Rambo: Last Blood

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Quinta película del personaje John Rambo interpretado por Sylvester Stallone. Aunque ya no necesita presentación y su público actual es mayormente el que siempre ha seguido las otras películas, la pregunta era acerca de cómo sería esta nueva entrega de la serie. Un breve repaso de las películas: Rambo (First Blood, 1982) dirigida por Ted Kotcheff, Rambo II (Rambo: First Blood Part II, 1985) dirigida por George P. Cosmatos, Rambo III (1988) dirigida por Peter MacDonald, Rambo (2008) dirigida por Sylvester Stallone y finalmente Rambo: Last Blood (2019) dirigida por Adrian Grunberg. El cuarto film encontraba a Rambo volviendo a su hogar en Arizona luego de años de haber ido.

Diez años más tarde se retoma la historia en el rancho de Arizona que pertenecía al padre de Rambo y en donde él vive ahora junto con la que fuera empleada de su padre, María, y la nieta de ella, Gabrielle. Abandonada por su padre y sin madre, Gabrielle ve a Rambo como un tío o un padre. A pesar de estar retirado de toda acción, Rambo ha construido alrededor del rancho un sistema de túneles como los que había visto en la guerra del Vietnam. Sus traumas de guerra jamás lo abandonaron. Cuando la joven Gabrielle decide escaparse a México para conocer a su padre, las cosas se complicarán y Rambo deberá volver a tomar las armas.

A partir de este momento se adelantan elementos de la trama, quien quiera no saber nada del guión y sus giros pueden dejar de leer hasta ver la película.

El primer film de Rambo era un drama de ex combatiente y su difícil vida al volver a Estados Unidos. Este retrato se transformaba en un film de acción que hoy ya es un clásico. La secuela tenía un aire más espectacular, jugaba con los fantasmas de los prisioneros de guerra allá en Vietnam y apostaba más al entretenimiento bélico que al retrato de su héroe. La tercera era en Afganistán y nunca encontraba el tono, aun cuando se trata de la más costosa y enorme de las películas, la cuarta era particularmente violenta y hasta parecía una denuncia contra la violencia de la guerra. Solo la tercera fallaba a la hora de entretener, pero todas eran muy diferentes entre sí. Para esta quinta parte era un desafío salir airosa del desafío de ser original y a la vez tener algún valor en sí misma. La buena noticia es que lo logra, de forma alborotada pero efectiva, como ocurría con aquel primer film de 1982.

Los enemigos esta vez son dos hermanos que tienen una red de prostitución en México y en la cual cae la joven Gabrielle. Rambo va a buscarla pero falla en su misión en primera instancia, y al insistir consigue rescatarla pero no salvarle finalmente la vida. Solo con la ayuda de una periodista logró sobrevivir él en primera instancia. Esto llevará a una venganza implacable por parte Rambo contra los dos hermanos.

La versión que llega a la Argentina tiene un prólogo que muestra que Rambo sigue ayudando de forma voluntaria allí en Arizona, aun cuando no pueda, todo el tiempo, salvar al mundo. Ese prólogo no se da en todos los países donde el film se exhibe, pero tiene valor para mostrar quien es Rambo y como sigue siendo un héroe, casi un cowboy en este quinto film. Luego la película adquiere un aire melancólico y oscuro, porque todo anuncia la tragedia que se cierne sobre los personajes. A pesar la dureza del personaje, este quinto film tiene una enorme e inesperada carga de emoción, siendo tal vez la más emocionante de las cinco películas. El final es particularmente movilizador.

Como la película de 1982, a Rambo: Last Blood le costó encontrar su camino. Varios montajes llevaron a que la narración fuera pulida al extremo, lo que le da un ritmo trepidante y enloquecido por momentos, tal cual ocurría con el primer film. El director Adrian Grunberg se lanza a la misma locura que ya había demostrado en esa maravilla protagonizada por Mel Gibson llamada Get the Gringo (2012) con la cual Grunberg debutó en la dirección. A la mencionada emoción y las dramáticas escenas de la trata de personas en México le sigue un clímax de venganza que es un festival gore para los fanáticos de Rambo. Sin ser humorística, toda la batalla final está totalmente pasada de rosca, con brillante y efectiva violencia que supera incluso a la de Rambo (2008) y sin crítica que se esbozaba en aquel film.

A estas escenas brillantes, por momentos escalofriantes, que terminan en una literalidad sublime en lo que a la venganza refiere, le sigue un epílogo que parece despedir al personaje y a una época. Estoy rodeado de fantasmas dice el viejo Rambo, asumiendo también la edad del actor y el personaje. Con destellos fordianos que le ponen un poco de sal extra a esta rara mezcla, con unos muy buenos villanos y con un actor que ama a su personaje, John Rambo parece cabalgar definitivamente hacia el atardecer. Sea o no su último saludo en el escenario, la historia del cine le estará por siempre agradecida. Muchos pasaron y ya se fueron, Rambo hace rato que se ha instalado para siempre.