Rawson

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Sobre lo que dejó en Rawson una cárcel de triste memoria

Para el común de los argentinos, Rawson se asocia a una cárcel tristemente célebre en 1972 y también entre 1975-83. En cambio, para los chubutenses ese nombre se asocia al del ministro nacional que alentó la inmigración galesa, y a la ciudad capital que hoy lleva su nombre. Que en ella esté la cárcel a la vista de todos, los tiene sin cuidado. De tanto verla, ya la perdieron de vista.

Así lo observa el periodista Nahuel Machesich, que se crió a cinco cuadras y recién cuando se mudó a Buenos

Aires empezó a obsesionarle su significado. Este documental lo muestra de regreso, caminando las calles y charlando con vecinos y viejos guardiacárceles que también son vecinos, incluso son gente agradable, agradecida, y de respetables inquietudes artísticas. El habla también con un secretario municipal que entonces fue, digamos, habitante obligado del lugar, y hoy se cruza con quienes allí lo verduguearon y ahora lo saludan como si tal cosa. La banalidad del mal, que le dicen.

Uno de esos que abusaban del uniforme tiene una causa abierta. Lo curioso es que a nadie le importa. Todas las noches juega a las cartas con la demás gente en el club del barrio, nadie le ha retirado el saludo, y aún más, la comunidad destaca su tarea como entrenador de fútbol infantil. El protagonista del relato lo tuvo como entrenador cuando era chico. Ya entonces el hombre tenía su causa abierta. Ahora van a cruzarse. ¿Pero qué pueden decirse? Ese momento es el más interesante de la película, el más inquietante, y el de mayor carga humana. Sin retórica. Solo la actitud, y la capacidad de cada uno, asunto varias veces transitado en el cine de ficción, pero que acá pasa de veras. Y después, la vida sigue igual.

Buen momento de cine. Buena película para pensar y entender que ningún gobierno está hecho solo por los de arriba. Y que el pueblo no es exactamente lo que dicen los soñadores ni los amigos de hacer discursos. Codirectores, Machesich y el observador Luciano Zito, el de «Tocando en el silencio», sobre un chico que nació con sida.