Red social

Crítica de Juan Carlos Di Lullo - La Gaceta

Quiero tener un millón de amigos

David Fincher es un excelente narrador, y su filmografía certifica sobradamente esta afirmación a través de títulos como "Pecados capitales", "El club de la pelea" o "Zodíaco". En esta oportunidad, le saca el jugo a un brillante guión de Aaron Sorkin para contar la historia de Mark Zuckerberg, el inventor de la red social Facebook, hoy convertido en uno de los más jóvenes multimillonarios del mundo. El mayor acierto del director y del guionista consiste en centrar el relato en el contraste entre la increíble habilidad del protagonista para idear y desarrollar los elementos de una red social orientada a facilitar el contacto entre personas y sus limitaciones a la hora de mantener relaciones "cara a cara", tanto con su novia como con sus amigos. Precisamente a partir de un desengaño amoroso es que el joven "nerd" idea una suerte de concurso on line para someter al juicio público la belleza de sus compañeras de la universidad. Y de esa travesura informática (que logra la instantánea atención de miles de jóvenes) surge la idea de Facebook, que luego será el centro de una disputa judicial acerca de la paternidad del invento. Fincher va y viene en el tiempo del relato, desde las agotadoras sesiones entre los abogados que intentan dirimir los pleitos a las tensas jornadas en las que va tomando forma la idea de la red social; claro que, a medida que la idea se transforma en un fenomenal negocio (al menos, virtualmente), las relaciones humanas entre los protagonistas se resquebrajan irremediablemente.

Jesse Eisenberg encarna a Zuckerberg y logra, con gestos mínimos y muy precisos, transmitir los sentimientos encontrados que agitan permanentemente al joven. También es destacable la labor actoral de Andrew Garfield en la piel de Eduardo Saverin, el primer socio de Zuckerberg, cuya amistad termina hecha añicos por la tormenta de intereses que se desata a causa del crecimiento de Facebook.

Seguramente, Fincher no conoce a Alejandro Dolina. Pero parece haber hecho suya (sobre todo en el desenlace del filme) aquella original sentencia del escritor porteño: "al final, todo lo que hacemos los hombres es para levantar minas".