Rápidos y furiosos X

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Esta Rápidos y furiosos X tiene todo lo que el fan de la saga ansía ver, después de una espera bastante más prolongada de lo que estaba acostumbrado. Hay acción, acrobacias, muchos regresos -está Paul Walker, y también su hija, en un cameo: búsquenla en un avión-, tiene un villano como Jason Momoa de lo más extravagante, y la familia, de sangre o de lo que sea, por delante de todo.

“No me importa morir para proteger a la gente que amo”, dice por ahí Dominic Toretto (Vin Diesel), y cómo no vamos a creerle.

Los que recién lleguen a los Rápidos y furiosos seguramente se perderán bastante, o al menos bastantes guiños.

Las acciones se remontan a diez años atrás, en Río de Janeiro, cuando Dominic roba con Brian O’Conner (Paul Walker, luego muerto en un accidente automovilístico) una bóveda con dinero de un narcotraficante brasileño (Joaquin de Almeida).

Venganza, siempre la venganza
Diez años después, Dom acompaña a su pequeño hijo Brian (llamado así en honor a su amigo muerto) derrapando el auto. Y compartiendo la mesa larga, al aire libre, está la abuela de Dom (Rita Moreno), que es como Mufasa de El Rey León cada vez que abre la boca: tira una enseñanza.

La acción regresa cuando el hijo de reyes, aquel narco que murió persiguiendo a Dom, quiere vengarse. Sí, ese personaje es el de Jason Momoa, al que le dieron todos los chistes posibles y juega aquí más al comediante que al villano de acción. Es malísimo, sigue el refrán de su padre muerto, que es la antítesis de la abuela/Mufasa (que mejor que matar, primero es hacer sufrir), se limpia la sangre de la navaja con la lengua, extorsiona a todos y tiene entre ceja y ceja -y miren que las tiene tupidas- a Toretto y su familia.

Decíamos que hay varios regresos, y se deben hacer varias alianzas que hasta la película novena eran impensable, e imposibles. Pero ya aprendimos bien que en Rápidos y furiosos nada es imposible, y lo que ayer era una cosa, hoy bien puede ser otra. Y mañana, también.

Así que se desata la guerra, los bandos se arman y los combates, por lo general con los protagonistas furiosos a bordo de autos rápidos, se dan en locaciones como Roma, Los Angeles, Nápoles, Londres y en Portugal.

Hay secuencias increíbles, como la de una bomba subacuática enorme, recorriendo las calles de Roma hasta llegar cerca del Vaticano, que el director Louis Leterrier (El transportador, El increíble Hulk, la de Edward Norton) asegura que era una bola de verdad prendida fuego, o sea que no es por efectos de computadora.

Eso lo dejaron para las acrobacias más increíbles que puedan imaginarse.

Porque en Rápidos y furiosos X rompen todo, principalmente autos.

Y vuelven varios, hasta alguno que jamás hubiéramos imaginado... Hay una sola escena postcrédito, pero no hay que perdérsela, y en la banda de sonido se escucha a María Becerra cantando un fragmento de Te cura.

Si quieren más, vayan a los cines, porque Rápidos y furiosos X podrá ser más de lo mismo, pero es entretenida.