Raya y el último dragón

Crítica de Milena Orlando - Sin Intervalos

¡Disney, es por acá! En el Reino de Kumandra los seres humanos y dragones cohabitaban en armonía, hasta que una multitud de criaturas misteriosas y diabólicas, los Druun, amenazaron el territorio. Los dragones, en un acto de confianza y amor, se sacrificaron para salvar a la humanidad. En la actualidad –500 años después - la civilización se vio nuevamente en riesgo mortal y Raya, una joven guerrera, se encargará de encontrar al último de los dragones, siguiendo los principios y valores de sus ancestros.

Con cada entrega, Disney deja cada vez más en claro que el mundo de las mujeres en sus relatos ya no gira en torno a los romances hetero-normativos, que generalmente concluyen en un final feliz de nuestra protagonista junto a un hombre. En Raya y el ultimo Dragon podemos identificar elementos que ya hemos encontrado en películas como Brave y Moana – co dirigida por Don Hall, al igual que este film - en donde los objetivos de las protagonistas tienen que ver con el auto desarrollo personal, la reprogramación de los impuestos sociales establecidos y la confianza en sí mismas.

Aunque la historia plantea conceptos muy interesantes y dignos de destacar, el film no se encuentra libre de desaciertos. Durante varios momentos, sentí que las situaciones caían en lugares comunes, predecibles y a veces muy forzados. Los diálogos no se sienten naturales y muchas veces el humor no termina de despegar, quedando en un lugar frecuente y un poco básico.

El tan presente espíritu aventurero, que va a la par de una historia de travesías hacia lo desconocido, presenta muchas referencias inteligentes a varias películas de éste género de los años ‘80, como lo son Indiana Jones y La Historia sin Fin. Sin embargo, hay un elemento que ya hemos visto hasta el cansancio – por lo menos en este último tiempo - y que tal vez resulte un poco abrumador para el público tenerlo otra vez como disparador de la trama. Estoy hablando de la Piedra Mágica. Un objeto con poderes enormes, que se encuentra en alguna parte del mundo y de encontrarlo depende el destino de la humanidad.

Con respecto a los personajes, la fortaleza la tienen los secundarios. Divertidos, simpáticos y muy recordables. No puedo evitar pensar que faltó información sobre nuestra protagonista, Raya. Con esto quiero decir, que por momentos siento que es un personaje creado para ser funcional a la trama, como si cualquier otro pudiera ocupar su lugar. No se nos presentaron demasiadas ocasiones como para conocerla, y empatizar luego con ella.

De más está decir que la animación y dirección de arte son magníficas, y un gran factor a la hora de contar esta historia, dándonos la oportunidad de recorrer el mundo y presenciar paisajes extraordinarios recorriendo la gran cultura oriental. Éste último punto es el que en mi opinión, hace que la historia tenga un condimento extra: comprender la cultura, tratarla con respeto y darle un lugar bajo los grandes reflectores.

Raya y el Último Dragón no es de los largometrajes que más pasión despierta en el espectador, ni tampoco de los más impecables de esta compañía, pero en el fondo implanta un mensaje mucho más general e importante que el que plantea la trama en sí: Las mujeres pueden salvar al mundo.

Por Milena Orlando