Rawson

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Ciudad chica, cárcel grande

Documental de los "performativos", es decir, de esos en los que aparece el documentalista en escena, como protagonista y narrador omnipresente (como por ejemplo los de Michael Moore, o La televisión y yo, de Andrés Di Tella). Rawson, en realidad, es en todo caso semiperformativo, porque aparece en escena uno solo de los directores: Nahuel Machesich, impulsor del proyecto (el otro es Luciano Zito). Machesich ahora vive en Buenos Aires, pero es "nacido y criado" en Rawson, ciudad que alberga una cárcel (la U-6) de alta seguridad, un edificio de grandes proporciones en una ciudad pequeña en el que durante los años 70 estuvieron detenidos miembros de Montoneros, el ERP y las FAR.

Hay dos hechos alrededor de los cuales pivotea la película. Uno es que el 15 de agosto de 1972, cuando en una fuga de miembros de las mencionadas organizaciones armadas fue asesinado el guardiacárcel Juan Valenzuela. Y el otro, menos puntual, pero más extendido, son las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la última dictadura en la U-6. Sin embargo, lo que organiza el relato es la relación de Machesich con su ciudad natal o, mejor dicho, con su idea actual de lo que fue y es su ciudad natal: lo que se sabía y lo que se ocultaba, cómo circuló la información después del regreso de la democracia, cómo vivieron los ex represores en Rawson y qué hizo la gente de la ciudad. Interesante punto de partida volver a la ciudad, hablar con los padres, con amigos, con otra gente de esta capital provincial con dinámica pueblerina: así, Machesich guía las entrevistas con la intención de terminar hablando de la represión, principalmente del ex guardiacárcel Jorge Tomasso, algunas con buen resultado narrativo (la del ex jugador de fútbol, la del funcionario local que estuvo en la cárcel), otras más inconducentes (las que realiza en el cementerio).

Las dos entrevistas más interesantes son la del hijo de Valenzuela, el guardiacárcel asesinado en 1972, y la del profesor, más abierta, que plantea otros caminos posibles para la película. Caminos que Rawson no toma, o lo hace parcialmente, como cuando en la entrevista a un guardiacárcel de tareas administrativas se cuela, en el lenguaje, una construcción de la historia distinta a la de Machesich, quien por momentos, sobre todo al final, frente al encargado del club, cae en el lugar del periodista inquisidor y petulante que tiene razón a priori. Esa figura no le convenía a la película, como tampoco le convenían los montajes oníricos y la ostensible falsedad de la imagen de Machesich dormido, ni tanto acento en la historia individual del director que aparece en cámara. Poner el eje en cómo una ciudad chica lidia con una cárcel grande de historia turbulenta es el gran acierto del planteo de Rawson. Pero este documental, nada desdeñable, podría haber crecido notablemente con mayor ascetismo estilístico y mayor posibilidad de desvío de las ideas previas.