Retiro voluntario

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

La nueva producción argentina-española Retiro Voluntario, dirigida por Lucas Figueroa, intenta desde el humor centrarse en el mundo de la crisis laboral, exacerbando los estereotipos y clichés típicos del género.
Javier (Imanol Arias) es un ejecutivo español de una importante empresa de telecomunicaciones. Para él, su vida no puede ser mejor: tiene una esposa joven, un auto último modelo y un ascenso prometido. Este crecimiento laboral además de traer una gran cifra de dinero, también trae el inicio de su karma. Su estabilidad económica se ve violentada por un hombre (Darío Grandinetti) que, frente a un malentendido, comienza a perturbarlo física y mentalmente. Luego de pasarle mal una dirección, el hombre pierde una entrevista laboral y le exige a Javier la remuneración que iba a cobrar.

En medio de idas y vueltas, el empresario se verá envuelto en un sinfín de situaciones y en un juego psicológico que pondrá en peligro su tan preciado estilo de vida. No sólo deberá lidiar con un hombre temperamental sino también con los directivos de la empresa, quienes en medio de un recorte presupuestario buscan despedir a la mayoría de sus empleados. Incluyéndolo a él.

Desde el principio el enfoque de la película se vuelve superficial, ya que utiliza un humor básico para adentrarse en un tema latente en el país como lo es la crisis laboral y los despidos masivos. Su único fuerte es el elenco multifacético (Silva, Luque, Solá, además de los nombrados) que intenta en cierta forma darle frescura a un guion que carece de profundidad.

Todo parece forzado, desde las interpretaciones hasta los diálogos. Lo más preocupante es el poco espacio femenino. Dentro del film hay sólo dos mujeres que, obviamente, caen en los típicos estereotipos adoctrinados por el machismo: el rol de la mujer consumista e infiel y el de la secretaria sumisa y servicial. Absolutamente todo se reduce en clichés: el juego de poder, la burocracia empresarial y la idiosincrasia argentina.

Teniendo en cuenta la apuesta económica de ambos países, es raro que depositen tanto capital en producir un film que carece de valor argumental. Lo gracioso roza lo ridículo y el reclamo social que intentan debatir es desmerecido a medida que los minutos avanzan. Lo único rescatable, de a ratos, es el tango que utilizan como música de fondo.