Reimon

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Rodrigo Moreno regresa a la cartelera local, luego de su paso por el anteúltimo BAFICI, con Réimon, film intimista poseedor de un clima particular. Así como en su celebrada El custodio nos contaba la callada actitud servil de un guardaespaldas, ahora, tres films adelante, retoma la idea de un empleado silencioso.
Ramona llega a la ciudad dejando a los suyos, todos los días tiene largas horas de ida y vuelta para trabajar como mucama de una casa habitada por un grupo de jóvenes estudiantes.
Ramona no habla… porque no tiene con quien, limpia, acomoda, se queda mirando esa casa, y luego viaja hasta una casa en la que también sus únicas compañías serán el televisor y el equipo de audio.
Mientras, estos jóvenes, que la llaman Réimon, leen El Capital de Marx y distintas leyes laborales en voz alta, expulsando todo tipo de teorías (ajenas, por supuesto) sobre la alienación laboral y el tiempo productivo; y a su vez le ofrecen a la empleada sus sobras, y la llevan a un divertimento del que no sabemos si “Réimon” quiere ser parte.
Moreno cuenta en realidad una no historia. Réimon es un film pequeño en su duración y en su estructura. Los diálogos escasean, y muchas de la palabras expresadas no parecen salir de un intercambio fluido, sino de expresiones sin correspondencia. Esto influye en el modo narrativo, construido a través de suerte de viñetas con ilaciones ocasionales, simples, pero no por eso fragmentadas.
Este estilo naturalista extremo, el director lo complementa con el uso de una cámara subjetiva, curiosa, espía, ¿de visitante ajeno?, casi documentalista. Lo cual se termina definiendo con un uso casi ascético de cualquier otro tipo de artilugios como música, o ambientaciones externas.
Réimon podría ser catalogada dentro de esa nebulosa no muy bien definida de “film festivalero”. Sus pretensiones corren por el lado del fresco social, de plasmar una realidad marcando las diferencias entre dos mundos opuestos y la incomprensión de un mundo sobre el otro.
Marcela Días se luce por su frescura de la no actuación encarnando a esta Ramona/Réimon que muestra su soledad eterna con gestos mínimos. Entre los jóvenes encontramos a Esteban Bigliardi, y es casi imposible no sentir algo de antipatía frente a estos personajes tan esnobistas como ajenos a lo palpable.
Se podrían hacer muchas comparaciones entre el Rubén de El Custodio y esta Ramona, como si Moreno hubiese corrido su eje pero sin apartarse demasiado. La soledad del que sirve vuelve a ser el centro, y la incomprensión del otro la contraparte.
Detallista, preciosista, Moreno logra un film en apariencias pequeño pero lleno de mensajes. Escapándole al lugar común del pobre mal vestido y sufrido. Una declaración de principios a la que hay que prestar atención.