Reparo

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"Reparo", la historia de un regreso

Hay muchos planos de ballenas en Reparo, ópera prima de la realizadora Lucía van Gelderen. Es lógico, ya que fue filmada en Puerto Pirámides, en la península Valdés, uno de los lugares ideales para el avistamiento de la ballena franca. Van Gelderen nació en Buenos Aires pero se crió en esa localidad chubutense, por lo que es de suponer que la inspiración del relato posee algún componente autobiográfico, al menos en términos geográficos. En cuanto a las idas y vueltas de la historia, Reparo recurre a un clásico del regreso al terruño, aunque en este caso la protagonista, Justina, una veinteañera interpretada por Florencia Torrente, no es una lugareña en sentido estricto, sino alguien que pasó largas temporadas en el lugar desde la infancia o, al menos, la adolescencia. Todos la conocen y saludan con afecto, aunque entrelíneas las dudas aparecen: ¿por qué volvió de visita fuera de temporada, habida cuenta de su profesión como grafóloga en Buenos Aires, donde ha instalado su vida y su carrera?

Ayudando a su tía (María Ucedo) en las tareas cotidianas de un pequeño restaurante, la charla íntima surge de inmediato, como así también uno de los ejes centrales de Reparo. Es que Patricio (Luciano Cáceres), con quien estuvo involucrada románticamente durante muchas temporadas vacacionales, está a punto de casarse con otra mujer y, como reza el dicho, donde hubo fuego… Así dadas las cosas, la historia recorrerá ese interregno emocional en la vida de Justina, en el cual nada parece demasiado claro, apuntalada por la aparición de unos diarios íntimos escritos por su madre antes de morir y la presencia de un turista chileno que podría transformarse en un nuevo interés amoroso. El guion de la propia realizadora, en colaboración con el experimentado Salvador Roselli (coautor de los guiones de Livepool, Las acacias y Sofacama, entre otros), se apoya en los tópicos y códigos de tantas otras películas recorridas por personajes que retornan a un sitio con algo de mítico y lo habitan durante un tiempo específico, como si se tratara de un limbo, a la espera de resoluciones personales que podrían marcar a fuego el futuro.

Hay algo amable y terso en los ritmos de Reparo, virtud que es atacada por un enemigo de fuste. El relato se convierte por momentos en algo blando y previsible, atado a una lógica naturalista de diálogos algo sobre-escritos (la lectura en voz alta de los cuadernos maternos es otro recurso poco feliz, aunque evitan la maldita voz en off). A Torrente y a Cáceres se los ve un poco maniatados por los corsés de esos diálogos y es entonces cuando la película deja de respirar, a pesar de los enormes espacios abiertos que rodean a los personajes. Si algo se agradece es la falta de crueldad con los personajes, evitando así la manipulación del espectador a partir de arquetipos virtuosos y malvados virados al melodrama. Daniel Melingo encarna a un viejo pescador que todo lo ve y todo lo escucha, que aconseja y acompaña, y que se transforma en el centro de atención después de una regia paella sacándole unas melodías a su guitarra.