Ralph: el demoledor

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Atractiva por donde se la mire

Rich Moore, el realizador de grandes episodios de Los Simpson, Futurama y El crítico, armó una película de animación donde el protagonista es el personaje de un videojuego.

Para bien y para mal, el trabajo ordena al mundo y en buena parte de las sociedades las personas son a partir de la posición que ocupan laboralmente. Esta extrema simplificación bien puede ser el punto de partida que llevó a Rich Moore a elaborar una historia basada en la tarea diaria, repetitiva y sin mayores incentivos, trasladada al universo de los videojuegos, donde los superhéroes, villanos y personajes de reparto cumplen una tarea con horarios definidos, obligaciones –en la línea de Monsters Inc.– y unos pocos momentos de genuina satisfacción. Como en la vida real.
Rich Moore, responsable de algunos de los episodios más logrados de Los Simpson, Futurama y El crítico, pone como centro del relato a Ralph, un personaje adorable, feo, un tanto bestial, pero capaz de reflexionar sobre su existencia –un poco a la manera de los personajes de Toy Story y la zozobra sobre el futuro cuando su dueño crezca–, y el agobio de formar parte de una línea laboral donde su papel se limita desde hace 30 años a destruir para que la gloria se la lleve el ñoño de Félix, que repara el desastre, logra el reconocimiento de sus pares y cuando se termina la jornada, tiene una activa vida social.
Moore explota inteligentemente la nostalgia partiendo desde un recorrido por buena parte de los videojuegos de las últimas décadas (es imperdible la sesión de terapia con varios personajes más o menos obsoletos de distintas épocas), pero por sobre todo, nunca deja de aportarle un perfil humano a cada una de sus criaturas.
Ralph (con la voz del gran John C. Reilly), discriminado, olvidado, apartado por sus compañeros, que adoptan en su vida las actitudes clasistas del videojuego que los contiene, finalmente se harta y decide ser un superhéroe en otro juego y así obtener el reconocimiento que busca desde siempre.
Ayudado por Vanella (con la voz de la siempre brillante Sarah Silverman), que también carga con lo suyo en cuanto a postergaciones, el grandote recorre nuevos mundos, se convierte en un fugitivo y recorre la infancia, la adolescencia y el presente de unos cuantos a través del 3D, sabiamente utilizado, en un vertiginoso raid reivindicativo, donde la nobleza de los personajes se pone a prueba una y otra vez y todos salen indemnes de la prueba.
Atractiva por donde se la mire, la película tiene varias capas de lectura pero es fundamental el aporte de un elenco extraordinario. Es cierto, ante la insistencia de los chicos de ver el primer tanque animado de 2013 se puede optar por la versión doblada, pero vale la pena buscar en la cartelera el film con las voces originales.