Rambo: Last Blood

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Rambo: Last Blood es la épica conclusión del personaje de guerra más emblemático en la historia del cine. El despliegue técnico y una última actuación de su protagonista principal están a la altura de las circunstancias.

Sylvester Stallone es uno de esos iconos de la cultura pop al que se lo suele emparentar estrictamente con la saga de Rocky. Y si bien ese mote lo tiene más que bien ganado, el bueno de Sly supo ser más que solo un boxeador representando el sueño americano, ya que en 1982 se encargó de co-escribir y protagonizar las desventuras de John Rambo, un ex boina verde y veterano de la guerra de Vietnam al que su país le dio la espalda y a medida fueron pasando los años, tuvo que ir buscando permanentemente un lugar en donde poder erradicarse y permitirse olvidar su tumultuoso pasado. A lo largo de cuatro películas, el mito de Rambo se fue agigantando y a medida que se iban realizando nuevas entregas, el nivel de pólvora y sangre desparramada por doquier, y sin sentido en muchas ocasiones, fue aumentando considerablemente. Como un plus, Stallone no es muy fanático de los efectos visuales por computadora entonces cada una de sus películas fue orquestada de una manera en donde las explosiones y coreografías de acción eran realizadas de la forma más “a la vieja escuela” posible. Pero como toda franquicia merece un cierre digno de lo que fue su historia, Sylvester regresa a interpretar a su mítico personaje 11 años después de lo que ya de por sí se creía era el final de la historia de Rambo.

En Rambo: Last Blood (2019) el director Adrian Grunberg (Get the Gringo, 2012) se encargará de mostrar cómo fue la vida de John una vez regresado a su hogar natal en Arizona y ya decididamente retirado de las maniobras militares del gobierno de Estados Unidos. Viviendo lo más tranquilo que puede, a pesar de sus constantes recuerdos de tiempos pasados, Rambo vive con María (Adriana Barraza) y su nieta Gabriela (Yvette Monreal) a quienes les abrió la puerta de su hogar luego de que ambas fueran abandonadas por el padre de la jovencita. Pero la tranquilidad para John y compañía se acabará cuando un impulso lleve a Gabriela a cruzar la frontera con México para reencontrarse con su padre, pese a las advertencias de su abuela y Rambo. Luego de que le tiendan una trampa, un cartel de drogas y que también manejan la trata de personas y prostitución al mando de los hermanos Victor y Hugo Martinez (Óscar Jaenada y Sergio Peris-Mencheta) secuestraran a Gabriela sin saber que su fiel protector irá por ella y no se hará problema en dejar cadáveres a su paso.

A la dirección de Grunberg y a la participación de Stallone en el guion, se le suma el guionista Matthew Cirulnick para lograr concretar la última gran historia de John Rambo y el resultado termina siendo positivo. A pesar de que en un primer vistazo ésta entrega pueda ser la más genérica de todas, ya que su trama es para nada original y ya se ha visto en reiteradas oportunidades, la forma tan dura y cruda en la que se lo muestra es lo que la vuelve una película entretenida y con un alto nivel de tensión a lo largo de sus 100 minutos de duración. Obviamente que todo el relato contiene reminiscencias a películas anteriores provocando un gran sentimiento de nostalgia entre los más fans de la franquicia, pero que al mismo tiempo logran hacer funcionar este film como una cinta que puede verse de forma individualmente sin ningún tipo de problemas. A diferencia de las tres primeras partes de la historia de Rambo, en donde la visualización de la sangre era más controlada y teniendo en cuenta que la última del 2008 ya había ido un poco más allá en ese aspecto, ésta última entrega hace una oda al gore de acción y la sangre cómo no se lo había visto antes produciendo las muertes más estrafalarias y violentamente ridículas de toda la saga, de esas que llegado el momento logran robarle una carcajada al espectador. Obviamente que el verosímil en este tipo de películas es fácilmente reconocible y si el espectador no sede en algunos aspectos es muy difícil que el film guste. A diferencia también de los otros films, acá sí se nota la utilización de efectos especiales por computadora ya que el guion busca la forma más épica de lograr el clímax del cinta y lo logra de la mejor manera.

Como en toda película de Rambo las actuaciones son dejadas medio de lado, no importa tanto la performance individual de los actores pero sí el desarrollo de los personajes y sus motivaciones. En ésta oportunidad se repiten estos aspectos pero el que una vez más vuelve a encandilar con su actuación y con su prestación física es Stallone, quien ahora con 73 años vuelve a retomar un personaje que supo potenciarlo al cine de acción noventoso trasformándolo en un icono de la época. No sólo en cuestiones físicas es donde logra destacar Sly, sino que cómo viene demostrando hace rato en la duología de Creed (2015-2018) es un actor que tiene una capacidad para el drama que viene en aumento y que de saber aprovecharlo, su carrera podría estirarse por muchos años mas.

Rambo: Last Blood es el cierre que merece uno de los personajes con más historia dentro de las sagas de acción. El desempeño titánico de su protagonista y una gran coordinación de efectos prácticos logran que una película que no tiene grandes vueltas argumentales sea un disfrute total y brinde el entretenimiento esperado.