Retiro voluntario

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Una comedia fallida sobre el drama del desempleo

La compañía de capital español está en plena expansión pero la orden es hacer algunos retoques en la planta de empleados. Retiro voluntario, de Lucas Figueroa, utiliza un tema sensible, cercano a la tragedia social, pero impone en su tratamiento las reglas de la comedia, alejada de cualquier sutileza o metáfora.

Javier (Imanol Arias) es el gerente español que sufre la culpa por el recorte sin anestesia que debe realizar si quiere un lugar en el consejo directivo de la empresa y seguir con el estilo de vida lleno de comodidades. El azar lo cruza con un hombre desquiciado que le pide una dirección (Darío Grandinetti) y de esa manera inicia la relación extorsiva, tan desfachatada como inverosímil.

El alto ejecutivo entra en la maraña de amenazas con pocos reflejos. Mientras Imanol Arias lucha infructuosamente con el personaje para hacerlo creíble, Grandinetti arma a fuerza de mucho oficio, la caricatura del tipo que quiere plata.

De repente, aparece Luis Luque en el rol del recepcionista de la compañía y se convierte en el protagonista. El actor luce el registro alocado que necesita la película, aunque no puede salvarla solo.
En tanto Miguel Ángel Solá interpreta al gerente de recursos humanos que siempre encuentra el modo de prevalecer. El actor participa en pocas escenas, un gancho publicitario que cubre la necesidad del guion simplón. Funciona como un malvado sin matices, una piedra en el camino del bueno de Javier.

En medio de la línea de operadores del call center se habla de una reducción del 30 por ciento de los puestos de trabajo, se busca información real sobre los movimientos de la empresa y el gerente se relaciona con personajes de conducta que roza el delito.

La película incluye también un cóctel de milonga, fútbol y mucho insulto argentino, una fórmula a la medida de la coproducción entre Argentina y España.

El manejo del absurdo requiere talento. En Retiro voluntario las peripecias son clichés, salidas rápidas, un guiño a Matrix, sin sentido, y la construcción de un antihéroe rico.

La historia se agota en un juego ridículo de trompadas, insultos y delirios a fuerza de porro.