Querido papá

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Tener obligaciones y trabajos no deseados, hacer las cosas porque sí, sin pensar, sin discutir, agachar la cabeza y seguir para adelante absorber presiones, y aplicarlas a otros de la misma manera, aunque sean de la familia, porque el no como respuesta está prohibido . Dónde el único modo de vida que conocen es el de trabajar constantemente, sin espacio para nada más, es la base en la que se sustenta esta historia que refleja el director Yuval Delshad sobre la vida de una familia que vive en una campiña en algún lugar desolado de Israel, donde la vida es muy sufrida y el sacrificio diario es el arma fundamental para combatirla.
El film cuenta las desventuras de Moti (Asher Avrahami), un chico en edad escolar que tiene que ayudar con el trabajo a su padre en una tarea rutinaria, tediosa y pesada, como es un criadero de pavos para luego, cuando son grandes, comercializarlos. Como al protagonista le interesan más otras cosas, respecto de las que tiene habilidades e ingenio en demasía, vive en una lucha diaria con su padre por tener que trabajar a disgusto y hacer ciertas labores que no quiere.
Su padre, llamado Ittzhak (Navid Negahban), es un ser hosco, irascible, con una mentalidad primitiva modelada por su propio padre, que hace años no cuestiona su modo de vida, ni su oficio, simplemente lo ejecuta como un burro, porque es un cabeza dura, y las peleas continuas que tiene con su único hijo van creciendo a medida que avanza el relato, enriqueciéndolo por su complejidad.
Moti tiene como aliado a su madre Sarah (Viss Elliot Safavi) y cuenta además con el apoyo de su tío Dariush (David Diaan), que vino de visita y les hacen la vida más llevadera. Porque la historia otorga pocos respiros, el desgaste psicológico que padecen cada uno de los integrantes de esa familia los lleva a estar inmersos en una cruda realidad, no tanto por la actividad a la que se dedican, sino porque están dentro de un laberinto del que no pueden, o no saben, salir.
La riqueza y la profundidad de esta obra se sostiene porque cada escena, cada secuencia, es una consecuencia de la anterior, cuya trama se desarrolla prácticamente en la granja, produciendo un agobio y un círculo vicioso que se va haciendo irrespirable.
La vida en el campo es dura, y es más dura aún cuando hay que seguir, obedecer y aceptar ciertos mandatos paternos de generación en generación. El clima y la tensión permanente está muy bien logrado por el director, apoyado por la iluminación, la textura de la imagen, en un drama muy bien contado.