Resident Evil: Capítulo final

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Una de las sagas más exitosas del mundo del cine, la saga más exitosa basada en videojuegos; nos está anunciando el final. Es la sexta y ¿última? Entrega de Resident Evil.
Iniciada allá por 2002 – recordar que acá, plena crisis, su primera entrega llegó directo a video pese a ser un éxito –, RE se apartaba de la historia del videojuego creado por Capcom con un espíritu propio, personajes diferentes, y un resultado que, si bien no la convertían en ninguna maravilla, cumplía su cometido de film de acción y terror con zombis y un escenario cerrado destructivo. También creaba una heroína, Alice.
Pasaron otras cuatro películas, la historia fue variando de película a película, hasta llegar a este punto que, como nos prometían al final de la entrega anterior, sería la batalla final por la supervivencia.
Si bien se trata de una saga que fue mutando (más que el T-Virus), que cambió de director en dos oportunidades, y que no se tomó nunca muy en serio; hay una mínima lógica que toda historia episódica/continuada debe mantener, más aún, siendo que el guionista de las seis películas es el mismo, el propio Paul W. S. Anderson; realizador de la primera, cuarta, quinta, y esta sexta entrega que nos trae. Aquí lo llamativo, Resident Evil: El Capítulo Final, parece haber sido escrita sin haber visto, las partes previas; y más, sin leer las páginas previas de su propio guion mientras va avanzando. Las inconexiones han llegado a un punto extremo.
La historia es de por más sencilla y no se pide otra cosa; Alice (Milla Jovovich, inoxidable) ha sido traicionada en su batalla en Washington (el punto que nos prometía el anterior final) y se encuentra vagando por el desierto apocalíptico en busca de más venganza.
En ese trayecto, primero será contactada por La Reina Roja (Ever Anderson) el otrora perverso programa de seguridad del edificio de la Corporación Umbrella que ahora, le brinda un dato fundamental, en El Panal – el mencionado edifico que en alguna entrega vimos explotar en pedazos – se encuentra una única muestra (por supuesto) de antídoto para el T-Virus central en la historia de la saga, que convierte a los humanos en zombis y luego en monstruosidades varias.
Alice deberá volver donde inició toda la historia no sin antes rencontrarse con viejos conocidos, los villanos Dr. Isaacs (Iain Gleen) a quien ya creía muerto – esto por lo menos más o menos lo explican – y Wesker (Shawn Roberts); y la aliada Claire Renfeld (Ali Larter) de quien hace rato no sabíamos nada, y de pronto aparecerá sin demasiadas explicaciones liderando a un grupo de soldados rebeldes. Este es todo el argumento, más algún intento en vano de sorpresa como para darle un supuesto final a la historia general.
Decir que tiene momentos ridículos, que puede causar risas involuntarias, y que los actores son puestos a expresar emociones que parecieran incapaces de alcanzar por lo menos en este contexto; estaría siendo de más; no se le pide a esta historia ningún tipo de peso dramático, ni menos seriedad o solemnidad. Las escenas de acción cumplen el ritmo de esa edición salvaje y aunque no guardan la mínima verosimilitud (otro punto que tampoco se le exige) están bien hechas, aprovechan la posibilidad del 3D, y al fin y al cabo es lo que los seguidores vienen a ver como plato principal.
Lo que sí se le exige, repetimos, es ese mínimo respeto a los seguidores que fue construyendo hace casi quince años. ¿Qué pasó con el resto de los personajes que quedaron en la quinta entrega? Todos importantes por otro lado. ¿Cómo se puede volver a un lugar que ya había quedado claro que desapareció? ¿Cómo se le puede dar un inicio al virus totalmente diferente al que mantuvieron durante varias películas en una escena icónica de la saga? Y más, mucho más, que no podemos decir sin adelantar detalles.
Con algún interés estético que la aparta de lo plástico de las dos anteriores y las acerca a la tercera entrega; pudo haber algún interés en realizar algo creativo, en superarse.
Resident Evil: El Capítulo Final sabe que tiene su público fiel que ya no le pide más que lo que ya entregó, y se los da, y al mismo tiempo los subestima, siendo capaz, probablemente, de ni siquiera cumplir con su promesa principal, la del título.