Relatos salvajes

Crítica de Lucas De Caro - Toma 5

ESO SIMPLE QUE DETONA

De lunes a domingo, nos enfrentamos a situaciones que nos molestan pero que dejamos pasar con un ignorante “ya fue”. Pensamos en seguir tranquilos con nuestra vida sin dejar que lo exterior nos moleste y de esta manera reprimimos la ira, evitamos un posible problema y nos negamos a la acción. Pero cuando esa mecha se enciende cada vez un poco más, algo puede llegar a explotar y a provocar desastres. Y tengan cuidado, porque la histeria y la furia puedan liberarnos.

De esa premisa parte “Relatos salvajes”, la nueva apuesta del cine argentino en la que un pequeño suceso actúa como detonante disparando a la construcción de un nuevo acontecimiento que se va llevando cada vez más al infinito, sin parecer irreal. Para decirlo a otra manera, se trata de situaciones que vivimos u observamos a diario pero que la rutina ha logrado dejarlas pasar por un costado.

Partiendo de esos mundos comunes, seis relatos se acomodan uno detrás de otro. El primero: una mujer garroñera encuentra una persona en común con su compañero de avión -cuídense los de las primeras filas de la sala, pueden llegar a sufrir un accidente-. Siguiente, una camarera debe atender a un hombre que odia y la descolocada cocinera querrá entrar crudamente en acción. Luego, dos autos en la ruta, un tipo jodido y un insulto actúan como detonantes haciendo que dos clases sociales queden enfrentadas hasta la muerte. Después, una típica de noticieros: el chico, que atropelló y huyó, llega a su casa y se lo cuenta a sus padres. A continuación, un señor estaciona el auto para comprar una torta para el cumpleaños de su hija pero con un ligero desacierto: no notó que la vereda estaba mal pintada de amarillo y no podía dejar el coche ahí. Y la última, amor y odio en una fiesta de recién casados. María Elena de “Casados con hijos”’ vuelve con otro nombre.

¿Acaso alguno de nosotros actuaría como lo hacen ellos? El placer se torna absoluto. Todo es llevado hasta su extremo hasta el punto que nos sentimos identificados con lo que vemos, riéndonos de nosotros mismos incluso en los actos más tristes y salvajes. Se muestra como nuestra sociedad se acepta como subdesarrollada, y en consecuencia, la eficiencia y la justicia desaparecen. El que quiera orden, recibirá desorden. Aquí lo tienen.

Muy bien Damián Szifrón, que se tomó sus largos años de descanso pero que parece haber regresado con algo interesante entre sus manos. Está perdonado por volver de grata manera. El creador de “Los simuladores” y director de “Tiempo de valientes” vuelve a hacer catarsis y se desquita sobre la pantalla grande. Se ve en él mucho de Tarantino, sobre todo del de los últimos años: sangre, furia, pizcas de humor (aunque casi en abuso) y ni una hormiga que se salva. Esta influencia la deja a la vista más que nada en el relato de la ruta, con algunos destellos de “Death proof”. Por otro lado, hay un muy buen manejo de cámaras con una puesta en lugares bastante atípicos y con tomas que no necesariamente tienen que cambiar de segundo a segundo para dar una idea de acción. Se aprovechan muy bien los recursos, incluso los más digitales. Y al elenco, casi nada para reprocharle. Darín demuestra que no está sobrevaluado. Rita Cortese, lo mejor.

En síntesis, “Relatos salvajes” es una película que generó altas expectativas gracias a su visto bueno en el Festival de Cannes y, al menos en calidad, parece superarlas. Veremos también si en números y premios. Probablemente, su cercanía a las costumbres de nuestro país, en cuanto a situaciones, injusticias y construcción de personajes, sea la que genere algo de ruido en el plano internacional. La película seguramente funcione como una ventana para que vean cómo somos los del sur, más que como algo con lo que todos puedan identificarse alrededor del mundo. Por eso, los jurados internacionales serán los que decidan si la cultura argentina está lo sumamente apta para ser galardonada. Esperemos que explote.