Rambo: Last Blood

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Estamos viviendo una época donde tenemos que exigirle más al cine, pero ¿qué es lo que pasa cuando llega la más reciente iteración de una propuesta que no tiene esa búsqueda?

La primera Rambo, estrenada en 1982 como First Blood, combinaba en escasos 93 minutos acción, aventura y una mirada a las profundas cicatrices que los conflictos bélicos dejaron en los soldados norteamericanos. Las secuelas que le siguieron conservaron la acción y la aventura, pero los conflictos de fondo adquirieron menos y menos protagonismo, al punto de ser un mensaje de último momento que la película empuja por la garganta del espectador en un vago intento de demostrar su ausencia de frivolidad.

Este forzamiento, podríamos decir, es el único pecado de las secuelas, ya que para esta instancia cumplieron su propósito de ser entretenidas… catárticamente entretenidas. Rambo Last Blood no se queda atrás, siguiendo la línea renovada de la película anterior donde la propaganda es dejada de lado, en favor de abrazar el costado animal que todos tenemos adentro, y que por las represalias no nos animamos a soltar.

¿Cabalgando hacia el atardecer?

Pongamos las cartas sobre la mesa: el guion no es sólido. El retrato que hace de los mexicanos es completamente unidimensional, principalmente en sus antagonistas que no podrían tener un trazo más grueso. Hay situaciones de las que el protagonista no tendría ni por qué salir vivo (quien esto escribe no puede olvidar lo que los carteles en la vida real le hicieron a unos pobres estudiantes de cine). Hay personajes que tienen más una función informativa que dramática. El personaje podría no ser Rambo y la película retenía el mismo sentido. La estructura tiene un desarrollo extenso y bastante simplón, sin mucha tensión, hasta llegar a su clímax.

Sin embargo, ¿esto hace de Rambo Last Blood una película, si hay que ser categórico, mala? No necesariamente. Primero tenemos que tener en cuenta que es una propuesta para aquellos que no le exigimos otra cosa a una película de este tipo más que entretenimiento y, fundamentalmente, para los seguidores del personaje que tenemos claro más que nadie lo que la franquicia es. Pero más importante, en lo que se ha convertido.

Lo que hace disfrutable a una película de Rambo precisamente es la catarsis. Durante gran parte del metraje vemos a los antagonistas ser la gente más arrogante, violenta e indiferente a la vida de los inocentes en un grado tan alto (no muy diferente a lo que son en la vida real), para que luego nos dé una tremenda satisfacción cuando Rambo viene y los hace carne picada.

Este es el objetivo de Rambo Last Blood. Estos son sus términos y, en honor a la verdad, debe decirse que cumplieron. Por muchos defectos que se tenga, el director Adrian Grunberg le imprime un ritmo muy ágil a la película, para que se llegue lo más rápido posible a la batalla del tercer acto que, como podrán imaginarse, tendrá todo el gore habido y por haber, incluso sobrepasando límites de una forma caricaturesca pero, reiteramos, catártica y satisfactoria.