Reloj, Soledad

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Después de su estreno en el Festival de Cine de Mar el Plata y tras su paso por varios festivales, llega de manera exclusiva a la pantalla en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543), la séptima película del director y escritor César González.
Con una carrera que lo hizo moverse tanto en ficción como documental e incluso con algunas más experimentales, en este último film César González se mueve en una senda similar en la que lo hizo Atenas, en la cual seguía a dos mujeres que en el intento de reintegrarse a la sociedad tras salir de la cárcel en algún momento se juntaban pero la realidad las separaba de manera forzada. Aquí sigue exclusivamente a un personaje también femenino, en este caso una joven que parece no tener otra vida más que su trabajo, un trabajo en limpieza de una imprenta por el cual debe sentirse muy afortunada ya que le brinda un sueldo en blanco y hasta obra social; derechos básicos que parecen privilegios y se obtienen a costa de un trabajo alienante. González muestra una rutina agobiante cuyo único respiro parece ser una cerveza o un vino que se toma en el cordón de la vereda.
En un momento de impulsividad de esa vida mecánica, la protagonista le roba un reloj caro a su jefe (Edgardo Castro en el papel del jefe aparentemente copado que está siempre al borde del acoso) y culpan a su compañera de trabajo quien es inmediatamente echada. A partir de allí la espiral sigue descendiendo y el personaje de Nadine Cifre, que además de protagonizar y cargarse toda la película colabora en el guion junto al director, es acechada por el tiempo que corre y amenaza con explotar como una bomba.
González narra su película a través de un registro naturalista e intimista que lo acerca al documental, mostrando el día a día de barrios marginados. Es en la última parte donde la tensión se incrementa y uno espera junto a su protagonista saber qué (nos) va a pasar.
En el medio, la participación especial de Érica Rivas termina de darle forma a la parte más efectista del guion. No es su película más lograda ni llamativa y aun así sigue planteando a González como una de las voces a escuchar y seguir. Un retrato honesto y punzante de la clase obrera.