Rams: la historia de dos hermanos y ocho ovejas

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Un relato crudo y austero

“Rams” es la historia de dos hermanos islandeses que viven en una zona de granjeros que se dedican, como única actividad productiva, a la cría de ovejas.
El paisaje está compuesto por una pradera con pasturas y pocos árboles, un suelo ondulado por suaves colinas, casas con techos de zinc, apropiados para soportar las duras nevadas que cubren todo el paisaje en invierno, y grupos de ovejas moviéndose de aquí a allá, separados apenas por unos cercos precarios, pero que cada habitante respeta a rajatabla.
Allí hay más ovejas que seres humanos y todos se conocen muy bien. Es un valle amplio que se dedica a esa exclusiva actividad, y se mantiene a lo largo del tiempo, de generación en generación, ya que los primeros habitantes del lugar llegaron junto con las ovejas. Por lo tanto, la relación con el ganado es de vital importancia y nadie se imagina qué otra cosa se podría hacer en ese lugar.
Estos dos hermanos, Gummi y Kiddi, protagonistas del relato narrado por el director y guionista Grímur Hákonarson (1977), son dos hombres mayores, solitarios, que viven cada uno en su casa, separadas entre sí por escasos metros. Al comienzo de la película, cada uno cría su propia manada de ovejas, hace cuarenta años que no se hablan y si es muy necesario, se envían mensajes escritos a través de un perro, que parece llevarse muy bien con los dos.
Hákonarson no explica por qué Kiddi y Gummi han dejado de hablarse. Solamente se muestra que el primero es impulsivo y afecto al alcohol y al uso de armas ante cualquier contrariedad, en tanto que Gummi es más reflexivo y sereno e incluso es más sociable. A él acuden los vecinos cuando tienen alguna cuestión que resolver en la comunidad y también para pedirle que interceda entre ellos y su hosco hermano.
El caso es que de golpe la situación del valle se complica porque una peste empieza a afectar a las ovejas y las autoridades disponen medidas sanitarias extremas que incluyen el sacrificio de todos los animales, desinfectar todas las instalaciones y esperar un período de dos años hasta volver a traer carneros y retomar la actividad.
Para los granjeros es sencillamente una catástrofe, algunos deciden irse, mientras que otros no tienen más remedio que quedarse y resistir.
Por su lado, las autoridades envían a un batallón de veterinarios a controlar las tareas de sacrificio del ganado y limpieza de los establos, exigiendo casa por casa el cumplimiento de las medidas ordenadas.
Los hermanos Gummi y Kiddi, nacidos y criados allí, se verán obligados a adaptarse a la nueva situación, aunque a disgusto. Ante la tremenda adversidad, uno se refugia en el alcohol y el otro, trata de sobrevivir a su manera. En algún momento, impulsados por la urgencia y la necesidad, tendrán que superar los viejos rencores y hacer causa común.
“Rams” es una película técnicamente bella y sobria, interpretada por actores profesionales en los roles principales y habitantes del lugar en roles secundarios, quienes a través de una trama sencilla, de estructura clásica, describen un modo de vida, una cultura rural, un modo de ser, un carácter marcado y condicionado por el entorno, un lugar aislado del resto del mundo, y por un clima extremo con inviernos intensos, cuyas nevadas acentúan aún más el aislamiento.
Un lugar donde hay pocas mujeres y casi ninguna diversión.
Si bien por momentos el clima que “Rams” transmite es pesado y denso, muy proclive al drama, Hákonarson matiza con algunos toques de humor, llevando la historia a un clímax que tendrá un desenlace emotivo, mostrando cómo en medio de un terrible temporal de nieve, los hermanos que llevaban cuarenta años sin hablarse, de pronto se ven compelidos a derretir sus diferencias en un intento desesperado por sobrevivir.