Raya y el último dragón

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

La vuelta de los cines en casi toda la Argentina no significa un retroceso automático del streaming. De hecho, Raya y el último dragón tendrá un estreno simultáneo en casi 90 salas y en la plataforma Disney+. El panorama de novedades de este jueves 4 de marzo se completa con los lanzamientos en salas de Tenet, de Christopher Nolan; y Monster Hunter: La cacería comienza, de Paul W. S. Anderson; así como los de Nosotros nunca moriremos, de Eduardo Crespo (plataforma Flow y Cine América de Santa Fe), Un sueño extraordinario / Astronaut, con Richard Dreyfuss; y la también animada Sueños S.A. / Dreambuilders (ambas en el cine online de Cinemark Hoyts); Cerro quemado, de Juan Pablo Ruiz (en Cine Ar Play y Cine Ar TV); La cima del mundo, de Jazmín Carballo (en Puentes De Cine) y el reestreno de la copia restaurada de 8 y 1/2, de Federico Fellini.

Hace ya más de una década que las películas animadas de Disney –no así las de Pixar, que aunque son parte del imperio se mueven con cierta autonomía– vienen presentado protagonistas femeninas fuertes y decididas que tensionan la idea de legado, una de las líneas rectoras de la filmografía contemporánea del estudio. Así lo hicieron, entre otras, Enredados, las dos Frozen y Moana: un mar de aventuras y así lo hace ahora Raya y el último dragón.

Es cierto que ese cambio no es exclusivo de Disney, ya que hay cada vez más series y películas con personajes de este tipo. La diferencia es que si la mayoría necesita gritar a los cuatros vientos que tienen protagonistas mujeres, aquí todo transcurre con naturalidad y fluidez, sin subrayados ni discursos altisonantes.

El epicentro de la historia es el reino de Kumandra, un lugar imaginario cuya iconografía, sin embargo, remite a la cultura oriental en general y china en particular. Porque el ratón será cualquiera cosa pero no tonto, y se adecua a los tiempos que corren tanto a través de sus personajes como intentando interpelar a la audiencia del que, pandemia mediante, se ha convertido en el principal mercado cinematográfico.

Allí solían convivir en armonía los humanos y los dragones, hasta que unos monstruos obligaron a los reptiles gigantes a un sacrificio prácticamente total. Quinientos años después, una pelea entre Kumandra y los reinos vecinos pone en peligro la piedra mágica que mantiene a los monstruos alejados, desatando una nueva amenaza que la jovencita Raya –hija del guardián de aquella piedra– deberá evitar buscando el último dragón del título. Junto a él (o ella, dado que es una “dragona”) se embarcará en un largo viaje con el objetivo máximo de recuperar la piedra y, con ello, el equilibrio de antaño.

Raya y el último dragón se inscribe orgullosamente en la tradición de las road movies con espíritu de aventura de autoafirmación personal y cultural, en tanto para Raya el viaje es una manera de validar algunas ideas sobre el mundo y refutar otras. Así, a la pérdida de la inocencia generada por las traiciones múltiples se contraponen los aprendizajes sobre la importancia del trabajo en equipo y el afianzamiento de valores colectivos y familiares. Pico creativo más alto de Disney desde Zootopia, la película nunca pierde la capacidad de asombrarse (y asombrarnos) ante lo desconocido y el sentido de las buenas aventuras, aquellas que todavía el cine puede dar.