Resurrección

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Plaga infernal

Que uno de los primeros estrenos nacionales del año sea una película de terror, y no sólo de terror, sino también de época, es algo bienvenido. Indica que géneros que hasta hace no más de 10 años eran periféricos y a menudo ignorados en el cine nacional, han logrado tener un peso que los ha llevado a tener mayor consideración en el circuito comercial (o mainstream). Por supuesto, esto va acompañado de realizadores que han sabido no sólo contar una historia, sino también tomar los códigos del género y hacerlos propios con el profesionalismo que se necesita para su exposición en las principales salas del país. El caso de Resurrección, film de Gonzalo Calzada, es sin duda un caso particular más allá de sus irregularidades, que no le impiden -sin embargo- ser un film recomendable.

Resurrección se sitúa en la Buenos Aires del Siglo XIX, azotada por una plaga de fiebre amarilla que ha diezmado a gran parte de la población, llevando a la desesperanza y la anarquía. En ese contexto, un cura interpretado por Martín Slipak decide dirigirse desde un monasterio de Córdoba hacia Buenos Aires para emprender una misión mística y darles salvación a los cuerpos de los afectados por la enfermedad. Cuando llega y finalmente confronta la situación con su familia, encuentra un panorama desolador que lo lleva a entrar en crisis con sus valores y el sentido de su misión. Cómo en todo film de terror gótico con elementos sobrenaturales, la cuestión de la crisis de fe es central, no sólo para definir al protagonista, sino también para definir a un determinado contexto social. Por supuesto, la película se encarga de dar los giros necesarios para que cuestionemos incluso aquello que nosotros creemos sobre los personajes.

Al igual que en La plegaria del vidente, policial negro que se focalizaba en el caso de “El loco de la ruta”, tenemos personajes centrales en crisis que terminan cayendo por el peso propio de sus obsesiones. En este sentido, el relato estructurado en cuatro partes cierra de forma más solida que en La plegaria del vidente, a pesar de contar hacia el final con un largo flashback que reconstruye las partes del film que responden a la intriga. El problema es que esta intriga no siempre logra sostenerse a lo largo de los poco más de 100 minutos, que terminan resultando densos, entre diálogos que por momentos suenan forzados e impiden que la película fluya con mayor solvencia. Otras irregularidades pueden observarse en las actuaciones: a pesar de su versatilidad, Slipak, actor que ya ha abordado varios géneros sin problemas, se encuentra por momentos sobreactuado y eso resta verosímil a la progresión de su personaje a lo largo de la primera parte del film (Pasión). Por otro lado, Vando Villamil se encuentra en un registro caricaturesco que atenta contra la propia incógnita que resulta su personaje -en particular en su primera aparición-, mientras que Patricio Contreras hace todo lo contrario: sorprende con sutileza a lo largo del film para que cuando se termina de resolver la trama resulte algo inesperado.

Mucho del atractivo del film se encuentra en el apartado visual. No sólo hay un trabajo de reconstrucción histórica exhaustivo, sino que el lineamiento clásico del film rescata una composición elegante de los encuadres: cuando no hay desplazamiento, no hay un sólo fotograma que no transmita información que enriquezca el relato. Mención aparte para la brillante introducción con dibujos de esa leyenda del comic nacional, Enrique Breccia. Por otro lado, también podemos encontrarnos con algunas secuencias de acción donde la edición resulta anti-climática y confusa o travellings que no terminan de ser orgánicos a una secuencia (pienso en algunos exteriores de la casa, por ejemplo).

Tan audaz como irregular, pero sin pasar desapercibida por su cuota de originalidad, Resurrección es un film que más allá de sus falencias merece ser visionado como el puntapié de lo que esperamos sea la cosecha de films de igual calidad a lo largo del 2016 en el panorama del terror.