Quizás hoy

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

Un día en la vida.

Luego de un arranque multicolor con formato de collage audiovisual, que hace las veces de sueño del protagonista y, al mismo tiempo, de secuencia de títulos de apertura, el blanco y negro se apodera de la ópera prima de Sergio Corach, director, productor, guionista y protagonista absoluto de la ultra independiente Quizás hoy. Un blanco y negro que, como suele ocurrir, se miente a sí mismo, ya que evita mencionar la obligatoria escala de grises intermedia. Y gris es, por cierto, la vida de Miguel, joven empleado de un estudio jurídico cuyo devenir cotidiano parece fatalmente marcado a fuego por la repetición, el tedio y la falta de expectativas. “Me deprimen los viernes porque todo el mundo está excitadísimo. Como si no supieran que después viene el fin de semana, que es un pozo ciego, seguido del lunes, que es para serrucharse las pelotas”, escribe en un diario personal, método terapéutico sugerido por su psicólogo. Luego de cambiarse de manera metódica y mecánica, el circuito cotidiano en bicicleta del hogar hacia el trabajo, acompañado por su propia voz que, en estricto off, recita unas estrofas jocosas que no dejan de tener un aire a letanía: “pedaleo, pedaleo, al re pedo, es al pedo, caca y pedo, con olor a huevo”.

El día en la vida de Miguel incluye, entre otras casualidades y causalidades, el reencuentro doble con un amigo de la secundaria, una apurada lección de tango y la esperanza de recibir un mensaje de texto de una atractiva joven. Entre la comedia triste y la semblanza algo pretenciosa de la existencia contemporánea en una gran ciudad, Corach alterna momentos de comicidad inspirados -algunos diálogos en la oficina- con otros que insisten durante demasiado tiempo en un absurdo que es apenas mal chiste (el casting para una publicidad de pañales al ritmo del kung fu), al tiempo que sigue a su criatura por varios barrios porteños, de Boedo a Monserrat y de allí a Puerto Madero, pasando por la Plaza Roma, frente al Luna Park, y el Congreso. No ayuda al desarrollo dramático general el uso artificioso del doblaje, que parece navegar entre la elección estética y el recurso técnico para subsanar problemas surgidos durante el registro del sonido directo.