Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

UN MUNDO INCONSISTENTE

La saga de Resident evil es como una vaca lechera a la que nadie quiere dejar de ordeñar, lo cual no deja de tener su lógica: es una franquicia que no ha demandado presupuestos tan altos y que ha cosechado recaudaciones bastante consistentes. De ahí que no sea extraño que las compañías que poseen los derechos (Sony y Constantin Film entre ellas) intenten revivirla a pocos años del supuesto cierre que era Resident evil: capítulo final. Sin embargo, no deja de ser llamativo que lo hagan mediante una precuela que busca reescribir un poco la saga original, aunque no vaya a fondo en su propuesta.

Resident evil: bienvenidos a Raccoon City está ambientada en 1998, en la ciudad que era la base de operaciones de la corporación Umbrella, que en ese momento está trasladando sus instalaciones principales y abandonando el lugar. Allí retorna, Claire Redfield (Kaya Scodelario), quien carga con un pasado infantil bastante traumático en relación con ese diminuto pueblo. Sus intenciones no son solo reunirse con su distante hermano Chris (Robbie Amell), sino también indagar en las acciones de la compañía, sobre la que le llegó rumores cuando menos inquietantes. La llegada de Claire se da justo en una noche donde todos los experimentos secretos de Umbrella terminan de salirse de control. A partir de ahí, la ciudad se convertirá en una trampa de la cual los hermanos protagonistas deberán huir antes del estallido definitivo junto con un pequeño grupo de compañeros y aliados circunstanciales.

En la película escrita y dirigida por Johannes Roberts hay una intención de conectarse más con las tonalidades de horror de la serie de videojuegos que dio origen a la franquicia cinematográfica. De ahí que Resident evil: bienvenidos a Raccoon City, en especial en su primera mitad, sea más una película de terror que de acción, preocupada por generar climas de incertidumbre y suspenso antes que por el espectáculo explosivo. Pero, además, Roberts se plantea a sí mismo un referente claro, que es el cine de John Carpenter: el diseño de los títulos que van marcando el horario, la banda sonora, los diálogos secos entre algunos de los personajes y la estructura coral nos remiten a títulos como Asalto al Precinto 13, La niebla y Escape de Nueva York. Sin embargo, esas conexiones no van más allá del guiño superficial, ya que la puesta en escena no consigue darle verdadera entidad a los protagonistas y las relaciones que entablan.

Hay un problema adicional, que es el hecho de que, para asimilar el verosímil narrativo que propone el film, hay que hacerse el distraído con una respetable cantidad de inconsistencias temporales y espaciales: personajes que tardan más de una hora en recorrer distancias que deberían tomarles no más de unos minutos; explosiones y tiroteos que no son escuchados a unas pocas decenas de metros; eventos que tienen lugar sin que nadie explique por qué, pero sin que tampoco nadie pregunte. Y, si bien es cierto que la película entrega algunas secuencias interesantes desde los climas generados o el impacto visual -la del comienzo en un orfanato, el vuelco de un camión frente a una comisaría, un helicóptero estrellándose-, no son más que chispazos de lucidez en un relato con demasiadas arbitrariedades como para ser creíble.

La estructura narrativa y estética que sostiene a Resident evil: bienvenidos a Raccoon City es muy endeble y, aunque no termina de derrumbarse por completo, se nota que prevalece el apuro por sentar las bases para nuevas entregas por sobre la configuración de una mitología sólida a partir de personajes atractivos. Apenas si hay una suma de estereotipos, algunas ideas visuales aisladas y demasiados cabos sueltos.