Rawson

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Mejor no hablar de ciertas cosas

El viento remueve el olvido pero también arrastra consigo las resonancias de un eco; de los sordos ruidos -muros adentro- o el silencio cómplice que calla y otorga.

Detrás de un silencio hay una historia, pero muchos oídos que no la quieren escuchar y quizás así como el dicho popular habla de ojos que no ven existen oídos para seleccionar los ruidos que prefieren no recordar. Esa es una premisa que motoriza la inquietud vital por ir en la búsqueda de una verdad cuando partes de esas resonancias golpean de cerca y confrontan de cierta manera con la propia historia, esa que se reconstruye también de anécdotas, interpretaciones del pasado o secretos que se guardan en lo más hondo por múltiples razones, algunas más comprensibles que otras siempre que se las exponga en un contexto y desde una distancia emocional necesaria.

El documental Rawson, de Nahuel Machesich y Luciano Zito, indaga desde la saludable distancia del que vuelve a su lugar de infancia con la mirada más abierta y aguda sobre un pasado atravesado de contradicciones e historias oscuras y un presente que parece no querer recordarlo.

Partir desde las preguntas sin un yo acusatorio es una señal de querer saber algo más y acercarse, aunque sea desde la intención y la necesidad personal, un poco a la verdad. Sin embargo, cuando esa verdad se entrecruza con los resortes invisibles de un pacto de silencio, la búsqueda se transforma en una tarea desafiante para vencer la inercia del olvido y encontrar los lazos -también invisibles- que desentraman una compleja red de conductas y responsabilidades que muchas veces pueden tornarse reprochables o censurables en el tiempo.

Nahuel Machesich llegó desde Buenos Aires a su casa paterna, ubicada en un barrio a pocos metros de la cárcel, con una obsesión que se transformó en película y junto a Luciano Zito organizó una puesta en escena para compartir su experiencia en un rol casi detectivesco, en busca de rastros que cierren el círculo de la historia de represión y tortura que tuvo como principal protagonista a la cárcel de presos comunes de Rawson, históricamente conocida como un penal que alojaba presos políticos y del que se produjo la fuga de un grupo de internos vinculados con la guerrilla, luego capturados y fusilados en Trelew por la dictadura militar.

La primera persona, recurso narrativo elegido por los realizadores sin la alternativa de utilizar una voz en off, expone desde lo cinematográfico la intención manifiesta de dejar que el relato fluya a partir de los testimonios de los propios padres de Nahuel, amigos, vecinos y otras voces estrechamente ligadas a las épocas oscuras de ese entorno. Hay un despojo de lo subjetivo en relación a la construcción del meta-relato para no condicionar la búsqueda.

Ahora bien, que sea fluido no implica en lo más mínimo una correspondencia con los diferentes niveles de testimonio que avanzan por el camino de las preguntas incómodas para seguir las huellas o pistas de nombres claves vinculados a actos de abuso de autoridad o lo que es más grave aún torturas a presos políticos. Así, el retrato de una época que todo el pueblo busca olvidar se desdibuja y vuelve a dibujar en cada caso y paso que tanto Nahuel Machesich y su codirector Luciano Zito se proponen dar en este interesante documental que no pretende señalar con el dedo a responsables pero sí cuestionarlos por sus actos y sus actitudes del presente para entender un poco mejor el pasado.