Relatos salvajes

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Mucho cine

Teniendo en cuenta que para analizar la película se cuentan muchos elementos de la trama, se aconseja no leer este texto hasta después de haber visto la película.

Cine. Cuando uno ve Relatos salvajes lo que uno ve es cine. Mucho cine. Relatos salvajes es una película llena de cine. Generosamente repleta de cine. Puede parecer una redundancia decir que una película tiene cine, casi una broma. Pero no lo es. No lo es en el cine argentino, definitivamente. De los más de cien estrenos locales del 2014, son pocos los que realmente apuestan al poder del lenguaje cinematográfico. Relatos salvajes es uno de esos títulos. Lo hace de una forma muy particular, lo hace con una fuerza y una alegría que es lo que sin duda ha llevado a que la película atraiga espectadores de forma insólita, descomunal, histórica. La triste sensación de pagar toda una entrada de cine para ver, como decía Billy Wilder “una película que cuesta doscientos doce dólares” no es una amenaza aquí. Fui hasta el cine, me senté en una sala y me entregan una obra inolvidable, llena de ideas, llenas de elementos para sorprender, maravillar, impactar. Eso es, entre otras cosas, Relatos salvajes.

Seis episodios constituyen esta película de más de dos horas. Nota: ¿Cuántas películas argentinas tienen para contar o pueden contar cosas durante dos horas? Pocas en verdad. Esos seis episodios tienen elementos en común, pero no estamos frente a un film fácil de encasillar. Las historias se pueden asociar, pero también tienen muchas cosas que las diferencian. Algo caótico e incontrolable hay en la película, como bien lo demuestra la historia final, la del casamiento. “La vida se abre paso” decían en Jurassic Park. Y así es, entre la violencia, la maldad, la miseria y la oscuridad, la vida se abre paso, la vida sigue, la especie sobrevive. Y decir especie no es anecdótico. Tanto el título de la película como la fantástica secuencia de títulos inicial nos indica que la asociación pasa por ahí. Pero una vez más: no hay forma de encasillar o reducir Relatos salvajes.

El primer cuento de este sexteto de historias es el más absurdo y el más ingenioso en el sentido juguetón del término. Muy gracioso, muy divertido y también muy breve, es la puerta de entrada a una montaña rusa de historias grotescas, brutales, animales. Pero ojo, el primer relato no es la historia de un acto animal, sino de una muy premeditada venganza que el mismísimo Edgar Allan Poe hubiera escrito si en el siglo XIX hubieran existido los aviones. Si quisiéramos forzar una lectura animal, diríamos que Pasternak elimina todos los miembros de su especie que han atentado contra su posibilidad de ascenso o desarrollo en la sociedad. No lo hace como un animal, ni tampoco busca sobrevivir. Su acto es salvaje, pero enfermizamente humano. Igual, volviendo a Poe, es una divertida y graciosa historia de humor negro. La película ha comenzado, conceptos como verosimilitud o realismo ya no podrán ser tomados como se los suele tomar en el cine argentino, enfermo de un naturalismo agotador. Naturalismo insufrible que lamentablemente incluye a una gran parte del cine independiente de los últimos años. Relatos salvajes es una patada a ese naturalismo, una generosa, alegre y poderosa pateada de tablero. Bienvenida sea.

Relatos salvajes podría convertirse en el film más taquillero del 2014 y veremos hasta donde llega en la historia de la taquilla nacional. Lo curioso es que este film tan atractivo para el público no es un film tan agradable en su contenido. Su forma es incomparable pero su contenido no es tan simpático para el espectador como la forma en que la película está narrada. Esto puede hacer que para muchos espectadores que no están interesados en el virtuosismo del director, la película sea un despliegue de sordidez, maldad, violencia y sangre. A ellos les repito: Vean el primer episodio, ahí está anunciado un tono juguetón, no una bajada de línea literal. Con los años será difícil establecer de forma clara si la película captó algo de la violencia puntual de la coyuntura de un país. Lo mejor que se puede decir de una película es que podrá pintar su aldea y su época, pero que con soltura los trasciende y se vuelve universal y atemporal. El ser humano civilizado sostiene una vida en la que convive con el prójimo. Qué pasaría si ese hilo que sostiene al ser que aprendió a vivir en sociedad se corta y se la lanza a un punto de no retorno. Los personajes de estos episodios asumen en varios casos ese riesgo, sin saberlo o sabiéndolo, pero pasan una barrera. Lo maravilloso de Relatos salvajes es que no hay coherencia, en algunos caso deciden inmolarse junto con sus enemigos, en otros se sacrifican por los enemigos de otros, en otros mueren de forma ridícula porque se metieron en una pelea sin calcular bien las consecuencias. También están los que encuentran la forma de sobrevivir con dinero y poder, no con violencia física ni exponiendo el cuerpo. También está el se sale del sistema y el sistema, curiosamente, lo termina considerando un héroe. Y finalmente, y una vez más por eso está al final, la historia de una pareja que se sale de la civilización pero sobrevive. Salvajemente, pero sobrevive. Algo hace que la humanidad no desaparezca, eso es el último episodio, caótico, sorpresivo, lleno de vueltas de tuerca.

Relatos salvajes es, por todo lo dicho, una película imperfecta. Despareja en muchos aspectos, pero no creo que sea accidentalmente despareja, creo que es su retrato del mundo lo que la lleva a ser así. No me atrevería a hacer una lectura política o social del film inequívoca. Si el primer episodio es simpático y siniestro, el del bar con el político es el más heroico de todos. De hecho en un mundo de gente miserable, la cocinera del episodio Las ratas se sacrifica por la moza. Sabe que la moza ha sufrido una injusticia que jamás será corregida. Pero la moza no puede terminar de arruinar su vida por un personaje horrible, entonces la cocinera toma la iniciativa y tiene un gesto heroico. En una película donde nadie es héroe, ella marca una diferencia. El resto de los personajes son egoístas, corruptos, miserables. Pero no es tan sencillo tampoco. No es todo una mirada lineal. Varios personajes son vengadores, la cocinera es uno, el loco Bombita es otro, la novia del final no acepta callarse la injusticia y la hipocresía y arremete contra la falsedad de la fiesta de casamiento. Bombita es un personaje demagógico, de esos que hacen saltar a la platea. El que se harta del sistema y lo hace, literalmente, volar. ¿Dónde se posiciona la película con respecto a él? ¿Es un héroe o es un villano? ¿Está cerca o está lejos de cualquier ciudadano? Es verdad que al ser en episodios, la película no se toma el tiempo para desarrollar de forma minuciosa a cada uno de los personajes. Pero a Bombita el guión lo protege, el personaje no lastima a ningún inocente, eso queda claro. Me genera cierta pereza analizar qué lugar tiene en esa cárcel y porque los demás presos lo idolatran. Por última vez, las lecturas ideológicas de Relatos salvajes la vuelven pequeña, no más grande. Aun así, creo que, a diferencia de la mayoría de las películas argentinas, acá hay tela para cortar en cantidades. Por algo también la gente elige verla y discutirla. La opinión política más clara está en el episodio La propuesta pero aunque queda claro que hay clases privilegiadas al final, todos los estratos sociales parecen estar atravesados por la misma ambición corrupta.

Hace pocos días se estrenó Relatos salvajes y ya ha entrado en la historia del cine argentino. No es una mala noticia. No es un éxito forzado ni un invento sin sustancia. Habrá mucho para debatir pero queda fuera de toda discusión que se trata de una película enamorada del cine. Qué busca sorprender y dar al espectador algo notable. Las conexiones y citas cinéfilas son muchas, no mencionar ninguna acá es respetar la vida propia que tiene el film de Damián Szifrón. El gran mérito es de él y de una gran producción y un enorme elenco que suma para el director guionista pueda conseguir esta película. En tiempos en los que se reivindica cada vez un cine minimalista, ascético y bordeando lo documental, Relatos salvajes va eufóricamente en dirección contraria. Ir al cine a verla es una manera de reconciliarse con la pantalla. Acá hay una apuesta fuerte, un riesgo, una ambición. No es una película para pocos, es una película para muchos. Si al final del 2014 resulta ser el film más taquillero del año, será una gran noticia, será la muestra de que el cine sigue estando vivo y bien. Más allá del gusto de cada uno, en Relatos salvajes hay mucho cine.