Relatos salvajes

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Puntos límite

Rebosante de ideas, robustecidas por una enorme destreza narrativa, Relatos salvajes cumple desde el primer fotograma al último con lo que venía prometiendo desde el inicio del proyecto: un thriller ramificado, escabroso y atiborrado de personajes al límite de la perturbación absoluta. La estructura de episodios desconectados argumentalmente entre sí era una apuesta riesgosa, teniendo en cuenta la rareza y poca repercusión de este tipo de films. Pero evidentemente fue el formato que precisaba un Damián Szifrón recargado para volcar su catarata de tramas y obsesiones, una diversificación expansiva que encauce una cabeza poblada de visiones. Y el recurso de reunir seis cortometrajes, o una suerte de ellos, en un solo largometraje, resulta una determinación fascinante, que redefine genérica y expositivamente al film.

Con tan sólo dos buenas películas en su haber, Szifrón es más conocido por su genial ciclo televisivo Los simuladores y aquí realmente se decidió a plasmar su talento expresivo en el cine sin guardarse nada, fuera de temores o prejuicios. Ingeniosa, impredecible, retorcida, grotesca, tragicómica, perturbadora y además divertida y entretenida, Relatos salvajes asombra y atrapa en cada capítulo por igual, con diferentes armas y elementos audiovisuales, surcados por extravagantes personajes inmersos en inauditas situaciones. Circunstancias que los irán llevando, dentro de una sociedad agresiva y decadente, en pos de una reparación justiciera, a un irremediable extravío. Y es lo máximo que se podría contar acerca de una obra en la que la sorpresa es uno de sus ingredientes clave.

El párrafo final sólo podría estar dedicado a un elenco que no sólo se destaca por su poderío, sino por su convicción, entrega dramática (Martínez, Darín, Grandinetti) y despliegue físico (Sbaraglia, Rivas). Junto a ese núcleo protagónico, el espléndido nivel de intérpretes como Núñez, Gentile, Zylberberg, Cortese o Marull queda equiparado al más ínfimo papel de reparto, por lo que se trata de la mejor película de Szifrón, también, como conductor actoral. Simplemente un peliculón. Sólo hay que ir a verla.