Rápidos y furiosos 9

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

El pasado te alcanza, no importa qué tan rápido vayas

Toretto y su familia vuelven a reunirse para salvar el mundo de las manos de un viejo conocido.

Si hay una franquicia hoy por hoy que ha sabido reinventarse es la de Rápidos y Furiosos. Lo que empezó como un policial que involucraba carreras de autos clandestinas se transformó en una de las sagas más rentables de la historia del cine por haberse volcado hacia el género de espías, de la acción y de las persecuciones a lo largo del globo contra hackers y fuerzas de seguridad secretas de cualquier país del mundo. De una forma muy natural, y sin perder su esencia, Justin Lin, quien con ésta dirige su quinta película de la franquicia y próximamente la sexta, logró transformar el concepto terrenal de la Fast & Furious original y llevarla hasta un punto en el que los límites físicos o biológicos no son parámetros reales para juzgarlas. ¿Esto está bien, está mal? Bueno, depende de cada uno; Los fanáticos de la saga, que los hay y muchos, ya están acostumbrados a que la verosimilitud de lo que sucede pueda variar entre lo ligeramente posible y lo completamente imposible.

Y ahí es donde apunta específicamente esta nueva entrega, a su fandom. Cualquier espectador que no haya visto las otras ocho, nueve contando el spin off Hobbs & Shaw (2019), puede ver esta cómodamente y comprenderla; Ahora hay una carga emocional con la que no van a conectar. Lo bueno para ambos casos, fanáticos y no, es que la trama no es nada de otro mundo, de hecho es bastante similar a la de las últimas entregas. Para pasarlo a palabras, Dom (Vin Diesel) y Letty (Michelle Rodriguez) se encuentran alejados de los autos y se han aislado del resto del equipo para criar a su hijo Brian. Pero por más ganas que tengan, o digan tener, el deber los llama y su equipo vuelve a reclutarlos porque una fuerza de choque de alto riesgo pone en peligro al planeta entero y deben detenerla. Los problemas comenzarán a empeorar cuando en esa banda descubran que el As de espadas es Jakob Toretto (John Cena) el hermano de Dom. Para enfrentarse a los problemas del presente y a los fantasmas de su pasado, la banda necesitará de todos los aliados que les quedan, forjar nuevos lazos y recuperar a algunos miembros que se creían perdidos.

A estas alturas de la franquicia pocas son las acrobacias o leyes de la física que quedan por romperse y si alguna quedaba esta película se dedica exclusivamente a romperlas. Por supuesto que la trama no es para nada sorprendente, ya la han hecho antes e incluso recientemente, pero eso a Justin Lin, Daniel Casey y Alfredo Botello, quienes escriben el guion y la historia, poco les importa. Hay explosiones en donde nadie sale lastimado, hay acrobacias que anatómicamente son imposibles y leyes físicas que se ven rotas con la simpleza propia de abrir una botella de agua. Pero ahí no está el mayor problema de la cinta, ya que todo lo anterior ya uno lo asimila previo a que entra a ver la película, el problema más grave, y cuasi imperdonable, son las explicaciones de sucesos puntuales en donde hasta el más fiel seguidor de la familia Toretto se va a cuestionar. Y eso que la trama general de la franquicia ya ha dado vueltas de tuerca antes y lo han sabido manejar “bien”, acá las explicaciones ya pareciera que no son pensadas dos veces y van con la primera idea que se les ocurre para poder exprimir hasta el último centavo posible; Pero que son ingeniosos eso seguro. Ahora claro, desde hace algunas entregas la película fue empezando a generar, en la cultura popular sobre todo, una máxima que es que a los personajes nada les puede pasar y no sólo nunca van a perder sino que ni un rasguño van a tener y a tal punto la película juega con sus fanáticos que toma esta postura y se hace dueño de plantear una franquicia que se vuelva “meta”, burlándose de ellos mismos, haciendo chistes de doble sentido en referencia a la industria del cine y hasta creando un vínculo de complicidad con el espectador en donde se genera la sensación, y luego puesta en escena, de que los límites ya no existen, cualquier cosa puede pasar y ellos lo saben, el espectador lo sabe y todos lo esperan sólo falta el momento, el intérprete y el motivo. Eso es lo más destacable que tiene la película, que es autoconsciente de lo que es, lo que significa y lo que representa.

Ahora claro, a medida que suceden estos aspectos, la historia sigue y la historia no es lo que importa a estas alturas y suelen ser divertidas, el problema es la monotonía y la semejanza en la contigüidad de las escenas. Largas, con música que poco tiene que ver y con efectos especiales que bien podrían haber sido mejores. Sin entrar en terreno de spoilers, hay una novedad narrativa que ayuda a conocer algunos secretos y momentos de los personajes que se celebra la intención pero su ejecución deja bastante que desear, sobre todo porque esos momentos, en modo flashback, que nos presentan chocan con la intensidad del relato actual y eso genera inestabilidad en el relato central produciendo incomodidades en la estructura narrativa general.

Nunca ha sido una franquicia en la que las actuaciones sean demasiado importantes, sino más bien del carisma o no de los actores y actrices y esta no es una ocasión diferente. Mientras el rooster de estrellas se sigue llenando, la nueva incorporación de la saga es John Cena que parece estár en el pico de su incipiente carrera porque no sólo él como personaje es marketinero, sino que también aporta sus buenos momentos. Claramente no tiene una actuación como para considerarlo en algún premio, incluso de los menores, pero funciona perfectamente para su rol. Otros que aprovechan cada uno de sus momentos, más relegados al alivio cómico que a otra cosa, son Tyrese Gibson y Ludacris, en otra medida Nathalie Emmanuel ya afianzada en el equipo y la siempre brillante Charlize Theron es la antagonista perfecta con la que se encontró la saga. No hace falta, incluso, que se “ensucie” las manos, ella es la amenaza máxima de nuestros protagonistas y en lo que se cree será la última entrega todo apuesta a un último gran enfrentamiento contra Dom Toretto y su pandilla.

Rápidos y Furiosos 9 está muy lejos de ser una película perfecta, ni siquiera es de las mejores de la franquicia. Pero hay cosas que no se pueden obviar al ver, o analizar, estas películas. Uno sabe lo que va a ver y con lo que se va a encontrar. También se sabe que los límites, ya no existen. Toretto y compañía no tienen ningún obstáculo capaz de frenarlos y eso para el público es fundamental porque el entretenimiento está garantizado por más errores y fallas que se tengan. Veremos que planean Justin Lin y Vin Diesel para el futuro, porque todavía tienen suficiente nafta en el tanque como para seguir expandiéndose y cosechar éxitos de taquilla.