Rango

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

(Jugar a) Ser el héroe.

Rango es una largartija que vive encerrada en una pequeña pecera. Sus únicos amigos son un pez dorado de juguete y una muñeca descabezada (literalmente). Él ensaya como actor, rescatando a sus amigos del peligro. Se da cuenta que a su universo, a su microcosmos, le falta algo: el impulso sorpresa que lo obligue a ese ser común a convertirse en héroe. La yuxtaposición no deja de ser efectiva: el auto donde viaja pega un giro brusco, provocando que el reptil salga volando por los aires. Ahí está: ya tiene el acontecimiento que desatará lo que sigue.
Rango es la primera película animada de Industrial Light and Magic (ILM, la compañía de efectos visuales de George Lucas) y también lo es para Gore Verbinski (el director de la trilogía inicial de Piratas del Caribe). Entra en un género duro, dominado en lo artístico por Pixar y en la taquilla por Dreamworks. Hay competencia dura, pero Rango también lo es: es una gran película, inteligente, divertida y hasta poética. En primer lugar, que el personaje sea una lagartija con aspiraciones de actor, le da cierta originalidad. Sí, claro: Rango llega a un pueblo de mala muerte en medio del desierto, como el extranjero debilucho. ¿Cómo armar algo original a partir de esto? Bien, lo que sigue juega con las convenciones del género, pero las reinventa. Rango miente: ese ni siquiera es su nombre. Como todo ser con sentido por lo artístico, crea una imagen nueva de sí mismo ante la gran oportunidad de sorprender a su audiencia. Respetado en cuestión de minutos, él es el forastero con el que no hay que meterse. Claro: las mentiras sólo crecen y pocas veces traen reales beneficios. Así es como él deberá ser quién no sólo se enfrente a la ruda pandilla de turno, sino el que deba resolver el conflicto que aqueja al pueblo: la escasez de agua.
Entre muchos logros que se le pueden atribuir a la película, está no sólo el convertir al pequeño mentiroso en un ser carismático, de notable astucia e inteligencia, en alguien querido (las buenas películas de animación se notan por el diseño de su protagonista: Rango no es la excepción) sino por introducir una considerable gama de personajes. Todos ellos tienen la oportunidad de lucirse, no sólo en la comedia, sino en el desarrollo general. Tienen personalidad y peso propio. Desde los peculiares residentes del pueblo, hasta los forasteros. Hay muchos: la serpiente que interpreta Bill Nighy (un villano tan bueno como Davy Jones de El cofre de la muerte), el armadillo que se parece a Don Quijote (por Alfred Molina en la versión original), la lagartija co-protagonista (Isla Fisher), entre otros.
Rango confirma muchos otros talentos, más allá del de los actores y él director. Hans Zimmer (compositor que a esta altura no hace falta recordar sus trabajos previos) logra una de sus más inspiradas (como siempre, un poco desequilibrada) partituras. Roger Deakins es el consultor de fotografía y eso se nota, porque hay algunas imágenes sumamente impactantes y bellas en la película, como aquella donde un Sol rojo y melancólico recorta las siluetas en perfil de los personajes cabalgando hacia su destino (tan icónico del western...). Las películas de animación que aspiran a un prestigio más grande que el comercial tienen un consultor de fotografía. En WALL-E el mismo Deakins había sido el consultor. Incluso él fue quien recibió su novena nominación al Oscar por Temple de acero (increíble pero real: todavía no lo ganó).
Gore Verbinski es un buen director. La serie de Piratas del Caribe lo encontró, para la tercera parte, agotado y sin ideas. Su peor película hasta le fecha. Las dos primeras, mostraban un encanto juguetón hacia la aventura, la fantasía y la magia. Como con Wes Anderson, presiento que lo suyo está más ligado a la animación. Puede manipular a su antojo los personajes y las leyes físicas. ¿Recuerdan a Jack Sparrow dando vueltas en la rueda gigante? Era un truco bastante bonito. La secuencia debió haber sido lo suficientemente complicada para que no dure más que unos minutos en pantalla. En Rango hay una de las mejores secuencias de acción del año, donde incluso la música parodia directamente a la saga de los piratas. De verdad, hay que saber filmar la acción. Howard Hawks decía que una película debía tener 3 secuencias buenas y ninguna mala. Esta tiene sus 3 secuencias, siendo esa la principal.
Lo más interesante de la película es el giro que toma a partir de la segunda mitad, cuando el personaje realmente se cree al personaje que inventó. Allí todo se vuelve un gran homenaje a los westerns de Sergio Leone (y uno entiende por qué la elección de la pantalla wide, que además sirve para meter a tantos personajes en escena). Y no sólo eso. Hay referencias a 2001: Odisea del espacio, Barrio Chino (¡La tortuga! ¡El agua!), Django (el título...) y más. Lástima que durante la primera hora (que es bastante digna) la película no termine de encontrar su tono y vacile entre el humor exagerado de Dreamworks y la inteligencia que explotará luego. Quizás yo me confunda: calificar a una película es molesto y este 7 bien podría haber sido un 8. Pero sumado al penoso doblaje castellano (donde hay acentos argentinos que dicen "boludo" y "loco") la experiencia se hizo un poco densa al principio.
Más allá de las quejas menores, Rango es una gran película. Apuesta con el corazón por el cine de aventuras y acción. Es un cómic, en tanto exagerada y traviesa. Pero lo más importante, como el héroe que tiene, es que cree en el cine. Es noble. Nos recuerda lo lúdico de las películas: que nos presentan la oportunidad no de comenzar de nuevo, sino de creer en esos universos, mundos y claro... héroes.