Relatos salvajes

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

El término fábula viene como anillo al dedo para categorizar cada uno de estos seis relatos breves que transcurren en distintos espacios y tiempos pero que tienen como conflicto central la violencia y su descontrol.

Desde la presentación de los créditos iniciales ya se instala la emblemática asociación con animales (Darín/halcón; cordero/Julieta Z; chimpancé/Cortese; Grandinetti/cocodrilo...) hasta llegar al zorro-director y presentador de las composiciones contundentemente críticas de las costumbres y los vicios que de tan locales coinciden con las características universales de la naturaleza humana de cualquier parte del mundo.

Cada fábula presenta situaciones muy distintas entre sí, pero todas comparten una mirada sarcástica hacia los intentos de los personajes por manejar situaciones que invariablemente terminan fuera de control, porque razonamientos y sentimientos son desplazados por la versión que la neurociencia denomina “cerebro de reptil” y todas las situaciones van derrapando en línea recta hacia su estallido, aunque siempre sostenidas en un guión sólido que prevé todos los detalles.

La más extraña, al borde de lo fantástico, es la primera que, desde el arranque, se lleva literalmente todo por delante con los pasajeros de un avión que irán descubriendo los motivos de una venganza en la que todos están involucrados y nadie puede quedar al margen, aunque esté lejos y tomando un pacífico té en el jardín de su propia casa.

Luego de este episodio inaugural siguen dos roads-movies de pura cepa (la de las mujeres en un parador de la ruta: Rita Cortese y Julieta Zylberberg) que discuten sobre la muerte y la injusticia. Y la otra, filmada en el imponente paisaje entre Salta y Cafayate, como escenario de un duelo mortal entre el propietario de un sofisticado modelo blindado y un auto destartalado. Luego se pasa al episodio más equilibrado (“Bombita”), en tanto permite hacer un seguimiento del personaje ingeniero experto en detonaciones (Ricardo Darín), cuya vida se altera cuando la grúa remolca su auto estacionado sobre un cordón sin indicaciones visibles.

La violencia del dinero, más que la corporal, es la que expone el episodio sobre la familia rica (encabezada por Oscar Martínez y María Onetto) que intenta encubrir las consecuencias de un accidente irresponsable y como cierre, llega la frutilla del postre con una boda que se transforma en una pesadilla. Una de las puestas más memorables en el campo de una alegoría feroz, donde el manto de alegría eufórica en una fiesta de casamiento enmascara una doble moral insoportable.

Los sueños de la razón

La indignación del hombre común frente a un sistema burocrático e insensible, la corrupción generalizada, la mentira y la codicia son los ejes principales de este tratado moral provocativo y perturbador, atravesado por un humor negrísimo, que puede alcanzar dosis muy altas de crueldad hasta irrupciones extremas a puro gore. La pretensión más evidente de la película es fantasear con los monstruos que genera el vigente “sueño de la razón”. Una forma de libertad o liberación no apta para seres susceptibles. Los personajes se mueven en medio de una jungla que confirma el pesimismo de la sentencia ‘Homo homini lupus'. Animales acorralados, domesticados para vivir en sociedad pero que no podrán ocultar por mucho tiempo el impulso de un instinto latente que los conducirá hacia una violencia sin retorno.

Ninguna historia desarrolla demasiado a ningún personaje más allá del estereotipo y siempre los expone en su condición más miserable pero también en su costado grotesco como corresponde a una comedia negra.

Con risas o sin ellas, siempre queda claro una misantropía desencantada. Conformado como espectáculo con diferentes números, uno atrás del otro, estas historias comparten la condición de cine catártico en tanto busca desatar emociones básicas, ofrece escapismo en su estado más puro y alguna que otra crítica en borrosos apuntes que remiten a un clima generalizado de violencia social. Uno de los grandes aciertos es el tono grotesco para exhibir el rostro obsceno de la realidad.

Formalmente sobresale la precisión del montaje y el gran trabajo de la cámara, el nivel de las actuaciones, una excelente banda sonora y la buena factura de los efectos especiales. Todo está unido para combinar de la mejor manera una visión artística de la mano de un cine industrial eficaz.