Refugiados en su tierra

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

La historia que presenta este documental de Fernando Molina y Nicolás Bietti es impactante. En mayo de 2008, un volcán hizo erupción en el sur de Chile y Chaitén, su poblado más cercano, fue evacuado y cerrado por tiempo idefinido. Un desborde de un rió local (luego de intensas lluvias), arrasó parte del pueblo con sedimientos volcánicos. Los habitantes recibieron un subsidio de estado (y hasta se manifestó la voluntad como hipótesis de construcción de una nueva ciudad) y algunos de ellos decidieron volver a su tierra, a pesar de todo.
Registro directo de ese regreso, los directores muestran la desolación del poblado en toda su dimensión. Hay viviendas destruidas, anegadas, árboles caídos, agua corriendo por lo que alguna vez fueron calles y la aridez de un clima que tampoco da mucha tregua: nada parece condescendiente con los hombres y mujeres que quieren dar batalla (la de la reconstrucción de su hábitat). Porque detrás de este volver al pueblo, está el hecho de las condiciones en qué se puede vivir en ese lugar: la cámara registra ese proceso con efectivdad.
"Refugiados en su tierra" pone voz a ese reclamo y muestra la difícil tarea de revivir un lugar que, a todas luces, parece tierra arrasada.
El trabajo de Molina y Beitti, sacrificado (viajaron diez veces y filmaron con una cámara hogareña HD porque el apoyo económico del INCAA no fue suficiente para cubrir todos los gastos de producción), es muy valioso. Han logrado captar momentos íntimos gráficos y potentes (la niña que le dice a su madre que sería bueno volver a casa, y recibe la respuesta de su madre cálida pero firme, informándole que no tienen más "casa"; el del hombre solo, de campo, reflexionando sobre la existencia de Dios a la luz de los hechos que sucedieron en su pueblo; las discusiones entre vecinos sobre si cómo encarar el tema del pedido de ayuda a las autoridades, etc) siempre con respeto y cuidado extremo.
Lo cierto es que los documentalistas establecen el estado de necesidad de esos habitantes. Sabemos que sólo han regresado 1000 de los 5000 originales que había antes de la erupción y la tarea de volver a hacer el lugar habitable se imagina titánica.
Sin embargo hay un puñado de gente que cree que puede sobreponerse a la tragedia. Y es ahí donde la cinta cobra sentido épico: ser testigos de esa contienda contra todo (la naturaleza, el clima, la desunión, la indiferencia estatal- al menos durante el registro que vemos) es una experiencia reveladoramente humana. Y su registro, es punto de debate para que la cuestión no sea olvidada por aquellos que tienen los recursos en sus manos. Porque muchas veces lo que la gente necesita, tarda años en resolverse en los escritorios de los políticos. Por el regreso de Chailén.