Ready Player One: Comienza el juego

Crítica de Mariano Patrucco - EL LADO G

Ready Player One es más que solo nostalgia y referencias. Es una divertida y emocionante aventura de acción con mucho corazón y amor al cine, algo que solo un maestro como Spielberg podía crear.

En 2011 Ernest Cline publicó la novela de ciencia ficción juvenil que cosechó una legión de fanáticos y apeló al cariño y la nostalgia de los geeks de todo el mundo. Ready Player One nos sumerge en un futuro distópico devastado por la escasez de recursos, crisis económicas y superpoblación donde la mayor parte de la sociedad escapa de su deprimente existencia gracias a un videojuego de realidad virtual llamado OASIS. Tras la muerte de su creador, el excéntrico James Halliday, se desata una cacería frenética por un easter egg oculto en el juego. Quien lo encuentre recibirá control total sobre el OASIS y heredará la cuantiosa fortuna de Halliday.

Una de las mayores críticas al best seller de Cline se debe a como hace uso y abuso de la nostalgia ochentosa y las referencias geeks para ganarse el corazón de la platea nerda antes que construir personajes interesantes o una historia que se sostenga por fuera de la enorme colección de cameos y menciones a videojuegos, películas, cómics y series conocidas. Más allá de cualquier crítica por parte de sus detractores, la novela logró convertirse en un gran éxito de ventas y se ganó la aprobación de la crítica y los fans. Warner Bros. se hizo con los derechos de la novela antes de que esta fuera publicada y después de varias reescrituras de un primer guion adaptado por el propio autor del libro, en 2015 se anunció que Steven Spielberg sería el encargado de la dirección del film.

El cineasta creador de grandes películas que quedaron para siempre grabadas en el imaginario popular como E.T (1982), Tiburón (1975), Jurassic Park (1993) e Indiana Jones y los cazadores del arca perdida (1981) entre otras estaría a cargo de la dirección de esta película, que celebra y homenajea a la cultura pop que él mismo ayudó a redefinir con su obra. El resultado no podría ser menos que impresionante.

El joven Wade Watts (Tye Sheridan) vive en las torres de Ohio (un montón de trailers apilados uno sobre otro) junto a su tía y su desagradable novio. Wade pasa sus días sumergido en la realidad virtual de OASIS como su avatar Parzival y dedica todo su tiempo a buscar las tres llaves que desbloquearán el easter egg de James Halliday (Mark Rylance) junto a sus amigos Hache (Lena Waithe), Daito (Win Morisaki) y Sho (Philip Zhao).

Pero la competencia será difícil, además de otros cazadores de huevos —o gunters— como Art3mis (Olivia Cooke) Wade y sus amigos deberán cuidarse de los empleados de IOI —Innovative Online Industries— una empresa de tecnología liderada por Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn) que planea hacerse con el control de OASIS para monetizarlo mediante suscripciones y publicidad.

La mano maestra de Spielberg queda de manifiesto más que nunca cuando le toca adaptar a la pantalla la obra de otro. Solo un genio de la narración cinematográfica puede mejorar aún más un relato que ya es bueno de por sí (la novela “Jaws” de Peter Benchly, “Jurassic Park” de Michael Crichton) y construir algo excelente sin alterar el espíritu ni el corazón del material original, pero metiendo su “toque personal” en la historia; y por eso el maridaje entre el cineasta y este libro parece ser la unión perfecta. Spielberg no se contenta con regurgitar un cuento ya contado, sino que siempre intenta refinar y mejorar lo existente.

Ready Player One es más que sus constantes referencias a la cultura pop (hay muchísimas, una película para ver con el ojo atento tratando de descubrir todo), más que su nostalgia ochentosa (también hay guiños a propiedades de culto más recientes), es un poema, una carta de amor a todo lo geek, todas las aventuras de acción y ciencia ficción que nos formaron de chicos, los videojuegos a los que dedicamos incontables horas, las grandes películas que nos sumergieron en mundos de fantasía donde todo es posible, los cómics que nos demostraron que el límite para la aventura es nuestra propia imaginación.

Spielberg sabe como vender fantasía, aventuras amigables para todo público, frenéticas, vibrantes y llenas de vida con personajes bien desarrollados. El director no solo homenajea a la cultura pop y al cine, sino también a esas historias que él diseñó, calaron hondo en el público y ahora vuelven en forma de referencias. Una de las mejores secuencias de la película llega mientras Parzival y compañía intentan resolver el desafío de la llave de jade, todo el reto hecho en clave de homenaje a una gran película. Otras referencias más sutiles son el Cubo Zemeckis o la Holy Hand Grenade.

Ready Player One es una película para apreciar con ojos de niño, maravillarse por las increíbles escenas de acción ejecutadas de manera brillante y abrazar la nostalgia y el cariño por las historias que nos formaron. Spielberg es un chico más, jugando con los juguetes de sus películas, series y cómics favoritos; y la película hace un trabajo impecable al transmitir ese mismo espíritu lúdico al espectador.