Recuérdame

Crítica de Ezequiel Boetti - EscribiendoCine

Las películas como mercancía

Hijo bobo de marketing y con uno de los desenlaces más inenarrables de los últimos años, Recuérdame (Remember me, 2010) es un anodino drama romántico cuya génesis radica en la explotación de Robert Pattinson en pleno auge de la saga Crepúsculo.

El soso galán de la franquicia vampírica pone la totalidad de su tosco cuerpo al servicio de Tyler, un adolescente aún en duelo por la muerte de su hermano más de un lustro atrás. Sin rumbo, sin trabajo, solitario por elección, todo cambiará cuando conozca a Ally (Emilie De Ravin, conocida por el rol de Claire en Lost, pero también protagonista de la inédita y atrapante Brick), una bella compañera de estudios también conflictuada que presenció el asesinato de su madre en el albor de la pubertad.

El acercamiento a Recuérdame debe hacerse desde una correcta concepción del andamiaje sobre el que se apoya la industria norteamericana. Las películas son, aunque nos duela, una mercancía y como tales, se filman con el objetivo primordial de que su exhibición resulte un negocio redituable tanto para los productores que arriesgan dinero en esa tómbola azarosa que es el séptimo arte, como para los distribuidores y exhibidores que exprimen cada film hasta sorberle la última gota. En medio de este panorama, que el rol protagónico recaiga en el nuevo paradigma del hormonal star system adolescente excede lo entendible para catalogarse como justificable.

Antes que una película, Recuérdame es un vehículo diseñado a medida para el “lucimiento” de ese enorme enigma (¡¿Cómo llegó a Hollywood?!) que es Robert Pattinson, donde el director Allen Coulter es apenas el conductor designado (¿y resignado?) que asegura el arribo a destino del film. La consigna se presume clara, inapelable, sin lugar a interpretaciones erróneas: Coulter debía incluir en cada escena al menos un primer plano del insípido rostro juvenil (con el rictus apesadumbrado y sufriente, si fuera posible) de Pattinson. La lunga y pálida figura debía estamparse en cuanto fotograma sea posible. Es menester entonces que el espectador obstinado en buscar en Recuérdame una película no carezca de espíritu tolerante y criterios laxos, además de una benevolencia crítica al momento de una evaluación.

Articulada como un drama romántico juvenil, el film trasviste de gravedad el tratamiento superficial y pueril que le propensa a sus criaturas, aspectos que la vinculan con las series de adolescentes clase ABC1 que hicieron furor en los ’90, con Dawson's Creek y Beverly Hills, 90210 como emblemas. Ya a la primer carita sufriente del chico-rico-disconforme-con-la-vida que interpreta Pattinson, notamos que todo luce impostado, prolijamente desprolijo, arbitrario, increíble; estilización que alcanza el paroxismo en la absurda construcción del vínculo romántico (Ally es la hija del comisario que encarceló a Tyler y que, por esas casualidades que ocurren en Hollywood, resulta ser compañera de clases y blanco perfecto para una venganza): Dos miraditas, un par de histeriqueos, una escenita de sexo bien, pero bien empalagosa -con el sol tiñendo toda la casa de un dorado irreal hasta la médula- y listo, la bella y el soso se enamoraron.

Recuérdame discurre herida de muerte por el ridículo y la intrascendencia. La estocada final llega con un final no sólo absurdo y aleccionador, sino también irrespetuoso e hipócrita para con el propio film. Nobleza obliga, será el aventurado espectador que abone su entrada quien tendrá la dicha de descubrir el inerrable desenlace que pergeño Coulter.

Pero no todo está perdido. Ante una película-mamarracho de proporciones magnánimas, queda el pequeño consuelo de saber que el estreno comercial en Estados Unidos dos meses atrás fue un auténtico fracaso comercial. No siempre la culpa es de quien lo alimenta. El chancho puede revelarse.