Reus

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

La producción audiovisual no es muy vasta, no tiene demasiada historia, pero siempre conservó una naturalidad que era otorgada por ser reflejo de su propia sociedad, sin más aditamentos.

El trío de directores noveles Pablo Fernández, Alejandro Pi y Eduardo Piñero trataron de instalarse en un genero especifico como es el policial negro. En este caso ennegrecido para con los elementos que despliega la misma elección: hacer una radiografía de un grupo de personas en un espacio delimitado, en un tiempo determinado, en un pasado reciente.

Varios grupos antagonistas, pobladores del barrio Reus, que da título a la producción, que no interactúan sino que están en pleno conflicto, entre los comerciantes victimas de la violencia de un grupo de jóvenes adictos a la pasta base, que asaltan a todos, tratando de desplazar a otro grupo de ladrones mayores. Cuando vuelve después de purgar su condena el Tano, (Camilo Parodi), capo mafia de éste último grupo, tratará de poner orden, pero este Al Capone del subdesarrollo, desde su construcción y proguresión, esta pasado por lavandina, al igual que la mayor parte de los personajes, débiles en el sentido cinematográfico del termino, hasta su principal contrincante, el jefe de los comerciantes, Don Elías (Walter Echandi), al que quieren hacer aparecer como un vengador, muy lejos del personaje Paul Kersey interpretado por Charles Bronson, en “El Vengador Anónimo” (1974)

El otro problema que se suscita es que al mismo tiempo intentan darle un tono realista al filme, en parte del orden de “Pizza Birra Faso” (1998), de Adrián Caetano y Bruno Stagnaro, que lograban la excelencia exenta de lo pretencioso. En este caso no sólo no repite sino que intentando emular desde lo técnico y desde lo radiográfico a la brasilera “Ciudad de Dios” (2002) termina por no definirse, pero mostrando al mismo tiempo pretensiones y torpeza.

Demasiados temas son los que intenta abarcar, todos enunciados, ninguno desarrollado como corresponde. Así transita la corrupción policial, los tentáculos del poder, sobre todo el económico, describiendo una sociedad plagada de injusticias y grandes diferencias sociales, la venganza, la violencia parapolicial, la inseguridad reinante y la seguridad contratada por los pudientes El feudo se ha roto, ahora los límites son imprecisos.

Es real que en cuanto a formalismos la realización cumple, tiene algunos planos muy bien concebidos. Abre con una toma aérea del barrio para luego con un tilt down, todo un movimiento de la cámara bastante específico y determinante, posarse en un grupo de marginales violentos. Esa primera toma podría haberse leído sugestivamente como la mirada de Dios, aunque es verdad que debería haber partido de un plano cenital, no es el caso, entonces por repetición indiscriminada del recurso da por tierra con el sugerente discurso y termina cansando.

Lo mismo ocurre con otras cuestiones inherentes al arte. Ni el diseño de montaje, instalado por momentos de cortes rápidos, más acorde a un filme de acción, o el abuso del montaje paralelo como sólo recurso de virtuosismo inútil.

En relación al guión, hasta se podría decir que es lo único coherente, como si hubiesen tomado el libro de “Como hacer personajes tipo maquieta” y poner todos juntos. Los diálogos son tan inverosímiles que por momentos dan risa. Alguien debería haber pedido algún asesoramiento, aunque más no sea en este rubro.