Rara

Crítica de Fernando López - La Nación

Crónica de una familia distinta

Rara aborda el tema de las llamadas "nuevas familias" -en este caso, una integrada por dos mujeres y las dos hijas de una de ellas- desde la perspectiva de las menores, en especial de la mayor, una preadolescente que a los cambios propios de esa etapa de su crecimiento debe sumar los que devienen del medio que la rodea, no siempre dispuesto a aceptar con naturalidad la existencia de una familia conformada de un modo tan diferente del orden convencional.

El tema le fue inspirado a la directora y coguionista Pepa San Martín por un caso real: la jueza Karen Atala, la primera y única que en su país había declarado públicamente su homosexualidad, demandó en 2004 al estado chileno ante la Corte Internacional de Derechos Humanos cuando la Justicia le quitó, apuntando a su condición sexual, la custodia de sus hijas. El caso terminó con un fallo que formuló diversas recomendaciones al Estado. Pero este no es el tema central del film. Que está lejos de constituir una obra sobre litigios judiciales. Es más: la querella, iniciada por el padre de las chicas, no se ha iniciado cuando el film de San Martín termina, si bien en el retrato de la vida cotidiana del grupo, que incluye también al padre (y a la nueva esposa de éste) ya se lo ve, por ejemplo, sospechar de que los presuntos problemas escolares de sus hijas se deben a la situación en que viven y que juzga anormal.

La vida cotidiana de las chicas, con sus rituales, sus diversiones y sus preocupaciones se parece a la de cualquier familia. San Martín es suficientemente sutil como para que las manifestaciones de prejuicio y homofobia -que las hay, claro- se cuelen muy cautelosamente en esta lograda crónica de familia. Nada de mensajes explícitos y aleccionadores ni mucho menos, de discursos que cuestionen y condenen las convenciones y los prejuicios de la sociedad chilena, si bien no hacen falta subrayados para que se aprecie la distancia que suele haber entre lo que se dice y lo que se hace.

La observación de las conductas de las chicas -y en especial muchas conversaciones entre ellas dos o con sus amigas- resulta más que ilustrativa de los sentimientos que las animan y la situación en que se encuentran.

Para la adolescente, verdadera protagonista del film, no es fácil sobrellevar al mismo tiempo tantos cambios e ir percibiendo de a poco que en la escuela, y aun entre sus amigas más próximas, la comunidad encuentra raro lo que para ella supone lo normal: vivir en su casa de siempre y con su hermanita, con la que a veces oficia de madre, y desde la separación de los padres, con sus dos mamás, la propia y la amiga íntima que ella ha traído a vivir en casa; el mundo familiar se extiende en ocasiones al padre y a su nueva esposa. Con ellos, las chicas pasan breves temporadas.

La mirada inteligente y sensible de San Martín sabe descubrir en pequeños y precisos detalles las tensiones que palpitan detrás de la aparente concordia. Es mérito del guión, muy libremente tomado del caso de Atalay y de una dirección que obtiene admirables rendimientos de todo el elenco, y en especial del sector más joven: Julia Lubbert, la adolescente, y la pequeña Emilia Ossandon.