Recreo

Crítica de Fernando Alvarez - Clarín

¿Encanto burgués?
Bien actuada, aborda con desparpajo las relaciones de pareja y la incomunicación.

Las reuniones de amigos cercanos a las cuatro décadas son tentadoras porque funcionan como disparadoras de conflictos que estallan en varias direcciones. Y eso ocurre con gracia y desgracia en Recreo, la película de Hernán Guerschuny (El crítico) y Jazmín Stuart (Pistas para volver a casa, y acá también en su destacado rol de actriz), exponiendo vínculos amistosos y familiares alterados.

Un fin de semana en una casa de campo une a tres parejas de amigos con sus hijos y la bomba está a punto de estallar cuando quedan al descubierto viejas rivalidades, secretos y relaciones con un rutinario mecanismo de supervivencia en la contradictoria vida burguesa.

Leo (Fernán Mirás) y Andrea (Carla Peterson) conforman un matrimonio de arquitectos con un hijo de 12 años, abiertos a las nuevas experiencias, viajes y parecen tener la vida solucionada. A su casa llegan Mariano (Juan Minujín) y Guadalupe (Jazmín Stuart ), quienes acaban de tener su primer hijo y atraviesan una crisis: él dejó su trabajo en una agencia publicitaria y ella escapa a la rutina como puede, aún con el riesgo de olvidarse hasta de su bebé. A ellos se suman Nacho (un Martín Slipak gratamente transformado) y Sol (Pilar Gamboa), padres de trillizos. No todo es lo que parece ni como se lo presenta en esta historia que combina comedia y drama bajo un perspicaz punto de vista sobre las relaciones.

La fantasía de una adolescencia lejana, las cuentas pendientes, las frustraciones y el reloj biológico que avanza implacable son algunos de los tópicos que el relato condensa con soltura y enfrentamientos a lo largo de cien minutos. Muchos ingredientes se van sumando en este filme ambientado en un espacio pensado a priori para la distensión que es el epicentro de varias discusiones sobre sexo entre estos “perfectos desconocidos”, viajes en un globo aerostático; un perro sometido a un inexplicable experimento adolescente y una cacería como reafirmante del rol masculino dentro de la familia.

La película acierta en su tono de apariencias plasmado por los directores, que pasa de la risa a la lágrima con comodidad, permitiendo a cada uno de los intérpretes su lucimiento -todos muy bien en sus papeles- y planteando interrogantes que no siempre tienen respuestas.

El contraste entre la clase trabajadora y los “nuevos ricos” dice presente desde el comienzo y las tomas aéreas muestran a personajes diminutos frente a grandes obstáculos que se avecinan con miradas cruzadas y silencios cómplices. La rivalidad estalla en el aire y no se toma un recreo.