Retrato incompleto de la canción infinita

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

CAMINAR AL COSTADO DE LA FAMA

Daniel Melero es una de esas figuras singulares del rock nacional: estuvo siempre en el centro de la escena, fue parte del despertar del género en la ochentosa post-dictadura, fue precursor del uso de la electrónica con su grupo Los Encargados, participó de discos emblemáticos (Oktubre, Dynamo, Canción animal, por citar algunos) y sin embargo nunca fue una figura famosa, de esas que acribillan con pedidos de autógrafos a la salida de un recital. Como bien dice sobre el final de Retrato incompleto de la canción infinita, el documental de Roly Rauwolf que lo tiene como protagonista, “la fama es algo que te dan los otros, el éxito es algo que lográs vos”. Melero se considera exitoso. Y vaya si lo es. Esta película, entonces, le hace un ligero homenaje a esa carrera extensa y aparentemente marginal que ha desarrollado.

Una de las cosas más disfrutables que hay a la hora de escuchar a un artista es cuando tiene la capacidad de observarse, analizarse y pensarse. No tanto desde un sentido poético sino más bien desde una perspectiva profesional, concreta, entendiendo que -en este caso- lo de hacer canciones no es más que un oficio. Y Melero tiene esa capacidad. La película lo acompaña, pues, con atractivas imágenes de archivo en la que se lo puede ver trabajando canciones en la sala de ensayo o con Los Encargados en el programa juvenil Feliz domingo… ¡presentados por Silvio Soldán! Lo demás es el artista y la cámara, recorriendo su historia musical pero también la personal. En ese sentido el documental de Rauwolf cumple tanto el objetivo del hallazgo como el de reconstruir a su personaje. Lo hace el propio Melero cuando explica desde la actitud el rol que ha decidido componer dentro de la historia del rock nacional. En su decir hay ideas claras y un archivo que comprueba la coherencia del camino emprendido. Algo que no parece sencillo en el vanidoso mundo del arte.

Es verdad que Retrato incompleto de la canción infinita parece por momentos algo pequeño, casi como un especial televisivo de algún programa sobre rock. Si la idea es sacar a la luz la figura de Melero, la pregunta es si la película tiene la suficiente ambición y si encuentra un destinatario más allá del seguidor del músico. Sin embargo en esa sencillez de la película hay también una cercanía con el pudor que el propio Melero eligió a la hora de llevar adelante su carrera. Incluso el propio título del documental es dueño de una honestidad soberana acerca de aquello que no se puede completar o abarcar. El mundo del artista, su vida, es una suerte de maquinaria en constante movimiento. No está mal que en un presente donde el género documental parece tener más certezas que dudas, alguien deje en suspenso una idea, un concepto. Tal vez la sencillez de la película sea la más cabal representación del arte de Daniel Melero.