Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

Rápidos y furiosos: la historia como farsa

La película se aparta de la premisa “autos corriendo por todas partes” que alimenta a la serie y que recién aparece a todo trapo en la secuencia de acción final. 

Marx dijo (Karl, no los hermanos; aunque Groucho también podría haberlo hecho) que “la Historia ocurre dos veces, primero como tragedia, luego como farsa”. Casi todo el mundo oyó la frase alguna vez y sin dudas la conocía otro filósofo, Francis Fukuyama, quien a comienzos de los ’90 acuñó el concepto de Fin de la Historia para celebrar la derrota del marxismo, la supremacía del capital y el advenimiento del reinado de la economía de mercado. Más allá (o mejor dicho: más acá) de las discusiones en torno a estas ideas, ambas pueden ser útiles para pensar el estreno de Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw, derivado de la saga cinematográfica más exitosa de la historia si se la evalúa a partir de la relación contenido-beneficio.

Este desvío que toma la serie nacida con el comienzo del siglo, hace ya nueve películas, se corre por primera vez de los protagonistas originales, los miembros de “la familia Toretto”. En su lugar pone al frente a los personajes del policía Luke Hobbs (Dwayne Johnson) y el ex agente prófugo Deckard Shaw (Jason Statham), aparecidos en los episodios 5 y 6, quienes con sus nombres de pensadores comenzaron a ganar cada vez más peso hasta lograr este ascenso que los convierte en figuras centrales. La sinopsis es básica: una agente del MI6 es asaltada por un grupo comando cuando su escuadrón recuperaba un peligroso virus sintético. Para evitar que caiga en manos equivocadas, la heroína se inocula las cápsulas letales y huye. Ahí Hobbs y Shaw son convocados para ir tras la prófuga y el terrorista superhumano que la sigue. Como siempre, el producto gira en torno de la acción, pero a diferencia de los primeros episodios “serios” de la saga, esta vez se trata de una comedia abierta. Para ello son vitales las habilidades de Johnson y Statham, tal vez los héroes de acción puros y duros con mayores dotes para jugar con la farsa en la actualidad. En otras palabras, dentro de la estructura de la saga Rápidos y Furiosos: Hobbs & Shawhabita en el segundo término del aforismo marxista.

La película incluso se aparta bastante de la premisa “autos corriendo por todas partes” que alimenta a la serie y que recién aparece a todo trapo en la secuencia de acción final. El carácter farsesco se confirma en todas partes, aunque con pocas luces. La gracia se basa sobre todo en la enemistad entre los protagonistas, quienes durante casi toda la película se chicanean con epigramas propios de adolescentes. El chiste puede ser gracioso un rato, pero no se sostiene como único recurso humorístico en una película de más de dos horas. Como ocurre en la rama central de la historia, el derivado replica al original configurando una nueva estructura familiar entre sus protagonistas. Y de paso presenta a sus futuros integrantes, cuyas apariciones sorpresa están entre lo mejor del film. Se trata de una nueva familia que quizá alguna vez se termine cruzando con la original para deleite del fandom. Y de los productores. Porque como dijeron Fukuyama y su colega Jacobo Winograd (y el cine parece haber aceptado en las últimas décadas): billetera mata… lo que sea.