Querido señor

Crítica de John Lake - Negro&White

Como un fino bordado al cual se le dan cuidadosas puntadas se despliega la sutil historia que vincula a un patrón con su mucama. La primera ficción de la directora india Rohena Gera está inspirada en sus experiencias infantiles. En aquel entonces, el cariño que le profesaba a su niñera contrastaba con las normas que regían las diferencias de clase, algo que no ha cambiado en el país asiático.

Ashwin, es un soltero adinerado de la ciudad de Mumbai que tiene a su servicio a la empleada doméstica Ratna. Parece tenerlo todo al alcance de sus manos: una holgada situación económica, un cargo importante en la empresa constructora de su padre. Sin embargo, viene de una frustración amorosa que anuló su inminente boda, además, debe respetar el mandato familiar que lo obligó a abandonar su verdadera vocación.

Con sus sueños truncados, su vida parece no encontrar un rumbo. En cambio, Ratna, una joven de condición humilde que quedó viuda a los 19 años luego de tan solo dos meses de matrimonio, mantiene intactas sus esperanzas para prosperar en la vida. Dos caminos que se cruzan en el cual surge un amor imposible debido a las rígidas reglas y tradiciones en las distintas clases sociales que persisten aún en la India. Ratna es la única que comprende la melancolía que aqueja a su señor, y si bien despierta ciertos sentimientos hacia él, tiene claro que conviven en un mundo incompatible para los afectos. La resistencia política y cultural a un romance marcado por la segregación solo aportará humillaciones y desprecios.

La directora estructura la trama a base de pequeñas secuencias de escasos diálogos pero de frases precisas donde predominan los silencios, las miradas y una sensualidad latente. Por otra parte, Gera aporta su mirada crítica al trato servil y despectivo que gran parte de la sociedad india mantiene con el personal doméstico. El colorido de los abigarrados mercados de telas y comestibles, las procesiones con danzas y festejos hacia el mar, contrastan con los fríos rascacielos vidriados de la ciudad portuaria. Las disparidades tanto edilicias como sociales marcan una brecha difícil de modificar. En una secuencia los protagonistas observan la ciudad desde lo alto de una terraza, parecen tenerla a sus pies y dominarla. Una utopía para una sociedad anclada en raíces ancestrales, es el abismo que los separa.

El delicado engranaje del relato junto a las sobrias actuaciones permite disfrutar de un drama romántico segregacionista alejado del pintoresquismo y la telenovela. Valoración: 70

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