Rascacielos

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Si mezclamos a Infierno en la Torre con Duro de Matar obtenemos Rascacielos: Rescate en las Alturas. Para los memoriosos y los cinéfilos de alma, el olor a reciclado es tan fuerte que uno puede decir de cual de las dos películas citadas pertenece tal o cual escena. Tenemos otro rescate ridiculo con tablita puesta sobre un voraz incendio, en donde dos miedosos deben cruzarla antes que el borde donde se apoya se desplome; hay tipos colgando de cuerditas y flotando por el borde de un gigantesco rascacielos de 220 pisos antes que la soga se acabe o se cercene. Hay un villano buscando un tesoro (no una fortuna en títulos del tesoro a lo Hans Gruber, sino un disco duro con un software que puede (y lo ha hecho) rastrear todas las cuentas fantasmas de las principales organizaciones criminales del mundo), y hay un tipo desesperado por salvar a su familia. Lo único que le falta al final, cuando a Dwayne Johnson lo cubren con mantas los socorristas, es que empiece a gritar “Holly, Holly!” y pongan a Vaughn Monroe cantando Let It Snow, Let It Snow, Let It Snow.

Rascacielos no es una película mala; es bastante entretenida y está plagada de proezas imposibles y agujeros de lógica enormes, pero uno disfruta esas locuras porque Dwayne Johnson está en el medio. Como al moreno le falta una pierna, no es todo lo ágil que debiera así que debe ingeniárselas para acercarse a sus enemigos ya que en corto rango puede ser letal. La trama traída de los pelos es que se trata de un ex agente de las fuerzas especiales, lisiado durante una de sus operaciones y que ahora posee una pequeña empresa de seguridad… razón super estúpida por la cual un súper millonario chino lo contrata para testear la seguridad de su súper rascacielos de 220 pisos, dotado de parque temático y turbina eólica propia. Están los traidores de turno, y están los mercenarios de turno, que quieren hacerse con el disco duro del millonario y para ello no se les ocurre una idea mas discreta que prenderle fuego a medio edificio y cancelar los sistemas anti incendios. No sólo es un espectáculo dantesco que puede verse desde miles de kilómetros de distancia sino que atrae a millones de espectadores y policías al lugar. Obviamente la sutileza no está a la orden del día.

Mientras tanto Johnson renguea pero es capaz de dar saltos que Usain Bolt sería incapaz de hacer – desde una grúa cercana hasta el edificio ubicado a casi 20 metros de distancia y a cientos de pisos de altura -, mamporrea a medio mundo con su pierna de titanio y arregla todo con cinta de embalaje.

Si hay una sorpresa en medio de todo este estofado, es ver a Neve Campbell en el rol de ex doctora militar badass. La Campbell era preciosa de adolescente y daba ideal para papeles románticos y lloricosos (por eso funcionaba bien en Scream) pero, cuando crecés, tenés que demostrar que tenés algún talento adicional aparte de poner los ojos rojos y moquear con facilidad. Acá opera como una especie de ayuda externa del sufrido Johnson, colabora con la policía y termina por darle la biaba a un par de villanos. Nada mal para la ex Party of Five.

Rascacielos: Rescate en las Alturas se deja ver. Johnson siempre es simpático, la acción no da respiro y la trama está traída de los pelos – ¿en serio un americano con una firma chiquita de seguridad revisa un super rascacielos?¿no hay nadie mas que pueda hacer lo mismo en toda la China, donde hay miles de millones de personas?; tan solo una vil excusa para poner un astro americano en una coproducción que debería seducir al gigantesco mercado chino y obtener una buena box office -, pero el calco de escenas de películas mas famosas y mas conocidas es demasiado fuerte y predecible. Eso sin contar con la idiotez de la Perla, cuyo único uso útil es crear un palacio de espejos (al estilo del final de El Hombre del Revolver de Oro o, si quiere, de La Dama de Shanghai de Orson Welles) para confundir a los malos que son mayoría. Quizás la idea de los productores de Hollywood sea que, en algún momento, la generación de cuarentones / cicuentones como nosotros se muera, y la taquilla esté compuesta únicamente por millenials, tipos superficiales que no saben lo que pasó hace 20 años y odian las películas antiguas porque no vienen en alta definición o traen actores desconocidos (¿Steve McQueen? ¿Paul Newman? ¿Quiénes son esos? ¡Qué efectos especiales mas patéticos!), olvidándose que fue la era de los grandes directores y las grandes ideas y que, sin ellas, no existiría el actual cine norteamericano.