¿Quién mató a los Puppets?

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

(Advertencia: esta crítica está plagada de términos gráficos, porque así es la naturaleza del filme reseñado)

Graciosa y chocante. Dos calificativos mas que adecuados para The Happytime Murders, la subversiva comedia del hijo de Jim Henson que se atreve a llevar al mundo de marionetas – creado por su padre – al extremo mas adulto que puede permitir el cine mainstream. Porque acá tenemos muñecos masturbándose y eyaculando como si fuera un chorro de crema inagotable; orgías de peluches y encuentros interraciales entre marionetas y humanos (sean del mismo sexo o no). La grosería abunda y, aunque buena parte de los dardos dan en el blanco, otros te resultan shockeantes. La imagen de la vaca siendo masturbada a ocho manos por un pulpo, y la visión de los peluches siendo destrozados a escopetazos tiene un impacto mucho mas fuerte de lo que uno piensa… y eso que hablamos de muñecos imitando el mundo de los adultos.

Honestamente me resulta difícil calificar a The Happytime Murders. Acá hay un par de ideas inspiradas – como en ¿Quién Engañó a Roger Rabbit?, figuras de entretenimiento infantil (en el filme de Robert Zemeckis, dibujos animados; acá, marionetas) tienen vida propia, con la diferencia que los de Henson se portan como adultos, están plagados de vicios y conviven con los humanos y, aunque suelen ser estrellas del cine y la televisión, no dejan de ser figuras despreciadas, perseguidas y castigadas, debiendo vivir en guetos o convivir con otras minorías (Phil Philips, el protagonista, tiene su oficina en el Barrio Chino); el subtexto sobre racismo salta a la vista – pero cuando Henson se va a los extremos, no termina de hacerme feliz. Se dispara a lo burdo y chocante, y eso que uno no es un puritano.

La historia en sí no es un alarde de originalidad; es otro de esos reciclados de los policiales negros, donde los miembros de un antiguo programa de televisión (que ahora es un gran éxito en la sindicación, años después de ser cancelado) empiezan a ser asesinados uno por uno, y un muñeco ex-policia (devenido detective privado) termina involucrándose accidentalmente en el caso, más cuando su hermano actor termina siendo masacrado en el jacuzzi de su casa destrozado por una jauría de perros. Quizás ése sea un ejemplo bastante claro de los dilemas de The Happytime Murders, el por qué tiene que ser tan explícita en una escena que – en un filme con humanos – debería pertenecer a una película de terror serie Z. Ver al muñeco siendo desmembrado mientras está a los gritos de dolor y horror dista mucho de ser una secuencia graciosa.

PortalColectivo, tu guia de colectivos urbanos en internet: recorrido de lineas de Capital Federal, Gran Buenos Aires y principales ciudades del interior de Argentina

Es posible que el mayor drama del filme sea que pretende ser subversivo (algo que no me parece mal en absoluto), pero en un vehículo de 40 millones de dólares dotado de estrellas reconocidas y distribuido en el circuito mainstream. Cuando Peter Jackson hizo Meet the Feebles (un filme que tiene muchísimos puntos en común con la cinta de Brian Henson), sabía que era lo suficientemente atroz como para no poder ser exhibida en un cine normal, quedando relegada al circuito grindhouse y el redescubrimiento en los estantes de los videoclubes. Fritz el Gato salió en una época en donde Hollywood coqueteaba con la pornografía, y la idea de hacer una película de dibujos animados con contenido adulto sonaba revolucionaria. Pero Brian Henson no va por el circuito indie, y así es como se topa con la muralla de la crítica conservadora norteamericana, amén del repudio masivo del público. No es que la gente no esté preparada para el filme (estamos en el nuevo milenio, hemos dejado de ser pacatos y hasta la pornografía ha pasado a ser un producto de consumo masivo); es que la película, cuando decide irse de mambo, lo hace mal y de manera tan shockeante que no es para cualquiera.

The Happytime Murders es un filme que clama a gritos ser objeto de culto; pero aunque cumpla las condiciones (fue un fracaso de taquilla y tiene una temática tan original como heterodoxa), es demasiado dispar para entrar en la categoría. Muchos chistes calzan (y Melissa McCarthy vuelve a probar que es una actriz incombustible, dotada de una gracia enorme no sólo para sobrevivir esto sino para darle los únicos chispazos de comicidad el filme), pero hay serios problemas de tono en unas cuantas escenas (sobre todo, las de los asesinatos y las de sexo), y la historia no es redonda. No me parece justo que el muñeco detective derrote al villano porque es como si esquivara la deuda karmática que le corresponde. En todo caso es un filme bizarro que con el tiempo encontrará su público… o terminará archivado en el rincón mas oscuro del videoclub cercano a su casa.