Querido señor

Crítica de Carla Leonardi - A Sala Llena

Aires de telenovela:

La joven Ratna (Tillotama Shome) debe interrumpir abruptamente su descanso para regresar a su trabajo. Así la vemos tomar diferentes medios de locomoción (moto, minivan y ómnibus) desde su tradicional aldea hasta la imponente ciudad de Mumbai. Ella trabaja como empleada domestica de un hombre de su misma generación etaria, pero de quien la separa la condición social. Su empleador ha suspendido inesperadamente su boda al enterarse de que su prometida lo engañó con otro hombre, y aunque admite su responsabilidad en la reacción de quien fuera su novia, ya él no estaba lo suficientemente enamorado. La situación de la chica pobre de pueblo que viene a trabajar a la ciudad para la familia del joven rico sienta la premisa en la cual se basaron muchas telenovelas y el entorno donde se desarrolla la película de la realizadora india Rohena Gera, titulada Querido señor (2018).

El señor Ashwin (Vivek Gomber) está solo y desencantado. Esto no es solo por su situación sentimental sino porque hace unos años debió abandonar su sueño de ser escritor en los Estados Unidos para regresar al país debido a la enfermedad de su hermano. Desde entonces trabaja junto a su padre, un importante empresario de la construcción que no confía del todo en él. En contraposición, la joven sirvienta rebosa de vitalidad y esperanza. La ciudad, a pesar de su trabajo poco dignificante, es para ella la oportunidad de realizar su sueño de ser diseñadora de indumentaria.

Los encuentros entre Ratna y Ashwin se dan principalmente en ocasión de servirle la comida y así paulatinamente se da la atracción entre ellos, que se explicita en las miradas que Ashwin dirige a Ratna. Aquí es clave el elemento de lo prohibido que representa Ratna como disparador del deseo de Ashwin, además de su posición de no demandarle nada, a diferencia de su ex novia.

El señorito es un amo amable e indulgente para con Ratna. Le otorga permisos para estudiar costura o para ver a su familia en la aldea y la defiende de las sanciones de terceros ante lo que consideran errores o intromisiones fuera de lugar en lo que hace a sus tareas. Ratna se muestra siempre solícita y servicial respecto de las demandas del amo, con culpa por tomarse algunas libertades y alienada a su lugar de servidumbre, incluyendo la naturalización de malos tratos. En este punto, las otras mujeres de la vida de Ashwin (su madre, su hermana, sus amigas o posibles pretendientes) son quienes se constituyen en las auténticas villanas. Aquí da cuenta la directora de una crueldad en el ejercicio del poder de las mujeres hacia la mujer de condición más vulnerable, mucho más dura que la del varón. E incluso pone de manifiesto los prejuicios de la moral sexual cultural, que ve con malos ojos que una joven mujer sola habite el mismo departamento junto al hombre soltero.

La directora da cuenta en su película de la rígida y conservadora sociedad india, que en contrapunto a su gran desarrollo económico capitalista tiene características fuertemente patriarcales. De modo que lo que separa a Ratna de Ashwin (que la directora señala reiteradamente con el cliché de la pared que los distancia a uno y otro lado de habitaciones contiguas); no es solo la diferencia de clase social sino también la barrera cultural entre la cada vez más uniforme vida occidental y el exotismo de la idiosincrasia india. Esta diferencia se palpa en la contrastante vestimenta que porta cada uno de los protagonistas. También en las costumbres al momento de comer (Ratna lo hace sentada en el piso y con las manos), en las creencias religiosas, en las convenciones sociales (aunque viuda, Ratna es propiedad de la familia de su difunto esposo, a la cual debe lealtad, quedando condenada de rehacer vinculo con un hombre) y en las supersticiones (la viuda no puede tomar contacto con una novia) propias de la lógica de pequeña aldea.

La barrera que prohíbe e imposibilita que se consume el amor entre los protagonistas está dada en el uso del lenguaje. Mientras que el dueño de casa la llama por su nombre de pila, Ratna se dirige siempre a él como Señor, conjugando allí superioridad y admiración. En este punto, comparado a su traducción local, el título original de la película (Sir) es más fiel a la problemática del patriarcado conservador que la directora apunta a poner sobre el tapete; sin embargo refleja el modo en que la directora traiciona sus propias premisas.

El cierre, con su final armonioso y conciliador y su escasez de ideas visuales originales, infecta con un espíritu telenovelesco que atrasa. El material podría haberse aprovechado mucho mejor si se tramaba en clave de melodrama romántico o incluso de sátira. Pero si la tomamos como telenovela incluso no logra funcionar satisfactoriamente, ya que carece de interpretaciones suficientemente afectadas o destacadas por parte de los protagonistas.