Reporte clasificado

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Durante siete años, un investigador del Senado estadounidense, Daniel J. Jones, trabajó en un informe acerca de los métodos para interrogar prisioneros que la CIA implementó luego de 11 de septiembre de 2001. El resultado fueron 6.700 páginas que demostraron que la central de inteligencia torturaba, ocultaba esas prácticas y, además, no obtenía ninguno de los resultados que buscaba con esas prácticas ilegales.

Habitual socio de Steven Soderbergh, Scott Z. Burns es un especialista en escribir guiones basados total o parcialmente en investigaciones, como El desinformante o La lavandería. Ahora, a cargo tanto del guion como de la dirección, se enfrentaba al desafío de convertir un mamotreto árido y farragoso en una ficción atractiva. Lo logra sólo a medias: Reporte clasificado no es tanto una película de suspenso como una clase sobre el funcionamiento de las instituciones democráticas estadounidenses.

Burns muestra todo el proceso de realización del informe de Jones y se las ingenia para sacar agua de las piedras, explotando al máximo el escaso material dramático que puede proveer una tarea burocrática. Porque la mayor parte de esos siete años, Jones (Adam Driver) se la pasó encerrado en un sótano sin luz natural revisando correos electrónicos, memorandos y otros documentos internos de la CIA. Era todo lo que el acuerdo entre la agencia y el Senado le permitía: no podía entrevistar agentes.

Aun así, su obsesión por el trabajo le permitió llegar a conclusiones lapidarias y sólidamente fundadas. Para amenizar la lectura de esos papeles, tan apasionantes como una escritura inmobiliaria, hay flashbacks que recrean el accionar de los agentes y especialistas de la CIA que aplicaron “las técnicas de interrogación mejoradas”, un eufemismo para evitar la palabra “torturas”. Las famosas fotos de la cárcel de Abu Ghraib parecen un juego en comparación a lo que se muestra aquí.

En paralelo está el lado House of Cards de la cuestión: las intrigas palaciegas, los tironeos y presiones políticas por las consecuencias que traería la publicación del informe. Con constantes diálogos explicativos, la película mantiene el tono didáctico para evitar que nos perdamos lo menos posible en los pasillos de las instituciones norteamericanas. Y poder transmitir su mensaje propagandístico (la democracia estadounidense goza de buena salud) sin interferencias.