El 20 de octubre de 2010 fue asesinado Mariano Ferreyra, un integrante del Partido Obrero que participaba de una manifestación. Justamente por estos días, los jueces del tribunal oral que juzga a los responsables de su muerte deberán expedirse acerca de la culpabilidad de José Pedraza, sindicado como uno de los autores del hecho. Este entramado, rescatado del libro de Diego Rojas, sirvió para que los directores Julián Morcillo y Alejandro Rath rodasen este film que oscila entre lo documental y lo ficcional, y tiene como eje central a un periodista que realiza una serie de entrevistas y dialoga con familiares y amigos de Ferreyra. Los realizadores trataron de que su obra transitase por esa pequeña cornisa en la que su protagonista, interpretado por el escritor Martín Caparrós en su debut cinematográfico, se convierte en una especie de antihéroe, ya que sus jefes de redacción le ponen trabas en su intento de escarbar en todos y cada uno de los recovecos del episodio, pero él insiste en su denodada labor. Mientras tanto, escenas de noticieros dejan ver los enfrentamientos en los que murió Ferreyra, se detienen en las manifestaciones obreras y muestran la manera en que José Pedraza, máximo dirigente de la Unión Ferroviaria, quien aparece en la pantalla durante una entrevista, participó de los sangrientos hechos. Morcillo y Rath procuraron que su film se apartase de todo tipo de elementos políticos y que recayese sólo en la labor del periodista en su odisea por tratar de llegar a su verdad. Posiblemente los responsables de esta producción quisieron, además, mostrar el idealismo del protagonista. En lo técnico, la película exhibe una muy buena fotografía y una adecuada música, y muestra, también, que el dúo de directores supo manejar con capacidad su intención de reflejar ese episodio, pero el guión deja varios puntos sueltos.
Disparo a la ilusión La construcción de una noticia a través de entrevistas, archivo, prosa pura y las pausas necesarias para que el texto repose. Y, de nuevo, el periodista se sumergirá en él, siempre con la presión del tiempo a cuestas. ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? título homónimo del libro de Diego Rojas (del cual se basó este documental) muestra de una forma ágil y llevadera como el periodista Andrés Oviedo (Martín Caparrós) escribe una serie de artículos que investiga para una revista la muerte del joven militante de Partido Obrero. Aquel 20 de octubre de 2010, entre la estación Avellaneda y Barracas, una patota -digitada por la Unión Ferroviaria- prohibió y reprimió una protesta de un grupo de trabajadores tercerizados despedidos que reclamaban el pase a planta del ferrocarril Roca. Hubo sangre, heridos. Y muerte. La investigación de Oviedo también se vio trabada: su jefe (en la voz de Enrique Piñeyro) vetó la publicación de su artículo por ser demasiado incisivo. No quería algo tan comprometido. El periodista debía tomar una decisión: acatar la orden de arriba o seguir su rigor profesional. Entonces redobló la apuesta y encaró un libro con su investigación. Oviedo va al hueso (con la voz en off de Caparrós que tira datos crudos de los implicados) y entrevista al dirigente gremial José Pedraza, quien este mes sabrá su destino judicial junto a otras 16 personas. El documental de Alejandro Rath y Julián Morcillo intercala jugosas entrevistas con familiares y amigos de Ferreyra, como su hermano Pablo, que recuerda la biblioteca creada por Mariano, o su mamá, que al principio habla con naturalidad y luego se quiebra al igual que Nicolás, un compañero de militancia que también, entre lágrimas, piensa que todo le sigue pareciendo una ficción. No puede caer, como El Be, un amigo que no deja revelar su identidad y condensa los testimonios más ricos sobre el perfil de Mariano Ferreyra. Una semblanza a puro plano detalle. La redacción en casa de Oviedo, la colaboración de su hija Ana (Lucía Romano), el devenir melancólico en los medios de transporte y la lucha para dejar el cigarrillo son detalles que los directores exprimen -con una lograda fotografía- para darle calor y color a una historia difícil de contar. El momento de mayor tensión llega, con música pesada de fondo, cuando se recrea el breve (y bien logrado) enfrentamiento entre la patota sindical y los tercerizados/militantes del Partido Obrero. Piedrazos y disparos, mucho movimiento de cámara y una caída en primera persona como si Ferreyra tuviese una filmadora en sus ojos. De lo más duro junto a su agonía en una ambulancia. El logrado detallismo en las banderas, estandartes, graffittis y pines con la imagen del militante muerto, reflejan la ilusión de su rostro. Hecho causa.
Anatomía de un asesinato aún irresuelto Probablemente esta obra basada en el libro homónimo de Diego Rojas convenza sólo a los convencidos, pero igual es buena idea haber hecho esta película y estrenarla en vísperas del fallo de la justicia, y es bueno que la hayan hecho, con toda dedicación, los compañeros de la víctima. Puede objetarse, eso sí, la mezcla de ficción y documental y el airecito canchero del personaje protagónico, un periodista metido a investigar -y hacer evidente al espectador- los mecanismos de tercerización laboral, la matufia sindical (semiocultamente patronal), y su necesaria connivencia con ciertos sectores de los poderes públicos. Esto ya lo había expuesto con gran fuerza y claridad Pino Solanas en su documental sobre los servicios ferroviarios "La última estación", pero nunca está mal insistir sobre el asunto. Lo nuevo y singular de "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?" es, en cambio, la forma de tomar un desgraciado hecho particular para avanzar hacia lo general, y la puesta en escena del crimen, representada por los propios testigos y participantes del hecho ocurrido en diciembre de 2010. Se aclara, son los participantes de un solo sector. Pero es lógico, la misma limitación tuvieron "Roma ciudad abierta" y "La batalla de Argelia": los fascistas no colaboraron en la reconstrucción de los hechos históricos que allí se narran. Otra aclaración: ésas eran películas neorrealistas, hechas por gente de variada opinión. Esta es un derivado de los cortos de agitación y propaganda del grupo Ojo Obrero, cercano al Partido Obrero. Hecha la salvedad, sólo cabe señalar el buen pulso de la película, su lógica conceptual y expositiva, y su adecuada advocación al espíritu de Rodolfo Walsh. También, la participación de figuras ajenas al partido, como Martín Caparrós, Iván Moschner, Leonor Manso, Soledad Villamil y Enrique Piñeyro, que ya había participado en los "Videominutos por Mariano Ferreyra". Autores, Julián Morcillo y Alejandro Rath, participantes de aquel "Piqueteros, carajo" que sirvió a la justicia para identificar a los asesinos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en el 2002. Rath, incluso, fue llamado a declarar como testigo en ese juicio.
Los hilos que mueve el poder Es un valioso trabajo cinematográfico, en el que sus directores, sin perder de vista el contenido político de su docudrama, logran mantener el interés del espectador hasta redondear un conmovedor y contundente alegato sobre la trágica muerte del militante. El 20 de octubre de 2010, la muerte del joven militante del partido Obrero, Mariano Ferreyra conmovió a la opinión pública. El hecho se produjo, según lo muestra este docudrama, en un enfrentamiento entre trabajadores tercerizados de los ferrocarriles que fueron despedidos y un grupo de la Unión Ferroviaria. La película "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?" está basada en el libro de Diego Rojas y detalla de los hechos en los que perdió la vida el militante. En ella se sigue paso a paso como hilo narrativo la figura de ficción de un periodista, Andrés Oviedo, personificado por Martín Caparrós, quien trabaja en una revista de actualidad y a quien su jefe -al que llama "el petiso", y con el que sólo se comunica por teléfono-, le encarga una nota en la deberá señalar quién, o quiénes fueron los culpables de la muerte de Ferreyra. TRAS EL CULPABLE Oviedo que está convencido que detrás de lo que le ocurrió al joven están los oscuros hilos del poder que se remontan a años atrás, comienza una investigación, que dará como resultado un posible culpable, pero cuando se lo señala a su jefe, éste decide despedirlo, porque esa verdad atentaría contra los intereses de la publicación (que recibe ayuda del gobierno). Pero luego de su despido el cronista sigue trabajando por su cuenta en el caso y consigue una entrevista clave con uno de los representantes de los ferrocarriles, que le otorga un aval extra a su investigación. Finalmente logra su recompensa, cuando una editorial decide publicarle su trabajo en formato de libro. Un acierto de la película es la mezcla entre personajes de ficción, como el periodista Andrés Oviedo (Martín Caparrós), o su hija Ana Oviedo (Lucía Romano), con personas reales -familiares o amigos del verdadero Mariano Ferreyra- que aportan su testimonio sobre la muerte del muchacho. PROLIJA NARRACION El relato incluye los aportes de algunos de los trabajadores despedidos, fotografías, o fragmentos de documentales, como "La próxima estación" de Fernando Solanas, o "Los traidores" de Raymundo Gleyzer. "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?" es un valioso trabajo cinematográfico, en el que sus directores, sin perder de vista el contenido político de su docudrama, logran mantener el interés del espectador, gracias a un estilo narrativo, que se apoya en escenas breves, precisas, que en sí mismas, encierran un conmovedor y contundente alegato sobre la trágica muerte del militante. Convincente, inquietante, con esa cuota extra de sutil nerviosismo ante los obstáculos que se le presentan, es lo que aporta la magnífica actuación de Martín Caparros, en el papel de Andrés Oviedo.
Por la causa ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? (2013) es un documental ficcionalizado basado en el libro homónimo de Diego Rojas, que narra a través de la figura de un periodista interpretado por Martín Caparrós los hechos que dieron muerte al militante del Partido Obrero. El 20 de octubre de 2010 una patota sindical atacó a los militantes del Polo Obrero que se manifestaban en busca de reincorporar a los empleados tercerizados que habían sido despedidos del ferrocarril. En medio de la trifulca asesinaron a sangre fría a Mariano Ferreyra de un balazo en el pecho. La película dirigida por Alejandro Rath y Julián Morcillo utiliza la estructura de JFK (1991) de Oliver Stone, al ubicar a un personaje ficcional en la búsqueda ardua por desentramar el complot político que produjo el asesinato condenado socialmente. Pero en medio del relato, se utilizan imágenes documentales por un lado (las entrevistas a familiares y conocidos), y la dramatización de los hechos que culminaron con el asesinato por otro. Hay una intención clara del film de llegar al espectador y generar empatía con la causa. Esto hace que la película se distancie de formas documentales más duras (la información expuesta objetivamente) y presente un personaje con una historia de principios en su entorno para promover tal identificación. Del mismo modo que hiciese Enrique Piñeyro en la película Whisky, Romeo Zulú (2004) para narrar el accidente de la Aerolínea Lapa. Tal cuestión genera un pro y un contra. El pro es la llegada masiva al espectador no habitué a relatos de denuncia social. La contra es la falta de mirada reflexiva sobre el hecho. Todo se construye a partir de víctimas y victimarios, dirigiendo la mirada del espectador del mismo modo que lo hace el cine mainstream. Un film sobre un caso condenado socialmente por unanimidad y con las pruebas fehacientes de culpabilidad en los acusados establecidas, no necesitaba plantear empatía con la causa del militante fallecido. Tampoco hacer alusiones a Los traidores (1973) de Raymundo Gleyzer o a Rodolfo Walsh para hondar en el pedido de justicia. Así y todo ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? cumple su objetivo con creces por la lucha digna e ineludible que representa.
Esta frase suena de por más trillada y obvia, suele utilizarse para actos de la realidad que superan ampliamente la imaginación o inventiva de cualquier ficción. En el caso del documental ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? Esta frase vuelve a quedar adecuada, pero quizá desde otra perspectiva, que abarca también al ejemplo anterior. Basado en un libro de investigación de Diego Rojas (con el cual comparten nombre), ¿Quién mató a Mariano Ferreyra hace una elección arriesgada desde lo narrativo, no estamos frente a un documental tradicional, menos al típico “de denuncia y testimonio” – aunque algo de eso hay – con cabezas parlantes y material periodístico de archivo; es lo que llamaríamos docu-ficción, una ficción creada a los fines de meternos en el relato. Esta técnica, probada ya repetidas veces, a veces logra buenos resultados (recientemente en Gricel o parcialmente en el logrado Beirut-Buenos Aires-Beirut), y a veces no. El protagonista es Andrés Oviedo (Martín Caparros) un periodista al que le encargan una serie de notas sobre la muerte del militante del Partido Obrero. El realiza una investigación profunda, se compromete, pero al entregar las notas son rechazadas por el editor de la revista por ser demasiado crudas, reveladoras, al fin de cuentas, comprometidas. Entonces, Oviedo va por más y decide seguir investigando hasta las últimas consecuencias y escribir un libro sobre lo conseguido. Entonces, tenemos dos puntos paralelos, la historia de Ferreyra, asesinado el 20 de octubre de 2010 en medio de una protesta por trabajo tercierizado en el Roca presuntamente a manos de patotas de la Unión Ferroviaria comandadas por su líder Pedraza; y la historia de este periodista que en medio de las entrevistas a familiares, amigos, y allegados a Ferreyra se nos muestra en una suerte de vida cotidiana, en su trabajo en la redacción, en su hondo pesar por lo escuchado – con voz en off de Caparrós –, en la relación con su hija que lo ayudará en su cometido, y también en un intento por dejar de fumar (que se le complica por los nervios del momento). Separados en tantos, la parte documental es interesante y consigue testimonios crudos, reveladores (aunque mucho ya se halla escuchado por televisión), y también emotivos, podríamos hablar de un trabajo correcto y digno de ser apreciado; pero lo ficcional que, siendo justos es funcional al resto, le quita peso al testimonio no parece agregar mucho más que algo anecdótico. Sí, ayuda para ver cierto entramado en los medios (la voz del redactor es la de Enrique Pineyro, otro “documentalista” al que le gusta ser el centro de la escena utilizando algo de ficcionalización), y para reconocer la ardua labor del día a día en la profesión del periodista de investigación, pero también distrae de lo principal, de Mariano Ferreyra, o es que lo principal en verdad es hablar del periodismo frente a un caso resonante, de ser así le faltaría ahondar más en algunas cuestiones. Técnicamente, el trabajo de los directores Julián Morcillo y Alejandro Rath es correcto y hasta meritorio desde la fotografía y el ángulo de muchos testimonios; pero otra vez, una ultima ficcionalización, la del momento de la muerte de Mariano Ferreyra parece más sacada de un film de acción a puro vertigo de cámara en mano que el de un documental de testimonios. Quedan las palabras de los que conocieron a Ferreyra, los que hablan de la intimidad y la militancia, ahí es donde el foco crea un clima interesante, y en donde lo único que importa es la verdad y la búsqueda de justicia que esperemos en estos días se consiga
Basado en el libro homónimo de Diego Rojas, con la participación de Martín Caparros interpretando a un periodista que investiga el caso, con testimonios de los hechos, este documental con elementos de ficción, es un cine urgente, militante, que se estrena casi al mismo tiempo en que la Justicia emitirá sentencia. Los directores Julián Morcillo y Aflejandro Rath lograron un material, recuerdos y reconstrucción impresionantes.
El asesinato del militante del PO Mariano Ferreyra es uno de los puntos clave en la política argentina. Los documentalistas Rath y Morcillo llevan a la pantalla la investigación periodística de Diego Rojas pero optaron por utilizar las herramientas de la ficción: el resultado es interesante porque al mismo tiempo trabaja sobre el caso, sobre el periodismo -el film sigue a un cronista interpretado por Martín Caparrós que va desarmando el caso- e indaga sobre los motivos y las ambigüedades de la militancia política. El caso, pues, es en parte expuesto y analizado con un fin preciso -la idea era terminar el film para que influyera en el juicio que se lleva a cabo- pero excede ese marco porque también toca, ficción mediante, temas universales. Imperfecto en algún sentido, realizado con urgencia y producido en gran medida gracias a la solidaridad de sus participantes, lo que el film desnuda es la impunidad del poder mucho más allá del asesinato en sí y de su contexto. Se trata, aunque estemos en contra del uso del adjetivo, de un film necesario pues en medio de una andanada de documentales que desprecian el cine, opta por el arte como lupa para comprender la realidad.
El hombre y su lucha A pocos días de que se dicte la sentencia en contra de José Pedraza y su patota de matones, el grupo Ojo Obrero estrena el segundo film relacionado con el asesinato de Mariano Ferreyra. En noviembre, la misma productora presentó en Mar del Plata – y ahora en UNCIPAR – Videominutos por Mariano Ferreyra. Un compilado de cortos que no superan los dos minutos de duración, compuesto por trabajos experimentales, documentales y de animación que exigían justicia por el joven militante del partido obrero explicando brevemente los motivos de su lucha, y como se sucedió el crimen. En ¿Quién Mató a Mariano Ferreyra? se redobla la apuesta con una obra que mezcla ficcionalización con documental. El proyecto es ambicioso y sigue varias líneas narrativas simultáneas. Por un lado tenemos a un periodista, Andrés – Martín Caparrós, bastante convincente como actor – que debe presentar un informe sobre el asesinato de Ferreyra para la revista en la que trabaja. Esta misma línea narrativa se divide en la investigación que realiza – donde entrevista personajes reales involucrados en la tercerización de las empresas ferroviarias, analistas sociales y periodistas – y en una línea más personal – la relación con su hija, con su jefe que tiene la voz de Enrique Piñeyro y con un empleado de limpieza. Por otro lado, con un registro netamente documental los directores entrevistan a la familia y amigos de la víctima, y por último, se recrea el día y el momento en que se cometió el crimen contra Mariano con algunos de los personajes que estuvieron presentes ese día, interpretándose a sí mismos. Ante tanta complejidad narrativa, vale destacar el dinamismo del film, la forma en que los directores consiguen que la información, el mensaje y el pedido de justicia por Mariano, queden claros. Dividida en capítulos, uno puede entender la implicancia de Pedraza, como funcionan las empresas tercerizadoras, quién era Mariano como ser humano. Al igual que Whisky Romeo Zulu, de Enrique Piñeyro, la mezcla de ficción y realidad sirve para separar un poco al film de todos los trabajos documentales que se estrenan en el año, permitiendo que sea más accesible acaso para el público no afín al documental. Las sutiles pinceladas de humor para aligerar la solemnidad del relato, breves momentos de tensión le dan un tono puramente cinematográfico. Aún cuando ciertos momentos ficcionalizados y la relación entre los personajes no reales están un poco forzados, la historia es atractiva y conmemora un poco el cine de Raymundo Gleyser, especialmente Los Traidores, o de Jorge Cedrón con Operación Masacre. De hecho este último film aparece brevemente en pantalla, y el personaje de Caparrós toma de referecia ¿Quién Mató a Rosendo? escrito por Rodolfo Walsh como referencia de su investigación. Concreta, impecable a nivel estético, con un planteo socio político que invita a la reflexión, y una función visiblemente didáctica, pero sin didacticismo, ¿Quién Mató a Mariano Ferreyra? pretende informar, influir sobre el dictamen final, y conseguir recapacitar acerca de uno de lo crímenes que desnudó la corrupción del estado y de los sindicatos ferroviarios.
Identificación de un homicidio La pregunta del título se responde en la película con los nombres que ya sabíamos: Pedraza como responsable instigador. Le siguen el delegado Díaz, el barrabrava Favele, etc. Es decir, los que están siendo juzgados en este mismo momento. La película no ofrece novedades en ese sentido, pero contribuye a desentrañar para el espectador la madeja de complicidades entre el Estado nacional, el capital privado de los ferrocarriles y la cúpula sindical. Pero además ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? corre un riesgo grande, la clase de gesto de audacia que no habría que desestimar así nomás a la hora de poner en valor cualquier película. Las películas suelen ser buenas o malas. Las películas audaces pertenecen a una categoría diferente pero que inclina la balanza hacia el lado bueno. Lo mejor de ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? es precisamente su carácter singular. La película se despliega en capas de registro diferenciadas que operan unas sobre otras: ficción pura, documental, y una modalidad intermedia, que en realidad también es ficción, en la que las escaramuzas en las que fue asesinado Ferreyra son reconstruidas y actuadas para la cámara por sus propios compañeros, protagonistas y testigos directos de los hechos narrados. La película cruza esas tres instancias todo el tiempo, va de una a la otra con un manejo bastante habilidoso y fluido, pero la parte de ficción propiamente dicha parece encapsular providencialmente a las otras. Esta parte resulta la más problemática, y quizá por ello la más rica: Martín Caparrós interpreta a un periodista que trabaja en el caso y es a su vez un alter de Diego Rojas, autor del libro en el que está basada la película. Si las entrevistas que se ven son buenas pero algo rutinarias, si la reconstrucción del asesinato es ajustada pero produce una especie de fascinación que se traduce en una cierta frialdad, quizá como tributo necesario que se desprende del hecho de que no podemos dejar de pensar que esos tipos están ahora actuando lo que antes vivieron, la historia de Caparrós como personaje de una película resulta por momentos de una calidez y de una gracia extraordinarias. Caparrós, el personaje, está tratando de dejar de fumar y por eso tiene todo el tiempo un cigarrillo apagado en la mano. Ese solo detalle lo define como un personaje cinematográfico de pleno derecho. Su jefe en la redacción de la revista en la que trabaja en un artículo sobre el caso lo hostiga sin pausa por teléfono. Caparrós atiende: “Qué hacés petiso. ¿Dónde carajo estás?” “Estoy en todas partes. Te acabo de ver entrar”, dice el jefe, al que nunca le vemos la cara, en la voz reconocible de Enrique Piñeyro. Hay varias escenas graciosas de ese tipo y otras auténticamente emotivas, como aquella en la que la hija del periodista llora en silencio mientras lee un adelanto del libro en preparación. Caparrós se revela como un actor más que competente y la película adquiere un relieve distinto, que excede de pronto el valor testimonial, para constituirse en una rareza, un interrogante que respira. El final, dentro de la ficción, donde se muestra que los acusados llegan por fin a juicio está jugado en un tono celebratorio: la película parece querer cerrarse sobre sí misma otorgándose un momento de alivio. Pero ese final reparador está dentro de la parte ficcional, con el personaje de Caparrós prendiendo por fin el cigarrillo y dando una pitada. “¿Vos no habías dejado de fumar?”, pregunta la hija. “Había”, dice Caparrós sonriendo. Si ese momento es una evidente construcción dramática del cine, ¿debemos creer que lo demás, el resto de lo que aparentemente se sugiere allí – que con el juicio a Pedraza y sus muchachos se termina, por ejemplo, la precarización de los trabajadores ferroviarios – no lo es? En realidad ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? no aclara el punto, y su intención parece ser estrictamente la de acompañar el proceso de investigación y juicio de los responsables del crimen. Las películas más interesantes se encargan también de revelar sus límites.
Con la actuación estelar de Martín Caparrós en su debut protagónico, la película de Julián Morcillo y Alejandro Rath de basada en el libro de Diego Rojas no viene a ser simplemente una bandera política en repudio al asesinato de Ferreyra ni una exposición de la izquierda promoviéndose. Se trata de un film que busca encontrar las causas de un asesinato. La reconstrucción Entre Walsh y Rojas, la película traza una línea ficticia en la investigación del caso de Ferreyra. Un periodista, Caparrós, comienza a buscar las causas del asesinato ya no de un quién sino de un qué. Es esta búsqueda la que lo lleva a repasar testigos, acuerdos sostenidos por la política defectuoso de nuestro país, desnudar a funcionarios y empresarios ultra corruptos cuya única motivación es la de generarse mayores ingresos a cuesta de un pueblo. Caparrós es un periodista que se rebela frente al sistema editorial de la revista para la que escribe para ir a fondo con la cuestión del asesinato, las patotas sindicalistas y las pésimas condiciones laborales. Para esto, en medio de la ficción, Caparrós, (olvidemos por un rato el nombre del personaje), se entrevista con personas reales implicadas y relacionadas con la gran burbuja de corrupción en torno a los trenes. Estas entrevistas que fueron realizadas en medio de la ficción pero cuyo testimonio creemos son interrumpidas solamente para encontrarnos con familiares y amigos de Ferreyra que nos cuentan por medio de entrevistas quién era Mariano, (este quizá sea el único quién real de la película frente a un qué asesino). Herencia de Walsh y el non-fiction El título de la película nos recuerda inmediatamente al libro de Rodolfo Walsh Quién mató a Rosendo, un líder sindical pesado de la UOM asesinado en medio de un tiroteo en La Real en Avellaneda. Hacia el final se demuestra la consciencia que la película tiene sobre sí misma al poner sobre la mesa el mismo libro en busca de una ayuda a comprender la situación que vivimos ahora en torno a este asesinato. La película no es un documental y no es una ficción sino que se trata de un Non-fiction con todas las letras como los tres libros de Walsh (Operación masacre, Quién mató a Rosendo, Caso Satanowsky), Los traidores de Gleyzer, que aparece en el film y que si no vieron corran a hacerlo, y Whisky Romeo Zulu del gran Enrique Piñeyro, quién actúa también como el jefe de Caparrós. Este tipo de género tiene un peso particular, especialmente cuando se trata un caso de importantes magnitudes como el asesinato de Rucci o la caída del avión de Lapa. El porqué se llega a eso es importante entenderlo y créanme que ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? ofrece un abanico de razones. El que no leyó este libro de Walsh, está perdiendo. Conclusión Debo un espinazo sobre la peli porque da mucho para hablar, pero no querría abrumarlos con ideas demasiado aburridas cuando están un viernes a las ocho de la noche buscando en donde depositar sus cien mangos en entradas de cine. ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? es una película exquisita capaz de conmover a cualquiera, sea parte o no de la sociedad argentina. Es un film con muchos huevos, cosa que hacía tiempo no veía, salvo por las joyas que Piñeyro nos ha obsequiado como El rati horror show. Si quieren ver una excelente película, tienen que aprovechar y ver ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? .
Una docu-ficcón en busca de la verdad El pasado 20 de octubre del 2010 una bala mato a Mariano Ferreyra, un joven de 23 años que estaba manifestando con los terciarizados del ferrocarril para que los pasen a planta permanente para cumplir con lo de “igual trabajo, igual sueldo”. Ese asesinato levo al banquillo de los acusados a José Pedraza y varias personas acusadas de ser los responsables de la muerte del joven. En base a esto Diego Rojas escribió un libro contando los hechos y la recopilación de las pruebas que levaron a que en próximos días un juicio oral de la sentencia sobre los acusados. En base a esa investigación se filmó esta docuficción que narra la historia de un periodista buscando la verdad del hecho y los antecedentes del porque se llego a donde se llego. El film muestra a Marin Caparrós en el papel del periodista pareciera que más que actuar, se lo estuviera viendo a él investigando para alguna de sus notas. ¿Quién mató a Mariano Ferreyra ? tiene una muy buena fotografía y esta bien empalmado todo el film pero le falta algo que en un documental es un pecado. Los testimonios dados en el film, salvo los familiares y amigos de Ferreyra, si uno no esta muy al tanto del hecho, puede no saber quienes son y que grado de credibilidad y de valor tienen sus palabras. Más allá de eso es una buena manera de entrarse en el tema y conocer los trasfondos de las patotas sindicales y de los hechos que causaron con su accionar.
Auténtico representante del docudrama, este film que aúna al documental escenas ficcionadas, cuenta, en principio, con una inteligente factura, tanto en la faz técnica como en la narrativa. Los cineastas Julián Morcillo y Alejandro Rath abordaron con ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? un sangriento y a la vez eminentemente político hecho reciente, con compromiso y buenas armas expresivas. Tratando de apartarse de una exposición convencional y rutinaria, apelaron a personajes de ficción que se entrelazan con los verdaderos protagonistas que tuvo la tragedia ocurrida en octubre de 2010 en Barracas, en una manifestación de trabajadores tercerizados de los ferrocarriles. En esa movilización, una suerte de patota sindical –o más bien asesina, a secas-, desbarató la iniciativa de la peor manera, empleando armas de fuego que terminaron con la vida del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra. La dupla de directores sigue una línea de denuncia similar a la empleada por el periodista y ex compañero de nuestra redacción Diego Rojas, en su revelador libro que lleva el mismo título, quien asimismo participa con su testimonio en imagen. Pero Morcillo y Rath sorprenden, en principio, al convocar como protagonista a otro periodista, el también escritor Martín Caparrós, quien se muestra convincente componiendo al reportero Andrés Oviedo, más allá de ser un rol cercano a su actividad profesional. En esa trama creada especialmente para el film, intervienen más personajes, algunos desarrollados sólo con la voz, como la inconfundible de Enrique Piñeyro como el misterioso jefe de redacción, mientras que otros intérpretes ponen el cuerpo, como Lucía Romano e Iván Moschner, y lo hacen muy bien. Si sumamos ciertos logros visuales, ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, proporciona un interesante testimonio fílmico-político.
Sobre ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?: cine, discursos y crítica Recién este último miércoles pude ver ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? Y recién hoy viernes tengo oportunidad de escribir sobre el film. Pero cuando estaba meditando sobre cómo encarar la crítica, el texto terminó mutando hacia uno de opinión, básicamente porque pasaron (o no pasaron) algunas cosas que invitan un poco a la reflexión. La película tuvo pocas críticas, pero lo más llamativo fue los medios que no escribieron. Destacan Página/12 por el lado de los diarios y Otros Cines en la web. Es cierto que hubo poca difusión, pero hubo privadas y el lanzamiento alcanzó por lo menos cuatro salas, todas en Capital Federal. Y estamos hablando de medios que disponen de varios redactores, con la logística suficiente y que en esa misma semana (donde hubo sólo cinco estrenos) no tuvieron problemas en escribir sobre una cinta irrelevante como Contrarreloj. No voy a caratular a ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? como el estreno más importante de la historia del cine argentino. Pero sí creo que es evidente su importancia, aunque sea circunstancial. Y por eso ya hay algunas medidas que es más bien difícil disfrazarlas de “decisiones editoriales” (estoy seguro de que Diego Battle, director de Otros Cines, habría usado esa noción como explicación), porque son decisiones políticas. Hay temas que son incómodos, de los que no se quiere hablar. Es mucho más fácil llenarse la boca y hacer correr ríos de tinta haciendo referencia a supuestas políticas de no-represión o hablar de las retrospectivas del BAFICI, que poner sobre la mesa un hecho sangriento de represión, donde también intervienen la corrupción y las complicidades dentro de los niveles más altos del Estado Nacional. Lo que queda en evidencia es que ciertos sectores que se rasgaban las vestiduras criticando los modos de los que tenían el poder en los noventa, ahora accedieron a esos espacios de poder y se comportan exactamente igual. Antes mentían y ocultaban unos, ahora lo hacen otros. El baile de disfraces sigue siendo el mismo, sólo las máscaras cambiaron. Pero también está lo que se escribió, si es que se puede llamar escritura. Y ahí tenemos el ejemplo de La Nación, que viene a explicar por qué hay ciertos sectores intelectualoides en nuestro país que atrasan unos ciento cincuenta años en su pensamiento, pero aún así seguir presumiendo de combativos. Adolfo C. Martínez en su crítica describe al personaje encarnado por Martín Caparrós como “una especie de antihéroe, ya que sus jefes de redacción le ponen trabas en su intento de escarbar en todos y cada uno de los recovecos del episodio, pero él insiste en su denodada labor”. Parece que Martínez no leyó la literatura de los últimos dos siglos, porque el concepto que vierte es justamente el del héroe, no el del antihéroe. Pero el asunto no se termina ahí, ya que también sostiene “Morcillo y Rath (los directores) procuraron que su film se apartase de todo tipo de elementos políticos y que recayese sólo en la labor del periodista en su odisea por tratar de llegar a su verdad”. ¿Perdón? ¿De qué habla este señor? Si algo hace el film, bien o mal, es politizar toda la trama, hacer un análisis político de las circunstancias del crimen desde una perspectiva política determinada. La primera frase puede atribuirse quizás a la torpeza de Martínez, pero en la segunda se puede intuir una decisión editorial más en conjunto de parte de un diario conservador, con intereses opuestos a los que representa el film, que busca utilizar una herramienta ya bastante habitual de estos tiempos, que es la despolitización (la cual es otra forma de hacer política). Por fuera de esto, algo propio tengo que decir de ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, película a la que veo como un típico exponente de cine urgente, que busca instalarse en un momento clave, como son las semanas previas a la sentencia en el juicio a los responsables del asesinato. No deja de ser particular la forma en que intenta combinar el documental puro y duro, con la familia y amigos de Mariano prestando testimonio a cámara; la recreación ficcional de las distintas instancias del crimen; y el relato centrado en el periodista interpretado por el debutante Caparrós (su elección no es nada casual), avanzando y tropezando en su investigación, contra todo y todos, primero solo y luego acompañado por su hija (la simbología en esto es bastante clara), entrevistándose con personajes como Ernesto Tenembaum o Diego Rojas (autor del libro en que se basa la película), que no especifican su identidad pero se comportan y dicen lo que uno esperaría que digan ellos en la realidad. El film juega a vincular la ficción con la realidad política, pero en pocos momentos consigue encajar todas las piezas, básicamente por lo siguiente: los realizadores nunca terminan de comprender que el cine tiene una narrativa propia, que necesita de una puesta en escena y una configuración de los personajes que rara vez coincide con el campo periodístico o el ámbito político, porque el cine es un arte con vuelo propio, que habla sobre el mundo desde su lugar, con sus propias reglas. El film arrastra dos problemas esenciales, que lo trascienden. Por un lado, las dificultades que tiene el cine argentino en general para construir un discurso político, en especial cuando debe referirse a sucesos reales específicos. Por el otro, las ya eternas trabas que tiene la izquierda, al menos en nuestro país, para interpelar al ciudadano. No voy a decir que eso no le suceda también a otros sectores políticos, que muchas terminan encerrados en sí mismos, interpelando apenas al sujeto que siempre le respondió y le va a responder, pero en la izquierda esto es crónico, y siempre se la percibe como encerrada en sí misma. Me duele decir esto, porque simpatizo en varios aspectos con la mirada política de los “rojos” (sí, eso es para vos, Cristina “macartista” Fernández), pero lo veo así, y hasta creo que eso luego se vincula con cierto desprecio que muestran los sectores de la izquierda hacia lo “formal” y su acento sólo en lo contenidista. De ahí que se dé la paradoja de que en la película de Morcillo y Rath se haga permanente alusión a lo colectivo, pero el centro termine estando en un héroe individual, cercano a lo idealista, que termina imponiéndose frente a todas las dificultades, muy parecido al héroe clásico hollywoodense. El gran mérito de ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, para el que no utiliza herramientas muy cinematográficas, es decir toda la verdad, de forma un tanto desordenada, pero también brutal y sincera. Y la verdad, un tanto resumida, es esta: a Mariano Ferreyra lo mató una patota sindical, avalada y coordinada por la cúpula de uno de los sindicatos más poderosos del país, para proteger sus negociados. Estos lo hicieron con total impunidad y desvergüenza porque tenían una aceitada relación con figuras de lo más alto del poder político, como el ministro de Trabajo Carlos Tomada y la viceministra Noemí Rial. Así, sin vueltas, sin adornos. Esa verdad, esa verdad que es política, también es para vos, Cristina.
DETRAS DE UN CRIMEN Es un docudrama que nació con un propósito: apuntalar el juicio que se le está siguiendo a los inculpados del crimen de este joven militante del P.O, en octubre del 2010, en Barracas, en manos de una fuerza de choque que respondería al sindicato de los ferroviarios. El filme de trata de apartarse del documentalismo histórico (que exige mucha investigación y muchas revelaciones) y apuesta al doble juego de la reconstrucción y la denuncia. Mezcla personajes de ficción con personas reales para ir más allá del tema central: habla de turbias complicidades entre el poder sindical, empresarios corruptos y un Estado que los usa y se deja usar. Y de paso subraya los sinuosos caminos de esos medios que ordenan su ideología en función de la pauta oficial. Cinematográficamente rutinario, pero interesante.
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