Querido señor

Crítica de Felix De Cunto - CineramaPlus+

Estamos todos de acuerdo en que la historia de amor entre el amo afligido y la sirvienta soñadora es tan conocida como los obstáculos que impiden el desarrollo de ese romance. Lo poco que viene a traer la nueva película de la realizadora india Rohena Gera es justamente la oportunidad de que un público extranjero, occidental, que por desinterés o por falta de estrenos no frecuenta el cine de este país, sepa como la aparente universalidad de un género archiconocido como el romántico pueda verse afectada por la idiosincrasia y costumbres de su lugar de origen. Intentando no entregarse por completo a la denuncia explícita, aunque eso parezca un desafío inútil desde el momento en que el punto de vista está puesto en la joven Ratna (Vivek Gomber), Querido Señor aborda su conflicto focalizándose de lleno en las injusticias que provoca el llamado sistema de castas. La unión entre personas de clases diferentes no es en sí ilegal, las bases de la cultura india están construidas bajo esta jerarquización y cualquier desliz suele conducir por defecto, a la sanción social.

Con este trasfondo tan asfixiante, el relato ocurre en su mayor parte puertas adentro, en la casa de Ashwin (Tillotama Shore), un joven profesional, con chofer, cierta tranquilidad económica y una experiencia como periodista en New York, pero que en su comportamiento taciturno esconde la tristeza de haber sido plantado a metros del altar. Solo y soltero, la única compañía que tiene en ese entonces es la circulación periférica de Ratna, la empleada doméstica que luego de enviudar con tan solo 19 años, abandonó su pueblo para buscar una mejor vida en la ciudad y así poder enviar algunas rupias a su familia. La trama es directa, no pretende distraerse, pero se toma todo el tiempo del mundo para crear una tensión afectiva -y porque no sexual- que corresponda con la opresión cultural en la que se ven envueltos. Cualquier otra película romántica no podría sostenerse sin que haya lagrimales húmedos o discusiones de alto voltaje. Como si las historias de amor debiesen volcarse al melodrama, o bien, invocar a la risa para descontracturar la tensión.

Querido Señor logra tejer el vínculo emocional de una manera exageradamente sutil, lo que nos enfrenta a un agridulce suspenso por querer ver de una vez por todas el deseo consumado. Lo logra agregando dos o tres frases de más a la conversación coloquial entre patrón y sirvienta o mostrando lo bondadoso que puede ser Ashwin al darle el permiso de anotarse en un curso de costura. La directora confía en que es en la repetición de una misma acción donde surge el cambio. Así, en la rutina de cocinar, poner la mesa y doblar las sábanas; si bien, el intercambio de miradas crece, los diálogos se alargan y la seducción aumenta, lo interesante es como se van difuminando esos roles sociales. Si antes ella era la encargada de abrirle la puerta a su patrón, ahora él es quien la deje pasar primero. A Gera se le puede ir un poco la mano con la forma aleccionadora y facilista en que nos remarca que Ratna es la víctima y que los malos son los amigos de Ashwin que le dan órdenes, la desprecian y maltratan, como así también cae en el vicio de incluir, entre muchos otros, el cliché de la pared separadora y la vista de las luces de la ciudad desde la terraza. Si superamos esos aspectos, podemos reconocer que lo que la hace salir ilesa es el gran valor documental que nos deja: la posibilidad de explorar una sociedad tan distante a travésde una de las historias más arquetípicas.

Por Felix De Cunto
@felix_decunto