía-, motivados por la necesidad de dominar el barrio y conseguir drogas. Una banda de barrio, sin grandes conexiones, más salvaje por inexperiencia y descontrol que por otra cosa. En un combo que mezcla varias películas policiales juntas, por un lado la banda entra en crisis por el regreso de la cárcel de El Tano, su veterano jefe, que no acepta algunas de las prácticas más salvajes de los más jóvenes metidos en el consumo de la pasta base. Por otro, la policía y los comerciantes del lugar (en su mayoría judíos, ya que Reus tiene algo del Once porteño) deciden que ya es hora de parar de alguna manera estos robos violentos y deciden tomar cartas en el asunto. En el medio, se realiza allí un bar mitzvah (cumpleaños de 13) del hijo de Don Elías –el enemigo declarado del Tano-, justo cuando el fuego entre ambas partes empieza a crecer. El enfrentamiento es entre Elías y el Tano, pero allí tallan ex fuerzas de choque de la época de la dictadura y los elementos más densos de la banda, lo que hace que el asunto se vaya de las manos. El filme, codirigido por tres directores, también se va bastante de las manos, ya que pese a su tradicional estructura, casi nunca logra volverse convincente, pareciendo todo el tiempo una exagerada representación, casi caricaturesca, tanto de los delincuentes (en una onda “viejita” sobreactuada a la enésima potencia) y aún más de los comerciantes y parapoliciales que no hacen más que repetir frases salidas del manual del policial. Un éxito en Uruguay, Reus se plantea como un filme realista a la Pizza, birra, faso , pero en realidad es tan forzado y excesivo como Ciudad de Dios , aunque sin la solidez técnica de aquel más que discutible pero incuestionablemente potente filme brasileño.
Un film que se asienta en lo formal, pero que pierde en la historia Más afecta a historias costumbristas y a un minimalismo narrativo, la producción uruguaya encuentra en Reus una película que -sin perder de vista el costado de crítica social- incursiona de lleno en el cine de género. En la línea de otras películas latinoamericanas como la mexicana Amores perros o la brasileña Ciudad de Dios , esta ópera prima de Eduardo Piñero, Pablo Fernández y Alejandro Pi narra el enfrentamiento entre representantes de distintos grupos y diferentes clases sociales: el Tano (interpretado por el argentino Camilo Parodi, hijo de Teresa Parodi), un marginal recién salido de la cárcel, y Don Elías (Walter Etchandi), líder de la comunidad judía que desde hace décadas se ha asentado en el decadente barrio del título. Precisamente, la descripción de la dinámica barrial y los valores de la producción (sofisticadas tomas aéreas, escenas callejeras o en boliches con bastante despliegue de extras y una ambiciosa banda sonora) son lo mejor de una película que en muchos pasajes peca de subrayada y torpe. El film intenta abarcar demasiados temas que, para colmo, están condensados (simplificados) en conceptos básicos y de impacto popular (los efectos de la droga, la mano dura, el ojo por ojo, la venganza por mano propia, la tortura, la escalada de violencia, la inacción o la corrupción policial). Así, esta mirada a la pérdida de los viejos códigos de convivencia y a la progresiva desintegración social se torna demasiado obvia, con diálogos -o intervenciones de los medios de comunicación- que resultan casi siempre didácticos. Ni la edición vertiginosa ni el montaje paralelo logran darles ritmo, intensidad ni tensión dramática a las escenas de acción, que, además, llegan demasiado tarde. Así, más allá de su interesante apuesta y de su solidez técnica y formal, Reus falla en aspectos esenciales, indispensables para sostener una apuesta como la del thriller.
Unas ansiedades confrontadas El título de la película refiere al viejo barrio de "Reus", en Montevideo, en el que según se dice, la comunidad judía que emigró a ese lugar del Río de la Plata, abrió sus primeros negocios, sus templos y fueron formando sus familias. En ese barrio en el que muchos son comerciantes, como ocurre en zonas periféricas de cualquier gran ciudad, conviven también grupos de delincuentes, que sobreviven a partir de pequeños robos. Don Elías, uno de los protagonistas de esta crónica de costumbres, tuvo en algún momento como empleado al Tano, pero éste le hizo una mala jugada y fue a parar a la cárcel. En el presente el Tano está en libertad, pero recluído en un lugar clandestino, lejos de su mujer y su pequeño hijo a los que ama. A la familia la cuidan los delincuentes que hace los trabajos sucios que encarga el Tano. La convivencia entre delincuentes y los comerciantes es de un cierto "aguante" mutuo, pero todo se complica cuando una nueva generación sigue los pasos de la banda del Tano y entonces despierta entre ambos grupos, un enfrentamiento por defender el territorio. FALENCIA OFICIAL "Reus" es una película que muestra lo de siempre, cuando las instituciones oficiales fallan, la gente busca hacer justicia por mano propia. Eso es lo que sucede entre don Elías, que lidera a los comerciantes del barrio y la banda del Tano. El filme cuya dirección y guión comparten Eduardo Piñero, Pablo Fernández y Alejandro Pi, por momentos se vuelve bastante obvio en su planteo, en su desenlace en cierto modo previsible, pero contempla algunos aspectos a tomar en cuenta. Uno de ellos es cómo los directores confrontan una y otra familia. La de la comunidad judía con sus tradiciones que se mantienen de una generación a otra y la de los delincuentes, que a su manera también intentan preservar el valor de los afectos y el lugar que cada integrante ocupa dentro del grupo. Con una estética que por momentos remite a la década de 1950, un tono costumbrista en su enfocar ese barrio de viejas edificaciones, de comidas familiares, de aspectos que hacen a la religión que se profesa, "Reus", es un filme en cierto modo original, a pesar de sus falencias, que encierra una identidad tan propia como bien definida en su idiosincracia rioplatense.
Enemigos de barrio Presentada como el primer policial de la historia del cine de Uruguay y luego de ser exhibida con éxito en su país, se estrena en las salas porteñas Reus, dirigida conjuntamente por Eduardo Piñero, Pablo Fernández y Alejandro Pi. Estamos ante un film realizado de manera colectiva y con fondos uruguayos, que apuntaba inicialmente al público local. Tras el prestigio alcanzado con la convocatoria de más de 50.000 espectadores, traspasó el circuito comercial local para recorrer numerosos festivales de todas las latitudes. En el barrio montevideano e histórico de Reus, equiparable con nuestro Once, conviven, no muy pacíficamente, dos bandas de delincuentes enemistadas y un grupo de comerciantes judíos preocupados, cada vez más, por la inseguridad creciente. Por un lado se encuentra “el tano”, que recién sale de la cárcel y la banda delictiva que lidera. Por otro, Don Elías, comerciante cuya esposa e hijo están con los preparativos para celebrar el Bar-Mitzvá. A medida que avanza el film, el vandalismo, los robos y el consumo de drogas como la “pasta base” acechan las calles y los negocios del distrito comercial de manera alarmante. Más allá de pertenecer a contextos sociales radicalmente opuestos, “el tano” y Don Elías tienen en común el rol de padre abandónico, en tanto colocan en primer término la venganza y los ajustes de cuentas, poniendo en riesgo el cuidado de sus familias. La disputa no es otra que la del territorio, y cada uno quiere defender el suyo. La necesidad de combatir los delitos revela, a su vez, la corrupción policial. Los códigos de convivencia que antes imperaban se han perdido y no queda otra salida que la justicia por mano propia, porque la ley ya no interviene sino es a fuerza de sobornos. La impronta fuertemente realista nos recuerda inmediatamente el realismo urbano que introdujo en el cine argentino Pizza, birra, faso (1997, Adrián Israel Caetano y Bruno Stagnaro), sólo que aquí se suma a las locaciones naturales y al empleo de gran cantidad de actores no profesionales el punto de vista de la clase media trabajadora. Es interesante la elección por parte de los directores de mostrar el contraste de cada historia mediante el recurso del montaje paralelo. De esa manera se alternan imágenes de la familia de Don Elías e imágenes de la otra “familia”, realzando el conflicto entre los bandos. Los movimientos bruscos de la cámara del lado de los “pungas” refuerzan a su vez la sensación de realismo y enfatizan el contraste, funcionando además como contrapunto frente a la estabilidad de la imagen del lado de los comerciantes. Al incursionar en el cine de género y más precisamente en el policial, la sólida estructura narrativa de Reus y la ejemplar dirección de actores, convierten al film en un valioso antecedente que seguramente abrirá nuevos caminos en la producción cinematográfica uruguaya.
Un policial uruguayo con buenas intenciones El cine realizado en Uruguay (que también entregó La casa muda) apuesta ahora al género policial con esta película que cosechó cincuenta mil personas en su país. Reus es el nombre de un barrio de Montevideo, en el que conviven trabajadores y comerciantes judíos que deben soportar el acoso y los robos continuos por parte de la familia del Tano (Camilo Parodi), una pandilla que se mueve entre la pasta base y la impunidad. Un gran golpe se está gestando para derrotar a Don Elías, un viejo y poderoso empresario de la zona que envió al tano tras las rejas. Los directores Eduardo Piñero, Pablo Fernández y Alejandro Pi heredan la estética de Pizza, birra, faso para contar esta historia que habla sobre los códigos, la "familia" (en el término amplio de la palabra) y el negocio. No siempre dan en el blanco con las situaciones que se presentan (extensos diálogos y escenas que se extienden más de lo debido entre los antagonistas) y dejan lo mejor para los cinco minutos finales.´ Esta es una película de contrastes que concentra demasiados personajes secundarios a cargo de actores que, en su mayoría, no son profesionales. El ataque al negocio o la visita de Don Elías al comisario corrupto no tienen ni la intriga ni la adrenalina que requiere este tipo de relatos. Un film con buenas intenciones que radiografía con violencia una porción de la realidad pero al que le faltan varios cartuchos para lograr un sólido policial.
La producción audiovisual no es muy vasta, no tiene demasiada historia, pero siempre conservó una naturalidad que era otorgada por ser reflejo de su propia sociedad, sin más aditamentos. El trío de directores noveles Pablo Fernández, Alejandro Pi y Eduardo Piñero trataron de instalarse en un genero especifico como es el policial negro. En este caso ennegrecido para con los elementos que despliega la misma elección: hacer una radiografía de un grupo de personas en un espacio delimitado, en un tiempo determinado, en un pasado reciente. Varios grupos antagonistas, pobladores del barrio Reus, que da título a la producción, que no interactúan sino que están en pleno conflicto, entre los comerciantes victimas de la violencia de un grupo de jóvenes adictos a la pasta base, que asaltan a todos, tratando de desplazar a otro grupo de ladrones mayores. Cuando vuelve después de purgar su condena el Tano, (Camilo Parodi), capo mafia de éste último grupo, tratará de poner orden, pero este Al Capone del subdesarrollo, desde su construcción y proguresión, esta pasado por lavandina, al igual que la mayor parte de los personajes, débiles en el sentido cinematográfico del termino, hasta su principal contrincante, el jefe de los comerciantes, Don Elías (Walter Echandi), al que quieren hacer aparecer como un vengador, muy lejos del personaje Paul Kersey interpretado por Charles Bronson, en “El Vengador Anónimo” (1974) El otro problema que se suscita es que al mismo tiempo intentan darle un tono realista al filme, en parte del orden de “Pizza Birra Faso” (1998), de Adrián Caetano y Bruno Stagnaro, que lograban la excelencia exenta de lo pretencioso. En este caso no sólo no repite sino que intentando emular desde lo técnico y desde lo radiográfico a la brasilera “Ciudad de Dios” (2002) termina por no definirse, pero mostrando al mismo tiempo pretensiones y torpeza. Demasiados temas son los que intenta abarcar, todos enunciados, ninguno desarrollado como corresponde. Así transita la corrupción policial, los tentáculos del poder, sobre todo el económico, describiendo una sociedad plagada de injusticias y grandes diferencias sociales, la venganza, la violencia parapolicial, la inseguridad reinante y la seguridad contratada por los pudientes El feudo se ha roto, ahora los límites son imprecisos. Es real que en cuanto a formalismos la realización cumple, tiene algunos planos muy bien concebidos. Abre con una toma aérea del barrio para luego con un tilt down, todo un movimiento de la cámara bastante específico y determinante, posarse en un grupo de marginales violentos. Esa primera toma podría haberse leído sugestivamente como la mirada de Dios, aunque es verdad que debería haber partido de un plano cenital, no es el caso, entonces por repetición indiscriminada del recurso da por tierra con el sugerente discurso y termina cansando. Lo mismo ocurre con otras cuestiones inherentes al arte. Ni el diseño de montaje, instalado por momentos de cortes rápidos, más acorde a un filme de acción, o el abuso del montaje paralelo como sólo recurso de virtuosismo inútil. En relación al guión, hasta se podría decir que es lo único coherente, como si hubiesen tomado el libro de “Como hacer personajes tipo maquieta” y poner todos juntos. Los diálogos son tan inverosímiles que por momentos dan risa. Alguien debería haber pedido algún asesoramiento, aunque más no sea en este rubro.
Me gustan este tipo de películas. Las siento emparentadas con "Ciudad de Dios" de alguna manera, a quien tengo por primera referencia en el tema. La descripción y el abordaje de la problemática de las pandillas y sus conflictos, es una veta muy interesante para narrar. Mucho más, en un terreno donde hay pocos exponentes del tema. Llega "Reus" a nuestras pantallas, y lo primero que notamos es que se inscribe dentro de las revelaciones de este año. Sin dudas, el film uruguayo, tiene valores que sustentan tal afirmación. Pensada y ejecutada por un trío de cineastas convencidos (Alejandro Pi, Pablo Fernández y Eduardo Piñero han tenido que bregar mucho para poder filmar su proyecto), "Reus" se presenta en sociedad apostando a crear un retrato convencional, lejos del espíritu festivalero que ha tenido el cine oriental en estos últimos tiempos. Se nota en la película un esfuerzo claro por hace un cine accesible, bien contado y a la altura del conflicto que presenta. Esta es la historia de una contienda en las calles del Reus, un barrio de Montevideo (que dicho sea de paso, ya no es lo que la peli presenta, ha cambiado). La marginalidad se respira en sus calles y permanecer sin protección en dicho lugar no es una buena idea. Hay aquí una lucha de intereses cruzados instalada, por un lado están los comerciantes (históricos del barrio), quienes intentan que haya paz en su barrio, están cansados de vivir amenazados y ya no son tan dóciles como en otras épocas. Enfrentados a ellos, encontramos a "El tano", quien sale de la cárcel después de haber sido delatado y lidera un grupo de delincuentes "con códigos" que busca vengarse de quienes lo entregaron y poner las cosas en órden para los suyos. Por otro lado, la sangre nueva está representada por "Los pibes", jóvenes que tienen una fuerte adicción a la pasta base y subordinan toda negociación a sus necesidades primarias. Todos, desde ya, tienen clara su posición y están dispuestos a defenderla, a como de lugar. Ah, y está la policía que completa el cuadro. Con todo lo que eso significa! No queremos contar mucho más, sino invitarlos a que se adentren en el corazón de cada grupo y vivan desde adentro, esta guerra, codo a codo con sus protagonistas. Si bien es cierto que promediando el metraje el guión se desinfle un poco o que los aspectos técnicos en algunas balaceras no estén a la altura de las circunstancias, hay que reconocer que sus directores han hecho un producto típico de género que llama la atención. "Reus" es un film independiente hecho con mucho esfuerzo y eso se nota en cada fotograma. Está haciendo camino en el exterior a pesar de no dar con el perfil que tradicionalmente el cine uruguayo ofrece fuera de sus fronteras. La película trae aire fresco al género y nos ilumina el rostro: necesitamos más cine que cuente estas historias. Y que lo haga bien, como en este caso. Una curiosidad en cartelera que no deberían dejar pasar.