Reminiscencia

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Recuerdos de un mundo inundado

Era de esperarse de que después de que la voz en off fuera removida de Blade Runner (1982) en todos sus relanzamientos desde principios de la década del noventa nadie iba a subestimar tanto al espectador de ciencia ficción como para imprimirle explicaciones innecesarias a un film de género. Era una suposición equivocada. Reminiscencia (Reminiscence, 2021) abusa sin ningún tipo de pruritos ni respeto por el espectador de este recurso narrativo para explicar la trama del film y el contexto distópico post apocalíptico, dejando como resultado una obra tan mediocre como olvidable.

El debut como realizadora de Lisa Joy, productora responsable de Westworld (2016), serie que ya lleva tres temporadas y tiene una cuarta a punto de estrenarse, inspirada en el gran film del escritor, guionista y director Michael Critchton, protagonizado por Yul Brynner, no podría ser peor. En un mundo donde los océanos han desbordado a las ciudades, Inglaterra ha desaparecido bajo el mar y muchas metrópolis de Estados Unidos están luchando por no ser devoradas por los océanos, Nick Bannister (Hugh Jackman), un ex soldado, conduce un inusual negocio junto a una empleada y amiga, Emily (Thandiwe Newton), apodada Watts. Juntos ayudan a las personas que acuden a su suntuosa pero descuidada oficina a revivir sus recuerdos mediante un proceso físico químico que los sumerge parcialmente en un tanque y mediante la guía de Nick los lleva a recordar ese momento en que fueron verdaderamente felices. El negocio no va bien y no es lo que era cuando el pasado era el boom: los recuerdos ya no tienen un público masivo y la justicia es una de las pocas fuentes de ingresos del emprendimiento de Bannister. La monotonía de las visitas de los últimos adictos al pasado se ve sacudida cuando una seductora cantante, Mae (Rebecca Fergusson), acude con el pretexto de hurgar en sus actividades de las últimas horas de su desordenada existencia para buscar las llaves extraviadas de su hogar. Nick cae completamente bajo el influjo seductor de la cautivadora mujer e inician una relación amorosa. Cuando desaparece misteriosamente sin dejar rastro, Nick se adentra en sus reminiscencias para intentar descubrir las claves que le permitirán encontrarla a partir de su pasado, lo que revela una trama para asesinar a la amante de un terrateniente y el hijo de ambos.

Lisa Joy retoma el matrimonio entre el policial y la ciencia ficción para construir una obra muy despareja que hace un pésimo uso de los recursos a mano. La introducción de la voz en off, para explicar el argumento y la situación desgraciada del mundo tras la inundación, no solo es desafortunada sino que incluso va en detrimento de la credibilidad del film. Por otra parte, en su estética la película es completamente deudora de Blade Runner (1982) en su creación de una visión post apocalíptica del mundo, cercana a su homóloga de Philip K. Dick y aún más a las distopías que discurren sobre desastres ecológicos del escritor inglés James Ballard. Esta estética claramente no tiene ni las ideas ni el presupuesto ni la dedicación de ninguno de los artesanos del film de Ridley Scott, quedando más cerca de la visión de Looper (2012), el opus de Rian Johnson.

Joy utiliza muchos de los recursos narrativos de la serie Westworld, en la que dirigió un episodio de la segunda temporada y coescribió y produjo muchos capítulos junto a su marido, Jonathan Nolan, hermano de Christopher Nolan. Las escenas de acción de Reminiscencia son innecesarias y poco logradas y las reflexiones filosóficas son rebuscadas, devaneos absurdos sin demasiado sentido en momentos de tensión que solicitan más acción y menos palabras. El guión es ciertamente malo y tiene filosofía donde debería haber acción y acción donde debería prevalecer la retórica. En parte culpa del guión, en parte de actuaciones muy mal dirigidas y una dirección de fotografía poco acertada, Hugh Jackman y Rebecca Fergusson tampoco logran construir una química como la que habían logrado parcialmente en El Gran Showman (The Greatest Showman, 2017), el poco acertado film de Michael Gracey sobre el creador del modelo de circo itinerante, P.T. Barnum, lo cual termina de poner a la propuesta en un lugar incómodo y desagradable.

Los problemas de clase son explicados con voz en off sin ofrecer demasiado desarrollo, incluso proponiendo una rebelión que se gesta y se menciona al pasar para ofrecer un final sin glamour, con un villano patético, una clase alta en plena decadencia que vive en el pasado y se encierra en sus refugios para disfrutar y padecer de los últimos elixires de la vida mientras el resto sobrevive como puede y se droga con unas adictivas pastillas que aturden los sentidos. Por supuesto la policía no sirve para nada si es que aún existe, las instituciones son fantasmas del pasado, la justicia un conjunto de idealistas que nunca pueden imponerse ante el capital y los empresarios terratenientes son los que mandan en un mundo que no se termina de entender cómo funciona, clichés mal armados y poco argumentados de un film que se apoya completamente en la pobre voz de un Jackman que tampoco encuentra el tono.

Reminiscencia es un ensamblaje de ideas de Ballard, Dick, Blade Runner, Looper y Westworld que no sorprende ni encandila sino más bien decepciona en todo sentido. Ni siquiera la música del compositor alemán Ramin Djawadi, responsable del rubro en films como Warcraft (2016), de Duncan Jones, y Titanes del Pacifico (Pacific Rim, 2013), de Guillermo del Toro, y en la misma Westworld, encuentra su personalidad y hasta pasa desapercibida sin pena ni gloria en un film del que solo se pueden destacar sus intenciones de construir un mundo inundado, por la depredación capitalista de los recursos naturales por parte de empresas y Estados, para alertar sobre las consecuencias del deleznable camino que recorremos hacia nuestra destrucción.