¿Quién mató a los Puppets?

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

CHUAVECHITO, CHUAVECHITO

Asesinatos, lujuria, drogas, marionetas... ¿lo qué?
Los Muppets fueron, son y serán personajes irreverentes, cuyos productos, no siempre están orientados a los más chicos. Incluso aquellas películas dirigidas por Jim Henson como “El Cristal Encantado” (The dark cristal, 1982) o “Laberinto” (Labyrinth, 1986) son fantasías bastante oscuras para el público más menudo.

Admitámoslo, los grandes lo pasamos muchísimo mejor (y entendemos todos esos dobles sentidos) cuando se trata de Kermit, Miss Piggy, Gonzo y compañía. Será por eso que Brian Henson –hijo y heredero del talento de papá Jim- decidió irse para el otro extremo con “¿Quién Mató a los Puppets?” (The Happytime Murders, 2018), comedia detectivesca no apta para menores… ni mayores impresionables.

Henson y el guionista Todd Berger toman los elementos más clásicos del policial negro para plantear esta sátira protagonizada por Phil Phillips (Bill Barretta), ex policía –el único puppet que logró convertirse en oficial- devenido en detective privado, que trata de sobrevivir y ayudar a los suyos en medio de una Los Ángeles muy poco tolerante cuando se trata de sus habitantes más afelpados.

En este universo alterno, humanos y títeres conviven, aunque no muy amistosamente. Los tiempos cambiaron y las criaturas peludas dejaron de ser adorables, convirtiéndose en ciudadanos de segunda, totalmente marginados, despreciados y discriminados por sus pares de carne y hueso. ¿Les suena conocido? En esta realidad, los puppets no tienen muchas opciones, más allá de trabajos de cuarta o caer en el vicio de la “azúcar”. No es chiste, literalmente, es caramelo molido.

Phil decide aceptar un nuevo caso, y mientras sale a buscar pistas sobre los chantajistas de su clienta Sara (Dorien Davies), queda metido en medio de una masacre marioneteril perpetrada en un local de pornografía. El muñeco no es sospechoso a los ojos de sus ex compañeros oficiales, pero Connie Edwards (Melissa McCarthy) no guarda el mejor de los recuerdos de sus días de patrulla junto a Phillips.

El teniente Banning (Leslie David Baker) los obliga a trabajar juntos y pronto, con la colaboración de la marioneta y un segundo homicidio/accidente, descubren que las víctimas están conectadas con The Happytime Gang, un show infantil de la década del ochenta donde solía trabajar el hermano de Phil. El elenco de la serie empieza a caer como moscas, y Edwards y Phillips deberán dejar de lado sus diferencias para resolver el misterio que pronto pone al títere en la mira del FBI.

“¿Quién Mató a los Puppets?” es, en esencia, una buddy cop movie bien guarra, con la única salvedad de que los chistes sobre sexo, drogas y cualquier barbaridad que se les ocurra viene de la mano de las marionetas… y de McCarthy, bastante acostumbrada a estos personajes sin ningún límites de conducta.

Acá, el gore (¿lo podemos llamar así?) no tiene que ver con tripas ni sangre, pero ojo con el vellón que vuela por los aires. Estos puppets tienen vida propia, sufren, gozan y mueren si algún can feroz se encapricha con sus partes, y muchas veces tienen sentimientos más profundos que los humanos que los desprecian.

Phil es el clásico detective honorable del film noir, con la ingenua secretaria incluida (Maya Rudolph), esa femme fatale que le quita el sueño, y una voz en off que lo sigue hasta al baño. A Melissa ya la vimos interpretar a la oficial ruda, maleducada y un poco “marimacho”, pero acá se ríe incluso de ella misma (también es productora del film), y de esa imagen que construyó con gran parte de sus papeles, tal vez, demasiado consciente que no encaja en los parámetros de “belleza” hollywoodense. Igual, quien ríe último, ríe mejor, ya que es una de las actrices mejor pagas de la industria gracias a esta “marca registrada” que se creó que, nos puede gustar o no, pero funciona dentro del mercado norteamericano.

Como cualquier policial negro que se precie como tal, los realizadores deciden mostrarnos una ciudad decadente, llena de antros lúgubres y delincuentes de ambos lados. Todo tiene un olorcito a retro como si se hubiera estancado en el tiempo (la década del ochenta, tal vez, o incluso antes), elementos que ayudan al contraste -y a destacar la incompetencia del FBI con el agente Campbell (Joel McHale) a la cabeza-, y a construir esta sátira que en ningún momento da concesiones, y así se entiende el disgusto de Disney ante la perspectiva de que las actitudes de estos “muñecos” puedan confundirse con las de los verdaderos Muppets, de los cuales tienen los derechos, obvio.

Acá, no hay personajes conocidos, pero nadie puede negar el parecido que estos simpáticos protagonistas guardan con las creaciones de Henson padre. ¿La diferencia? El humor políticamente incorrecto que enarbolan, sí, incluso mayor al de sus congéneres.

“¿Quién Mató a los Puppets?” es bizarra a la enésima potencia, exagerada y extrema, graciosa y digerible, justamente, porque no estamos ante un elenco conformado completamente por seres humanos.

La trama policial y el misterio marcan el ritmo de la historia y de los chistes, pero nadie puede dejar escapar las analogías en épocas de un gobierno tan racista como el de Trump. El entretenimiento y las risas están asegurados, aunque no es la brillantez que uno quisiera esperar, ya que no puede (ni quiere) evitar los lugares comunes del humor más escatológico, en vez de refinar ese tipo de comedia que venimos disfrutando desde hace más de cuarenta años.

LO MEJOR:

- Que no se impone ningún límite.

- Las analogías que construye.

- Imposible no enamorarse de estos losers de peluche.

LO PEOR:

- Sacando los muñecos, no deja de ser una “comedia sarpada”.

- A Disney NO le gusta esto.