Respirar

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Fondo y superficie

María Canale se luce bajo las órdenes del director uruguayo Javier Palleiro en un rol donde se mete en la piel de Julia. Ella atraviesa un derrotero de pérdidas y transita por la treintena. El detonante de esta historia responde al dilema de seguir con un embarazo no deseado o suspenderlo por vía legal, dado que este relato se desarrolla en Uruguay, país donde la práctica del aborto no es punible en ningún caso, aunque para que una mujer aborte debe pasar por una serie de instancias que implican consultas con profesionales y una alternativa a suspender el tratamiento en un lapso de unos días en que se toma finalmente la decisión.

Para Julia no hay tiempo de pensar en qué es lo mejor pero sí persiste en ella la urgencia de encausar su vida, sin pareja ni presente asegurado. Conseguir un trabajo que la saque de su puesto de vendedora de anillos de compromiso para encontrarse en el buceo y formar parte de un equipo de trabajo diferente puede ser una primera opción. También las idas y venidas con un ex, reconciliaciones y peleas que derivan en proyectos de familia si es que tiene el bebé, una mudanza en puerta y la sensación constante de ahogo por las pérdidas con las que debe lidiar.

Lo interesante de esta película de Javier Palleiro, también guionista, obedece a su tono intimista y a la confianza en el desempeño de María Canale, todos los planos de Respirar se concentran en su emoción, en el trabajo minucioso de la gestualidad, los raptos de enojo pero también de esa fragilidad que transmite su estado de ánimo, su conducta errática. Fondo y superficie conviven en em mismo personaje en crisis existencial, más allá del aborto, las decisiones difíciles sobre el propio cuerpo y las consecuencias de decidir.

No sólo María Canale se destaca, sino que está muy bien acompañada por Esteban Bigliardi y César Bordón, el primero como el ex y el segundo como el padre, a veces contenedor de su propia hija y otras observador de lujo en su quehacer cotidiano.

El otro observador de lujo es el propio director, con una cámara que escudriña en la intimidad de Julia, busca el plano más adecuado para transmitir su procesión interna y esa mezcla entre inmersión y la necesidad de salir a la superficie para impregnar de un aire distinto al asfixiante camino del dilema de ser o no madre.