¿Quién mató a Mariano Ferreyra?

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Disparo a la ilusión

La construcción de una noticia a través de entrevistas, archivo, prosa pura y las pausas necesarias para que el texto repose. Y, de nuevo, el periodista se sumergirá en él, siempre con la presión del tiempo a cuestas.

¿Quién mató a Mariano Ferreyra?

título homónimo del libro de Diego Rojas (del cual se basó este documental) muestra de una forma ágil y llevadera como el periodista Andrés Oviedo (Martín Caparrós) escribe una serie de artículos que investiga para una revista la muerte del joven militante de Partido Obrero.

Aquel 20 de octubre de 2010, entre la estación Avellaneda y Barracas, una patota -digitada por la Unión Ferroviaria- prohibió y reprimió una protesta de un grupo de trabajadores tercerizados despedidos que reclamaban el pase a planta del ferrocarril Roca. Hubo sangre, heridos. Y muerte.

La investigación de Oviedo también se vio trabada: su jefe (en la voz de Enrique Piñeyro) vetó la publicación de su artículo por ser demasiado incisivo. No quería algo tan comprometido. El periodista debía tomar una decisión: acatar la orden de arriba o seguir su rigor profesional. Entonces redobló la apuesta y encaró un libro con su investigación. Oviedo va al hueso (con la voz en off de Caparrós que tira datos crudos de los implicados) y entrevista al dirigente gremial José Pedraza, quien este mes sabrá su destino judicial junto a otras 16 personas.

El documental de Alejandro Rath y Julián Morcillo intercala jugosas entrevistas con familiares y amigos de Ferreyra, como su hermano Pablo, que recuerda la biblioteca creada por Mariano, o su mamá, que al principio habla con naturalidad y luego se quiebra al igual que Nicolás, un compañero de militancia que también, entre lágrimas, piensa que todo le sigue pareciendo una ficción. No puede caer, como El Be, un amigo que no deja revelar su identidad y condensa los testimonios más ricos sobre el perfil de Mariano Ferreyra. Una semblanza a puro plano detalle.

La redacción en casa de Oviedo, la colaboración de su hija Ana (Lucía Romano), el devenir melancólico en los medios de transporte y la lucha para dejar el cigarrillo son detalles que los directores exprimen -con una lograda fotografía- para darle calor y color a una historia difícil de contar.

El momento de mayor tensión llega, con música pesada de fondo, cuando se recrea el breve (y bien logrado) enfrentamiento entre la patota sindical y los tercerizados/militantes del Partido Obrero. Piedrazos y disparos, mucho movimiento de cámara y una caída en primera persona como si Ferreyra tuviese una filmadora en sus ojos. De lo más duro junto a su agonía en una ambulancia.

El logrado detallismo en las banderas, estandartes, graffittis y pines con la imagen del militante muerto, reflejan la ilusión de su rostro. Hecho causa.